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Entrevista a Jorge Vidoletti, del teatro El Cubo

Abasto pop


Combinar un encuentro con Jorge Vidoletti implica hacer coincidir los tiempos propios con sus ocupadas estadías en Buenos Aires, que alterna con sus visitas a su Rosario natal. Fue un grato encuentro donde pude encontrar un arquitecto y teatrista, todo en uno; y para mejor, de manera articulada, holística. No es por nada que El Cubo hoy tiene la fama de ser “la mejor sala off de Buenos Aires”. Cuando le digo eso reconoce que es “es uno de los espacios mejor posicionados de la ciudad”. Pero que no le fue fácil, costó, “Rosario tiene otra cultura que Buenos Aires”. Y agrega: “Hubo que aprender a manejar una sala. Pero creo que acertamos, desde Hernán Llamazares en la parte del diseño y la construcción hasta Monina Bonelli en la parte de producción teatral. Creo que acertamos con la época. Hay compañías, hay teatro que, creo, necesitan salirse de un espacio clásico”.
    Como hombre de teatro ha dirigido obras con mucha gente de las cuales unas cuantas son propias, dado que fundamentalmente es autor. Como tal, ganó el Premio Municipal de Rosario a las 17 años. Y a los 20 ganó un concurso sobre el espacio teatral.
Me cuenta que desde hacía tiempo tenía una “relación de amor a distancia” con esta ciudad “tratando siempre de venir y hacer teatro”. Y explica: “En cierta ocasión tomé la decisión de invertir un capital que había reunido, y como no tenía gran cantidad de relaciones en Buenos Aires decidí instalarme, poner un teatro y usarlo como el showroom de mis relaciones públicas. Algunos me decían que estaba un poco loco, pero yo detecté que en el barrio del Abasto había una gran concentración de teatros independientes y que estaba el Konex. Me dije: «a que se puede hacer el teatro más lindo de Buenos Aires con un par de chapas y unas lonas».     Empezamos a trabajar y en cuatro meses lo tuvimos listo. Es una especie de mecano y como yo soy constructor tengo muy simplificada las decisiones y los precios y sé que conviene usar y qué no. Encontré a tres cuadras del shopping este lugar, en una posición simétrica de calle Corrientes de lo que estaba Konex y me pareció una señal. Un espacio grande, libre. Era un baldío, la única referencia del pasado es una pared de adobe, muy bonita porque tiene una erosión que no se puede lograr por medios artificiales, que solamente logra el tiempo y la lluvia. Al mes que abrimos sobrevino Cromañón y eso nos demoró durante mucho tiempo. Ahí la sociedad se volvió loca y trajo una serie de demoras. Aún estamos sin una ley de teatros independientes. Fue a partir de ese fenómeno que Buenos Aires se dio cuenta de que tenía un vacío legal sobre el tema de teatros independientes; que era un fenómeno que la distinguía en el mundo”.
    Luego cuenta que utilizó la idea de un teatro que “no sea netamente off, con sus desprolijidades; ni teatro comercial, con su falta de compromiso con el arte”. Por eso buscaron una cuestión intermedia. “No es ni una sala de teatro independiente de cien localidades, ni de la calle Corrientes de mil. Es un teatro de dos cincuenta a trescientas localidades. Muy buscado porque tiene un escenario amplio”.

El Cubo

Le pregunto sobre el espacio, famoso porque se desmonta: ¿Escuché, o leí en algún lado, que se podía llenar de agua para espectáculos acuáticos?
   “Puedo inundar el Cubo con 10 cm de agua. Pero para hacerlo tengo que inmovilizar el teatro por tres días”. El tema del agua en el teatro se nota que le fascina, hasta me comenta que el Coliseo romano estaba preparado para batallas navales. “El agua es algo que está comenzando a aparecer en teatro, es algo raro y muy difícil de manejar.” Finalmente me comenta que el tema del agua lo están dejando para el apart hotel temático de arte que están construyendo al lado que tendrá un anfiteatro de noche donde se van a hacer funciones acuáticas.
    Volviendo al Cubo, cuenta que se puede desarmar convirtiéndolo en un gran salón de baile, “si querés, para realizar obras performáticas tipo Teatro Sanitario de Operaciones o una Villa Villa”. Y que se han hecho espectáculos en altura. Luego me comenta que “en la boca del escenario hay una viga de 17 metros donde uno puede caminar por dentro”, convirtiéndose en una especie de lugar técnico. Y remata: “Este espacio tiene dos o tres picardías que no eran habituales”.
“Vos entrás en un teatro y el teatro habla mucho de sí. El arquitecto habla de sí. Cuando vos entrás en estos espacios el arquitecto no habla de nada, le da lugar a la obra: no tiene molduras, volutas, vitrós, etcétera. […] En este teatro estás siempre como frente a frente, mano a mano. Al bailarín o al actor le ves los gestos, los detalles. En un teatro grande después de la décima fila no ves más que bultos. Entonces, este efecto importantísimo que tiene que ver con la conexión entre actor y espectador no se produce. Eso sería un poco la ideología, o la intención, del diseño. Una sala tradicional es rectangular. Esto es el cubo porque la sala es cuadrada, tiene un escenario muy grande y una platea muy ancha. En un teatro tradicional el efecto de una media sala la da como medio vacía, porque la gente se instala adelante y los que entran ven la media sala vacía de atrás. La sala se siente muy vacía. Acá no, la gente se reúne en el centro y deja los bordes vacíos, entonces está llena de arriba hasta abajo. Media sala en un teatro clásico suena a sala vacía, media sala en el Cubo suena a sala llena. Esto es importante en la relación del actor con el público, porque si el actor siente que tiene una sala llena tiene energía, en cambio si la siente vacía actúa desde otro lugar. Este diseño es la rectificación de los teatros circulares como el de Peter Brook o El Globo de Shakespeare. Por eso el logotipo tiene como un hombre de Vitruvio, pero en otra postura, jugando con el cubo. De hecho, un cubo que hagas girar dibuja una esfera.

Apart art hotel

Luego me contó sobre el apart hotel, que aclara “va a ser apart art hotel”. “Artes plásticas, música, teatro, danzas, ópera, todo en escala reducida. En escala digamos, mucho más humana. Va a haber una pileta atrás que de noche se convierte en un anfiteatro gracias a un sistema de un tanque de reserva que guarda el agua. Va a haber un subsuelo, cochera y a su vez galería arte tecno, con autos y motos antiguos y cuadros modernos. Dispuesto de manera rara, con la tecnología a la vista. Se baja con un montacarga cuyas barandas se despliegan en el aire como una escultura de la época del sesenta. Muy Di Tella. Con Filete porteño. Hay una winery en el sótano. Al comprar, el vino va a venir envuelto en una reproducción de una obra de un pintor argentino. Las habitaciones, probablemente, cada una sea de un pintor diferente. Con ploteados de cuadros o backlights. Rescatando la cultura argentina de nuestra época y hacia atrás.”
   Mientras cuenta lo que va a ser, casi como si estuviese hecho, María Suárez, quien fuera anterior directora comunal y hoy trabaja en el vecino Museo Casa Carlos Gardel, pasa de visita y acota dirigiéndose hacia mí: “Jorge es el Andy Warhol del Abasto”. Humildemente él dice que quien trajo a Warhol al Abasto fue Marino Santa María con sus Gardeles pop. Pero, queda claro a lo que apuntaba María. Toda su creatividad y capacidad de adaptación es muy Warhol. ¡Hasta parece que en el apart art hotel habrá filete porteño con diseño pop!
   Me cuenta que los artistas plásticos aún no están elegidos y que el hotel aún no está del todo vendido, pero que los que le han comprado departamentos todos tienen que ver con el arte.
   Luego insiste en la idea que sustenta la nueva movida. “Todo hotel es un «no-lugar», categoría que describió Marc Augé desde la filosofía y la arquitectura se la apropió. Un shopping es un no-lugar. O un aeropuerto es un no-lugar. Son lugares de tránsito donde no pertenecés. Un hotel de una cadena internacional es un no-lugar. Por ejemplo, Serrat está cantando por el mundo y en un momento dentro de un Sheraton se pregunta dónde está. Nuestra propuesta es todo lo contrario. Se posiciona en el extremo opuesto, o sea, no hay manera de que no sepas que esto es Buenos Aires”.
    Calcula que estará terminado para mediados del año que viene. “Esto va a traer una movida importante acá. La municipalidad se ha comprometido en hacer Zelaya peatonal, para que sea una calle de artistas. Con compañías de teatros de calle, profesionales. Es una tendencia que se está instalando mucho en el mundo y acá aún, pese a toda la gente que hace teatro, aún no está. Vamos a hacer una compañía de teatro en Zelaya”. Luego habla de la importancia de coordinar con los otros teatros. “Como se hace el Festival Internacional, pero acá en el Abasto”.
   Jorge Vidoletti es sin duda un soñador. Lo que lo destaca es que parece ser que es uno de los que logra ver concretados sus sueños. Por un Abasto pop, ¡suerte!

Rafael Sabini

Revista El Abasto, n° 101, agosto, 2008.

 
 

 

 

 

 

 

 

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