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Nada que ver

Cuando uno está por “ver” Teatro Ciego: La isla desierta, que presenta el Grupo Ojcuro carga con un montón de expectativas; ¿toleraremos tanto tiempo, a oscuras, sin que nos dé un ataque claustrofóbico? ¿Y cómo será esto de presenciar un espectáculo teatral sin hacer uso de la vista?
    Este viaje comienza ya en la antesala, cuando distintos asistentes del teatro nos explican, a la vasta cantidad de espectadores ansiosos que estábamos presentes, que a partir de ese momento se apagarán todas las luces del teatro y que si alguien se siente mal, sólo tiene que pedir ayuda y automáticamente será socorrido, porque alguien lo sacará de allí. Glup. La ansiedad, aún más, comienza a devorar a todos los presentes. Nos empiezan a conducir, entonces, a oscuras, hacia el interior de la sala. Vamos en fila india, apoyando nuestras manos en los hombros del que va adelante porque no se ve nada más. La adrenalina está a full. Con la mejor buena onda y toda la amabilidad de la que se es posible nos ubican los actores, para sentarnos. Y a partir de ese momento, los distintos sentidos comienzan a potenciarse. Comienza la función, y anida un murmullo casi constante de parte del público, supongo, que esto sucede por los nervios de la gente de encontrarse a oscuras totalmente. El cuentito de La isla desierta se desarrolla fluidamente e inclusive, puedo oír algunas muy buenas interpretaciones actorales. El acierto del director de este trabajo, José Menchaca, quien fuera, además, responsable de la única experiencia de este tipo en Latinoamérica hace ya más de diez años con un espectáculo que se llamó Caramelos de limón, es haber sabido poner al alcance de todos los sentidos del público (menos la vista, claro está) todo el argumento del que habla la obra de Roberto Arlt. Y, de esta manera, uno puede oír en ese espacio como teclean diversas máquinas de escribir, el sonido de las gaviotas sobrevolando una playa, el rumor del océano yendo y viniendo, lenguas extranjeras con sus pasos al lado nuestro pero también se sienten distintos aromas de especias diversas, el viento de una tormenta que desarregla nuestros cabellos y hasta algunas gotitas de agua que nos pegan de una de esas tormentas que se forman en esta historia.
   El bullicio del público muestra a las claras que no puede mantener fija la atención en el espectáculo, pese a lo novedoso de la propuesta. De todas maneras, esta versión de La isla desierta, por el Grupo Ojcuro es una ingeniosa apuesta, y si le llama la atención no está de más que se acerque y presencie usted mismo, de qué se trata esto que ellos dieron en llamar “teatro ciego”.

Marcelo Saltal
[email protected]

Obra: La isla desierta. Autor: Roberto Arlt. Elenco: Gerardo Bentatti, Verónica Trinidad, Mirna Gamarra, Marcelo Giammarco, Eduardo Maceda, Laura Cuffini, Juan Carlos Mendoza, Francisco Menchaca. Dirección: José Menchaca. Sala: Centro Argentino de Teatro Ciego.

Revista El Abasto, n° 102, septiembre 2008

 
 


 

 

 

 

 

 

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