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Ayer y hoy: ¿la misma identidad?

Hace una década que el barrio viene sufriendo los cambios que el shopping trajo de la mano de la modernidad. Sin embargo, todavía es posible encontrar resabios de su identidad en sus alrededores.
Hace un tiempo leí, al pasar, que la pertenencia a un barrio no era sólo una referencia geográfica, sino que definía un estilo de vida, una identidad, era una forma de anunciarse que se medía también por el espíritu de su gente.
     En la actualidad, el Abasto continúa siendo aquel barrio de principios del siglo veinte que se caracterizó por recibir calurosamente a los inmigrantes que venían a América en busca de nuevas oportunidades, hoy se reciben otras colectividades que tal vez sean prejuzgadas de forma diferente a aquellos europeos, pero que igualmente buscan algo mejor en nuestras tierras.
     Lamentablemente, la imagen estética y arquitectónica que hoy tenemos en el barrio, ya no cuenta con la riqueza y belleza de la original. Tristemente, cuando un extranjero o un vecino recorre hoy el barrio sólo se encuentra con una imagen prefabricada de lo que se supone fuera la identidad del barrio. Si alguien quisiera conocer los lugares donde Gardel conoció la fama, solo encontraría un hipermercado, un edificio de viviendas y un museo que rescata algo de su pasado.
Los proyectos inmobiliarios atrajeron nuevos vecinos e inversores al barrio. La modernidad también trajo consigo alguno que otro falso orgullo, muchos han empezado a decir que viven en el Abasto a partir del shopping.
    El barrio sigue siendo ese pedacito de la ciudad donde los artistas encuentran un lugar donde expresarse, donde el partido del domingo es la excusa de todo vecino para reunirse en el bodegón de la esquina, y donde el tango lucha por perdurar en su esencia original.
Es interesante el debate que podemos plantear entre las dos facetas que podemos encontrar. Por un lado, los vecinos de siempre, aquellos que nacimos en las inmediaciones del Abasto y que podemos defender la identidad del barrio y oponernos a esta moda demoledora de nuestro patrimonio. Por otro lado, aquellos nuevos vecinos que vienen junto con la modernidad, y que defienden el crecimiento inmobiliario y gastronómico.
    Ambas posturas son válidas, e incluso logran convivir diariamente llegando al acuerdo de que el barrio fue, es y será un emblema de la identidad porteña.

Catalina Cabana
[email protected]

Revista El Abasto, n° 103, octubre, 2008.

 

 
 


 

 

 

 

 

 

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