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“Ser un as”

El as fue primero la unidad monetaria entre los romanos; de allí pasó a denominar el punto único en los dados y una carta de alto valor en ciertos juegos como el póquer y el truco. El significado se extendió hasta abarcar cualquier figura que descuella en alguna actividad, como ocurre con los llamados ases del volante, del fútbol, del ajedrez, de la política. El primer empleo de la frase como ponderación se debe al periodismo francés. En 1917, los diarios comenzaron a tratar de “ases” a los aviadores que durante la Primera Guerra se distinguían por el gran número de máquinas enemigas que derribaban en los audaces duelos que entablaban hombres de tanta audacia y tanta pericia como el norteamericano Edgard Rickenbacker o “el Barón Rojo”, apodo del conde alemán Manfred Von Richstofen. Muchos de aquellos “ases del aire”, como el propio barón, murieron combatiendo. A partir de entonces, la expresión se impuso en la mayoría de los idiomas y se generalizó con el alcance que hoy le damos, de modo que el uso bélico inicial quedó prácticamente olvidado. Acotación pintoresca: según el hispanista José María Iribarren, la expresión ya existía en castellano desde mucho antes de la invención del avión. Pero con un sentido muy diferente. Entre los campesinos españoles, decir “fulano es un as” fue primitivamente una manera abreviada y sarcástica de calificarlo de asno. Pero hoy en la frase únicamente brillan las medallas del elogio.

Héctor Zimmerman

de Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato,
Editorial Aguilar, Buenos Aires, 1999.

Revista El Abasto, n° 105, diciembre, 2008.




 
 


 

 

 

 

 

 

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