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Una breve síntesis y análisis de un año duro en la Capital donde los cambios han demostrado ser beneficiosos para los aliados al macrismo, pero muy perjudiciales hacia los vecinos comunes

En un mundo al revés,
un 2008 de reveses

Luego de un corto período de gobierno de transición encabezado por Cobos, digo Telerman, asumió la nueva gestión electa hace ya un año, la del ingeniero, empresario y multimillonario Mauricio Macri. Con él muchos alertaron que volvería el neoliberalismo salvaje y la extrema derecha. Prometió una nueva política, pero demostró reproducir aquellas nefastas políticas antipopulares.
Los votantes sabíamos sobre su pasado, los negociados de autopartes y su juicio por contrabando; sus deschavadoras expresiones como la de los cartoneros que según él “robaban la basura”; y los otros negocios del clan Macri. Sin embargo, “porteñolandia”, “el bastión contra el menemismo” lo votó. El porteño quiso creer en los Reyes Magos. Y ahí lo tenemos ahora, y lo estamos padeciendo a diario.

Irregularidades del gobierno. Como jefe de Gobierno comenzó concentrado en la lucha por la policía propia mientras, en un sospechoso accionar, hace y rehace las calles porteñas. Los sectores más golpeados son los de siempre: los de más abajo, en lo que los trabajadores estamos incluidos. Se vienen denunciando una serie de irregularidades: el cierre y vaciamiento en el Parque de la Ciudad; la falta de estructura en las escuelas públicas y el retiro de las becas. Y como si fuera poco hace apenas unas semanas hubo denuncias de que una escuela para chicos en la calle se cerraba. La baja de inversión en los hospitales públicos la viene sufriendo mucha gente. Encima se anunció que se pretendía cerrar de un día para otro a los neuropsiquiátricos. Irregularidades más puntuales: su amigo el constructor Caputo utilizó predios públicos durante meses para la realización de una megatorre de lujo en Caballito, mientras a los cartoneros que a modo de protesta por la quita del Tren Blanco se habían asentado en una plaza de Belgrano, los echaron a palazos.

Funcionarios que no funcionan y empleados que no siempre son Gasallas. Mientras a sus funcionarios les aumentó considerablemente sus sueldos y a eso le sumó importantes incentivos por hacer su trabajo [sic] gastó fortunas en un censo a los empleados del gobierno porteño, según dicen, para que no haya ñoquis. Como no quedó conforme con el censo, les cambió a todos las tarjetas para cobrar sus sueldos. Prácticamente ninguna funcionó y los empleados gastaron, y algunos seguirán gastando, muchas horas de su tiempo libre para poder cobrar sus sueldos. Y ahora se viene la segunda: tarjeta de control.

Truchadas. Recientemente tenemos el fresco caso de los “diputruchos”, legisladores porteños del PRO que se votan entre ellos en su ausencia.
Otro signo de la truchada que caracteriza esta gestión es que se han puenteado las instancias de concursos públicos transparentes, por ejemplo, para los directivos de los hospitales públicos.
Otra truchada fue la descabellada promesa incumplida de los 10 km de subte por año... Culpando a la presidencia de la Nación el no respaldar el proyecto ante los organismos internacionales.
En el caso del periodismo vecinal que tiene pauta oficial por ley están eliminando medios disidentes con métodos censores dignos de la última dictadura militar. Esa nos toca de cerca (véase editorial y comunicado colectivo pág. 14).
Por otro lado, están las subas impositivas como la del ABL, las tarjetas... y los parquímetros que, donde antes se estacionaba gratis, ahora cobran. Todas medidas económicas que afectan negativamente a los trabajadores y a la clase media.

El problema habitacional. Los desalojos policiales, por lo general sin previo aviso, se han convertido en moneda corriente. Incluso con niños de por medio. Por otro lado el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) parece dibujado. Los créditos habitacionales no existen más, ni siquiera para las cooperativas de viviendas. Y la Corporación Buenos Aires Sur, que supuestamente tomó bajo sus responsabilidades el problema de viviendas en la zona sur, no muestra acciones concretas. Una asignatura más que pendiente. Estamos acá frente a un problema que se agrava y estados que no se meten para defender al más débil, sino, cuando lo hacen, es para apadrinar al poderío económico.

Gorilas y peronistas. Sin duda es simplificador ver nuestra historia como una lucha de clases entre “gorilas”, o sea defensores de los que más tienen, dispuestos a todo para mantener su poderío, incluso entregando el país y lo futuro versus peronistas que buscan justicia y bienestar social para todos. Reconocemos que es más complicado que eso. Pero también reconozcamos que hay una izquierda que no ayuda mucho, defendiendo a los que más tienen solo por oponerse al gobierno o, utilizando consignas tan simplistas como “inútil” al referirse tanto a Ibarra como a Macri. Ninguno de los dos es inútil. Ambos son útiles para algo. En el caso del que nos concierne más ahora, porque es el primer mandatario del gobierno porteño, su “utilidad” es claramente hacia su gente y su clase. Y eso nos lleva al extremo del gorilismo. Y lo que este tipo de gente no puede entender, cuestión hace años superada en Europa, es que los que más tienen deben ser menos avaros y permitir que la gente viva. Porque esto, como dice una amiga, se parece cada vez más a La Máquina del Tiempo… ¡y después pregonan por la seguridad! La seguridad comienza por tener seguro comida en la panza, y seguro un ingreso, un techo, ropa, educación, salud… Si eso no lo tenemos todos, los excluidos, en su desesperación salen a cazar. ¡Y eso le da pasto a las fieras que pretenden bajar la edad de imputabilidad!

Este año salieron los del campo a protestar porque quieren que le retengamos menos de sus múltiples ganancias cuando ellos se están recontrallenando los bolsillos con el dinero que le dan las tierras que están estropeando y que en definitiva son de la Argentina. Luego volvieron a gritar porque la presidenta, ante la crisis mundial y en concordancia con acciones internacionales, le puso fin al curro de las AFJP acá. Ambos síntomas de gorilismo.
     Entiéndase bien. Nuestro planteo acá no es la revolución ni crear la patria socialista. Ni siquiera socialdemócrata. Pretendemos, como cualquier hijo de vecino, que nos llegue algo. Queremos vivir dignamente. Los vecinos por lo general estamos tan ahorcados económicamente -y en nuestro caso hasta coartados en nuestra libertad de expresión- que se produce una tensión tal que se hace insoportable mantener el status quo que necesita el poder para seguir chupándonos la sangre. Tal vez el 2008 marcó un tope, que si bien puede seguir acrecentándose un poco más pareciera vislumbrar otro 19/20 dentro de poco. Espero que nos equivoquemos y que Macri lea estas líneas, recapacite y adapte su política en función del vecino común, no del de Puerto Madero.

Como fuere, un año que no le tiene nada que envidiar al 2001. ¡Brindemos con la sidra más barata, que por ahora, algunos, aún seguimos vivos!

Rafael Sabini

Revista El Abasto, n° 105, diciembre, 2008.




 
 


 

 

 

 

 

 

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