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CARTAS DE LECTORES


El dinero antes que la gente
Les quiero contar que el fin de semana fuimos con mi nuera y mi hijo a hacer compras al Carrefour que está en la Panamericana y se llama complejo Soleil. Lo cierto es que nos interesamos por una mesita para computación, y luego de esperar 15 minutos por reloj no apareció nadie a atendernos, así que le dije a mis hijos que yo me quedaba para ver lo de la mesa. Me recorrí unos metros y ví un señor con el emblema en su vestimenta y le pregunté por un vendedor y él me dijo: “Sra. Disculpe ya se lo buscaré, quédese en el lugar de los muebles”.     Bueno, esperé otros 15´, me enojé y me retiré. Al llegar a la caja donde estaban esperando mis hijos le dije a la cajera: “¡qué pasa que no conseguí que me atendieran!” y ella me contestó: “es que echaron a la mitad de los empleados y todos estamos sobrecargados”. Ahora bien, yo me pregunto: los grandes capitales extranjeros que se vienen a llenar los bolsillos en nuestra querida Argentina al menor temblor por la crisis la hacen fácil: en vez de ganar menos y tratar de que el empleado pueda conservar su trabajo, lo echan y asunto arreglado. A esa gente nosotos los manteneos comprándoles y realmente los considero indignos de nuestro apoyo. ¿No le parece?
Olga Pena


Si no hay buena madera, nunca tendremos una buena mesa
Escuchamos todos los días de boca de nuestro pueblo, que nunca hubo un buen presidente: Videla un asesino, Alfonsín un blando, Menem un corrupto, De La Rúa un idiota, Kirchner un zurdo, Cristina una ladrona. El congreso es una cueva de ladrones. Cavallo un delincuente vendepatria. En este país no hay justicia. Ibarra incendió Cromañon, Macri lo único que hace es romper las veredas. Y todo esto es verdad en lo absoluto. No lo dudo. […] Estoy sospechando que todos éstos no fueron buenos, pero existe una razón, para no tener una buena mesa, es porque en nuestra maltratada Argentina tenemos muy poco de buena madera. Cada nueve pinos, un roble. El problema no es de la copa de un árbol, si no su tronco que salió torcido. Las raíces y el tronco de un país son su gente, su pueblo. Y nosotros como pueblo somos aquéllos que trabajamos en una empresa y nos llevamos a nuestras casas, cajas de ganchitos, las lapiceras, sacamos fotocopias gratis, y si es una fábrica tenemos en el hogar una gran caja llena de herramientas con el sello de donde trabajamos, y si nos quedamos dormidos pedimos médico e inventamos una enfermedad; si pasamos un semáforo en rojo, le decimos al policía: ¿cómo se puede arreglar? Cuando necesitamos el registro para conducir, vamos a la puerta de la Dirección de Tránsito para coimear a cualquiera con tal de no hacer la cola y no dar el examen de manejo, y la prioridad la tiene el automóvil y no el peatón. Creemos que el carril derecho es el más rápido, depende nos convenga. Subimos a un colectivo y nos hacemos los dormidos para no ceder el asiento a un anciano. […] No respetamos las leyes y estamos llenos de faltas. Cruzamos la calle en la mitad de la cuadra. Pero eso sí, lo único que hacemos muy bien es criticar a las autoridades. […] Y nunca, pero jamás… nos miramos a un espejo. […] Eso que llamamos viveza criolla, el de irse de un restaurante sin pagar, estafando al pobre mozo que nos atendió y acusar al matrimonio presidencial de autócratas o dictadores, mientras que comentamos que esta mañana le cobramos de más a un cliente para cubrir los gastos del auto. Esa falta de calidad humana es lo que nos tiene realmente mal, y nos lleva por un peor camino que un mal presidente, porque éstos son, ni más ni menos, que nacidos aquí en Argentina, no en otra parte. No vinieron de Estados Unidos o de Marte, salen de nosotros, y si nuestros representantes, son unos estafadores es porque salieron de nuestras entrañas […]. Si mañana renuncia la presidenta y viene otro u otra, por mejor que sea, […] tendrá que seguir trabajando para hacer nuestra buena mesa, con pino, una madera blanda y defectuosa, que es lo que somos como pueblo, porque roble vas a encontrar muy poco, en tanto y en cuanto no cambiemos nuestras actitudes nosotros como pueblo. […] Si cada uno de nosotros nos miráramos al espejo, seguramente nos daríamos cuenta de quién es el responsable. Vamos anímese, usted tiene un espejo en su hogar… […] Con suerte comenzaremos a cambiar nuestra hermosa República Argentina. No paremos hasta ser nueve robles y un pino.
Edgardo Colombo


Vacas flacas
Amigo Sabini: Son tiempos de vacas flacas, y también de revistas flacas. Menos hojas, pero no menos calidad y compromiso con la realidad que nos rodea. Los que todos los meses nos sentimos homenajeados con el regalo de su revista preguntamos: ¿Qué podemos hacer para colaborar con la misma? Lo saluda con la mayor estima,
Horacio Vázquez

Gracias, Vázquez, por los elogios, aunque más que nada por su preocupación. Leyéndola ya colabora bastante, porque sin lectores (u oyentes) un medio no tiene sentido de existencia. Aportando información, cartas, etcétera, o sea, siendo un lector más activo el aporte crece y se agradece. En otro plano los anuncios y las subscripciones permiten la solvencia material del medio. R. Sabini


Revista El Abasto, n° 107, marzo, 2009.




 
 


 
 

 

 

 

 

 

     

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