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Ante las elecciones: entre un gobierno que no hace lo que predica y el capitalismo de la entrega a lo transnacional...

¿Hacia dónde va la Argentina?

El conflicto que ha surgido entre algunas acciones del gobierno argentino y otras acciones del mismo gobierno nos da una idea de las dificultades en que estamos metidos para hacer frente a las sucesivas crisis que han estado apareciendo en los últimos años.
   Una crisis alimentaria mundial que, como todas las crisis, afectó muchísimo más a países más vulnerables que a otros: desde 2006 mostró el rostro de la desesperación y la muerte en países como Egipto o Haití.
   Aunque Argentina mantiene una atroz cantidad de seres humanos por debajo de lo que se llama “línea de indigencia” su situación, problemática y todo, no llega a los espantosos niveles de la hambruna más o menos generalizada.
   En 2008 el mundo entero, esta vez a través de las anchas puertas de EE.UU., pareció entrar en una crisis financiera que por supuesto, va sobrepasando el espacio simbólico, electrónico, oficinesco, papeloso, y se va introduciendo en la economía como un veneno de acción lenta pero deletérea: la disminución de los ritmos de producción se deja sentir cada vez más.
   Ahora en el todavía nuevo 2009 estamos en presencia de una crisis sanitaria. Sus dimensiones son tan ridículas, en comparación con tantos otros males viejos, como la gripe común (que en el 2008 terminó con la vida de un millón de seres humanos en el planeta) o el Mal de Chagas, que sólo en Argentina tiene entre dos y tres millones de afectados (lo cual significa muerte prematura para un buen porcentaje chagásicos), que uno tiende a pensar que más que una crisis sanitaria se trata de una crisis psíquica en gran medida motorizada por los medios de incomunicación de masas.
    No son por cierto las únicas crisis en curso. Tenemos por delante un enorme debate ante el calentamiento cada vez más inocultable de la superficie terrestre (y, lo que es mucho más importante, por su extensión, de la acuática).

Si uno repasa estas “crisis” va a encontrar muchos vínculos entre ellas y muchas ramificaciones. El estilo sedentario de vida, obesogénico, por ejemplo, tiene mucho que ver con el automovilismo que ha reducido muchísimo la necesidad de “mover el esqueleto” a mucha gente, seducida por la comodidad del coche. Si uno observa atentamente va a encontrar a más de un vecino que ha engordado demasiado en los últimos cuatro o cinco años y podrá ver cómo muy a menudo coincide ese tiempo con el que hace que ese vecino compró un auto…
   Y el automovilismo, junto con la aviación generalizada, están detrás de varios aspectos críticos de la sociedad que vivimos: hay una crisis energética asociada con el dispendio de fuentes de energía a muchísimo mayor ritmo que cualquier recuperación de energía posible: son los vehículos a motor de explosión los directamente responsables del creciente agotamiento del petróleo. Pero además elpetróleo quemado en la combustión genera a su vez otra crisis para todos nosotros, aunque no nos demos cuenta cotidianamente: el crecimiento, cada vez más descontrolado de dióxido de carbono en la atmósfera, principal responsable del efecto invernadero y con ello, del calentamiento global; el aumento de temperatura promedio en el planeta, lo que va llevando a templar las zonas frías y a desertificar y hacer invivibles las zonas tórridas.
   Hay gente necia que, viviendo en zonas frías se alegra de la perspectiva de que se entibie su entorno; por ejemplo el tecnócrata Héctor Huergo desde Clarín Rural considera bueno el calentamiento global porque permitirá extender el área de cultivo de la soja. Por suerte tales extremos de miopía mental no son tan frecuentes, o al menos no se los explicita tan frecuentemente, aunque existen los suecos que se alegran ante la perspectiva de poder plantar duraznos en su tierra en lugar de tener que saborear los italianos o hay petroleras que han informado con alegría que se han abaratado mucho los costos de perforación de los hielos árticos para extracción del “oro negro” porque antes tenían que perforar enormes capas de mucho grosor y ahora apenas “capitas” mucho más delgadas…

Repasando entonces estas crisis que acabamos de reseñar y unas cuantas más que ni hemos nombrado, lo que vemos que las une es un estilo, una política, que es el consumo de todo a toda hora y en cualquier estación, la producción ilimitada, el crecimiento económico constante, el aumento sostenido de las exportaciones…
   Todas esas medidas van de la mano con la expansión irrestricta de las transnacionales… y de los estados, pero los del Primer Mundo, modelando “el mercado global”.
   Y bien: al lado de ese proceso mercantilizador, en Sudamérica conocemos otro, vinculado con cierta afirmación antiimperial, de rescate de lo propio, del “vivir con lo nuestro”, de la creciente participación del tejido social no ya como consumidor cada vez más apresurado, intenso y hasta atragantado sino como cooperador, forjador de sus propias instancias. Esto se ve con el afloramiento de instituciones y agrupaciones aborígenes en Bolivia, que el gobierno ha procurado visibilizar para que los nativoamericanos adquieran la estatura social humana que se le ha negado durante cinco siglos, se lo ve en Venezuela con actividad social también entre las capas no dirigentes, se lo ve en Ecuador, aunque haya diferencias y conflictos entre la nueva presidencia y la CONAIE, la organización de nativoamericanos que nuclea a las muchas etnias que pueblan y caracterizan ese país.
   En Argentina, como en otros países latinoamericanos han brotado asambleas autoconvocadas dedicadas a enfrentar sobre todo el avance, arrollador, de las transnacionales interesadas en proseguir el saqueo centenario.
   Argentina parece estar jugando en los dos equipos: hace punta en América del Sur junto a los países que enfrentan la hipercapitalización y los estragos del saqueo, presentándose como aliada de Bolivia, Venezuela, Ecuador, pero entrecasa, el gobierno acepta dejar el cuidado de los glaciares a las empresas, como en tiempos menemianos el gobierno dejara a Monsanto el cuidado de la agricultura “nacional”; sigue “chupando rueda” de la soja que es en el mundo actual la caracterización más cabal de lo que se llama capitalismo, aunque reconocemos que se han producido ciertos rebajes y retoques a la sojización generalizada, avanza en el área de los derechos humanos y su violación sobre todo militar en tiempos de dictadura pero no parece tener la misma sensibilidad con otras violaciones mucho más recientes a los mismos derechos humanos…
Reconozcamos además, para complicar bien el cuadro, que lo que se llama “la oposición” no es sino el restauracionismo más “puro y duro” del capitalismo rey, la entrega a lo transnacional devenido manjar delicioso y el alegre cabalgar a las grupas de “la seguridad”.

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]

Revista El Abasto, n° 109, mayo, 2009.






 

 

 

 

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