El tango y nuestra identidad
Aclaremos desde
un principio, no todos los porteños
son adeptos al tango. Algunos lo consideran
parte de la ciudad, y otros tantos ni lo
consideran. Está preestablecido,
que el tango sea la expresión cultural
de Buenos Aires, y la música que
lo identifica; es casi un decisión
política.
Tangencialmente,
el tango roza a cada porteño. Ya
sea por la historia familiar, por la historia
personal, o por el barrio en el que creció.
Muchas veces es la música, y muchas
otras son las letras, las que identifican
al porteño. Los tangos suelen hablar
de nostalgia, abandono, tristeza, de las
madres y amores desencontrados. Sin embargo,
no todos son melancólicos, incluso
hay varios sobre amores correspondidos y
con final feliz. Contra la creencia popular,
el tango no es un ritmo triste y llorón,
por el contrario, despierta sentimientos
y genera una actitud.
El tango no es simple,
a pesar de su transparencia, de entender.
No todos los que participan, saben realmente
lo que implica o significa. El tango genera
una actitud, al caminar, al mirar, al hablar.
La música, las letras, el ritmo o
su cadencia, no todos lo comprenden, pero
de alguna manera llega. Como dice Gottling:
Se trata de una manera de ser, y de sentir,
de un aire interno, de un estrecho código
de conducta.
El porteño
es nostálgico, obvio que existen
optimistas e idealistas que miran hacia
el futuro en espera de lo que vendrá,
pero tiene ese dejo de que todo tiempo pasado
fue mejor. “Tiempos Viejos”,
de Canaro y Romero remite a aquellos que
añoran el pasado, con sus costumbres,
amigos y mujeres fieles de gran corazón.
Nuestro personaje
emblemático del barrio, Carlos Gardel,
es la respuesta a la porteñidad.
Es tan contradictorio como el porteño
mismo, es aquel que es sin ser, y la leyenda
de lo que, tal vez, queremos que hubiera
sido. Es una necesidad secreta del porteño.
Catalina
Cabana
[email protected]
Revista El Abasto, n° 112, agosto,
2009.