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La resistencia en Andalgalá, Catamarca:
un pueblo que dijo “BASTA”

Minería a cielo abierto


La población de Andalgalá ha dicho basta. Y lo que algunos ya llaman el andalgalazo y nosotros vemos como una suerte de Segundo Esquel
* empieza a ser un acontecimiento que nos otorga un momento de reflexión para entender los porqués.
  ¿Por qué ha dicho basta? ¿Acaso no usa la humanidad el mineral que precisamente proviene de todas las minas?
   La cuestión es más complicada. La minería siempre ha arrasado la vida y la salud. De los mineros. Sin embargo, ha sido posible mejorar las condiciones laborales, establecer medidas de protección que, al menos en países no coloniales, han permitido una extracción minera no tan gravosa. Enfermedades, empero, como la silicosis o las pulmonares producidas por la extracción de asbesto o de mineral radiactivo nunca han podido ser evitadas.
  Esa modalidad minera, tradicional, es la del tiempo de las vetas. La minería vetiforme es una especie casi en extinción. Hasta hace unas décadas, cuando una mina presentaba muy baja ley (es decir un porcentaje muy pobre del mineral buscado) se cerraba, se clausuraba y a otra cosa.
  Ésa era la minería que no dañaba el ambiente salvo el entorno inmediato y la salud de los mineros (por eso, las ciudades edificadas en función de una extracción minera, al lado de los socavones, presentaba ese aspecto enfermizo, lóbrego, con el polvo de la mina).
  Pero cuando la minería de vetas se extingue, al menos en una serie de minerales estimados, como el cobre y el oro (y una serie de minerales de volumen menor que suelen venir juntos, como el molibdeno), los desarrollos tecnológicos de las empresas del rubro “le dieron con la tecla”: abolir la noción de “baja ley” y mediante procesos químicos precipitar el mineral existente aun en proporciones tan mínimas como apenas unos gramos por tonelada. Para ello se procede a moler montañas (a veces hasta hacerlas polvo, literalmente con corpúsculos de dos micras, a veces dejando guijarros de hasta 2 cm de diámetro), luego a separar esa piedra molida entre la que contiene partículas buscadas y la que no y a esta última depositarlas en “escombreras”.
   La otra parte de la montaña o el suelo molido son sometidos a una sopa química con cianuro que precipita los minerales buscados. La sopa se hace con una proporción abrumadora de agua; por eso este sistema de extracción química demanda tanta agua que queda de inmediato contaminada con elementos tóxicos para la vida humana y en general (para 50 gr. de cianuro se necesitan mil litros de agua, una tonelada de cianuro exige 20 000, léase bien, veinte mil toneladas de agua que la minería devuelve contaminada, que no se puede usar ni para cultivos… El desecho de este material, después de precipitar los compuestos con cianuro y el metal codiciado, va a los “diques de cola”, enormes depósitos transitorios establecidos de acuerdo con las hondonadas del suelo, y que no constituyen sino bombas de tiempo, para que a su vez drenen en cursos de agua de superficie o subterráneas y cuelen a las napas.
   La cuestión entonces es si para extraer tales minerales hay que pagar semejante precio. E inmediatamente la pregunta: ¿quién lo paga?
  A unos 80 km. de Andalgalá se explota desde hace ya doce años la mina más grande de la actualidad argentina, Bajo La Alumbrera. Y desde entonces, un puñado de vecinos ha estado bregando contra tal explotación. Denunciando lo que podría empezar a suceder, bloqueando las rutas para el suministro o la extracción, luchando por impedir la aprobación de avances de semejante minería.
   Bajo La Alumbrera está siendo explotada por una serie de empresas mineras argentinas, suizas, y las canadienses Goldcorp. Inc. y Northern Orion Resources Inc. Esta última ha conseguido la promesa de apertura de la mina Agua Rica -hasta el nombre es un escarnio- a 16 km. de Andalgalá. Entonces, lo que era un puñado de refractarios se convirtieron en un caudal de resistencia mayor.
Sabían que si tenían problema con el agua por La Alumbrera a 80 km. lo que podría sobrevenir con Agua Rica, casi al lado de la ciudad, iba a ser mucho peor.
Pero la codicia rompe el saco: en el nuevo proyecto la Northern Orion evaluó como apetitoso el suelo debajo de las viviendas de un buen sector de Andalgalá.   Y el poder político otorga semejante concesión: Pilciao 16.
   Y allí fue el acabóse.
   Los políticos advertidos -lo que ha pasado en Esquel, el conflicto en Gualeguaychú, no han pasado en vano- decidieron “construir” la licencia social, llamando a una marcha pro-minera. Como bien dice Horacio Machado Araoz, cronista: “'Minería' así, a secas, sin adjetivos ni explicitaciones; para qué vamos a entrar en los detalles de su carácter transnacional, de las voladuras, de su pornográfico consumo hídrico y energético, del descomunal desbalance en el reparto de ganancias y de costos […]” **
   Y ante la apuesta de los políticos, son miles los pobladores que hacen una “caminata” contra la malograda “marcha” impulsada por el gobierno y los medios de incomunicación locales. El gobierno municipal insiste: ante la resistencia, judicializa la protesta, amenazando con represión. Resultado final: son miles los que apoyan el bloqueo a la empresa, arrasan con sus oficinas, con el municipio y ocupan el centro de la ciudad.
  El conglomerado empresario le pide al poder político que suspenda el proyecto. Y el intendente Nieva queda finalmente colgado del pincel y da marcha atrás.
Los pobladores reclaman una verdadera consulta a la población. En Esquel, los que creían que iban a ganar el plebiscito no llegaron al 16 % de los votos. No le auguramos algo muy diferente si quieren apostar con los soliviantados vecinos de Andalgalá.
   La pregunta es por qué empresas, generalmente del Primer Mundo, aunque con actividad principal en el Tercero han encarado un método químico de extracción de minerales, necesariamente tóxico. Consideramos que es porque no les importa el destino de la contaminación. Algo que a los lugareños sí les importa.
   ¿Cuál es el precio que hay que “pagar” para disponer de cobre u oro? Nos parece, como a los vecinos de Andalgalá, que no cualquier precio. Hay límites. Algo que con el optimismo tecnológico, el mundo de las grandes empresas transnacionales, parece ignorar.
   Y la otra pregunta es: ¿para qué semejante, inaceptable precio?, ¿para ampliar el consumo de ricos y la marginación de pobres? Menos aceptable todavía.

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]

* En Esquel, en marzo de 2003 un plebiscito arrasó con las pretensiones de la minera canadiense Meridian Gold, el gobierno provincial, el municipal y las “fuerzas vivas” de la ciudad porque una red de vecinos consideró insensato recibir las migajas del emprendimiento al precio de la salud ambiental y por lo tanto de la salud, a secas y conquistó el 84 % de los votos del plebiscito.

** “Andalgalá resiste: el tiro por la culata”.


Revista El Abasto, n° 118, marzo, 2010.


 

 

 

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