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Maestro Miguel Genuth, una vida dedicada al yoga y al yudo

Salud espiritual reflejada en el cuerpo


En un ambiente familiar, “hay muchos que vienen con sus hijos”, me cuenta el maestro Genuth, que sigue transmitiendo los milenarios conocimientos de yoga, en el linaje de la orden ascética Shankaracharia, al haber estudiado en la India con el gran maestro, “maestro de maestros”, Gurú Swami Mowna, yogui que aún dirige la escuela Ashram fundada por Shan Kara hace 1200 años.
  Me cuenta que hace ya décadas Swami Gurú Devanand Maharaj que por aquel entonces vivía en Trinidad Tobago vivió dos años con él acá, impulsado por el gran maestro de la India que le insistía en conocer a su discípulo de la Argentina. Viajaron juntos por Sudamérica enseñando y expandiendo sus saberes.
Durante los años ´68 al ´74 el maestro Genuth tuvo un programa diario de yoga por televisión (Canal 9).
  En su caso personal, al yoga siempre lo acompañó el yudo, donde ha competido en altos niveles y donde formó parte, durante varios años, del cuerpo técnico del círculo de cinturones negros de Argentina. Me recuerda una anécdota en que había clasificado para un mundial que se suspendió porque justo ese año le habían hecho el golpe a Perón. Al competir representaba a San Lorenzo de Almagro.

¿Me quiere contar en qué año comenzó estudiar yoga?
Le puedo decir que vengo de una familia muy espiritual, de Hungría. Vinimos a buscar un país de paz y de tranquilidad, como Argentina, en aquellos tiempos. Vine de chico. Pasamos por Entre Ríos... Cuando terminé la primaria tenía que seguir estudiando así es como me vine a Buenos Aires y tuve la suerte de encontrar la Biblioteca Teosófica donde entré en contacto con lo naturista vegetariano. La Biblioteca Teosófica, en aquellos años -´42 o ´43, tiempos de guerra- estaba en Sarmiento 2478, subsuelo. En aquella época se hablaba mucho de orientalismo y ahí hacíamos yoga.

La Biblioteca Teosófica... ¿Sabiduría de Dios?
Exacto. Pero de una forma que no interfería en la creencia de nadie, iban cristianos, judíos, musulmanes y ahí nunca hubo jamás problema. Porque ante el único, eterno y absoluto, Dios, es necesario que haya también religiones, que significa “re-ligar”. El yoga, nunca terminó en religión. Toda religión empieza como una filosofía, para mejorar nuestra vida, pero cualquier filosofía a la que se le admiten mitos, ritos, leyendas, se enriquece en una religión. De acuerdo con el lugar, el idioma, hábitos y costumbres hay diferentes religiones, como una forma de religarse, buscando al creador. O como aquí lo llaman, Dios, en India le dicen Brahma, otros Jehová, en fin, lo importante es que no tiene nombre. Todos llevamos algo de él, una chispa, una gota del océano, no importa. Lo importante es que cada unos se vaya descubriendo y realizando como ser humano, no porque tenemos forma humana, sino por lo humano que tenemos dentro de nuestra forma. A través del alma, ahí somos todos iguales, ahí no hay diferenciación, a través del alma, del amor… Uno dice razas humanas, hay una sólo raza humana y religión, una sola.
   En la Biblioteca Teosófica había un cuadro que decía “no hay religión más elevada que la verdad”. Porque cuando descubrimos la verdad nos desatamos de todas las cadenas, de la ignorancia, del conocimiento, y logramos la libertad…
El yoga ante todo no necesita re-ligarse, porque ya nos sentimos ligados al uno, al que todos estamos ligados, como al sol. No necesitamos que nos prediquen que Dios existe, ni que Dios castiga, ni nada de eso. Dios no castiga. Dios es amor divino, como una madre. Las religiones tratan de un Dios castigador. Pero nosotros pensamos que si no está en el pensamiento de uno lo malo, entonces no está en ninguna parte. Primero está el pensamiento, después la acción. El yoga no necesita religarse, ya nos sentimos ligados, como los aborígenes que creen en la Pachamama. Uno dice “son salvajes”, y ¡no! ellos quizá son mucho más religiosos, están ligados a su madre tierra. La que tanto necesitamos porque nos da de comer, nos da sus frutos, nos da equilibrio... y uno la contamina, la pisotea, la intoxica e igual termina cobijándonos. Ellos hacen ofrendas a la madre tierra, ellos son en definitiva mucho más civilizados de los que creemos que somos los civilizados. Y tampoco bendicen las armas. Porque matar un ser humano es como matar a todos los humanos del mundo. Y sin embargo, hay quienes bendicen armas. ¿Cómo puede ser eso?
   Estamos todos ligados, y no solo los humanos, sino todos los seres. Como dice el refrán, “cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”. Es una gran verdad, hay perros que hablan y hay humanos que solo ladran, no se han identificado con su humanidad.

Con el tema de la reencarnación…
No tratamos ese tema. Pero eso sí, consideramos que hay seres que ya nacen con un gran conocimiento y que necesitan del maestro para que los ayude a reencontrarse. Ese “conócete a ti mismo” que predica todo gran filósofo es para que uno se reencuentre con ese algo que uno ya lleva adentro. Y es necesario de un maestro, como Jesús que necesitó de Juan el Bautista, no porque era inferior a él, sino para que lo ayude a reencontrarse. Entonces, para nosotros los maestros, son los puntales que nos van guiando en el camino, el resto lo tiene que descubrir uno. Autorrealización, ése es el primer paso. La conquista de sí mismo. Luego vendrá el reencuentro con su creador. En yogui le llama samadhi, es el octavo, último estado.
   Antiguamente se enseñaba todo de boca en boca, todos los libros sagrados. Luego se fue desarrollando la escritura y se escribía en parábolas. Hasta hace 2200 años, un gran maestro, concentró la milenaria sabiduría yoga en los Yogasutras, ocho estados para que el hombre se vaya reencontrando, divinizando, perfeccionando y ¿descubrir todo lo que está latente en cada uno.

Me recuerda el camino de Siddhartha de Herman Hesse…
Claro, gran escritor. Escribió Siddhartha sobre Gautama, basándose en la vida del Buda. Hay más de seiscientos escritos sobre la vida del Buda, pero el que más gusta es como lo describe Herman Hesse. Buda no creó una religión, sino mostró al pueblo cómo encontrarse a sí mismo. Después se ha hecho religión, al igual que Cristo, Jesús, que comenzó intentando liberar a sus hermanos hebreos que estaban bajo el yugo romano. Después se ha hecho religión. Y en el mismo lugar donde se arrojaron a los primeros romanos a los leones está hoy la curia, el Papa… ¿Cómo es la vida, no?
  Es interesante como se enseña el yoga. Primero está la parte oral, los libros sagrados, luego la parte escrita. Pero lo que vale más la pena es lo oculto, hay cosas que no se pueden describir con palabras. Uno puede leer y memorizar y repetir como un lorito, convertirse en un “libro abierto”, otra cosa es lo que realmente uno sabe. Y eso está en lo oculto. Los libros sagrados fueron escritos por grandes mentes pero cada uno lo entiende de acuerdo con su mentalidad.    Por eso la Biblia tiene los exégetas, que explican qué significa, para que todo el mundo lo pueda entender. Pero si uno está más preparado no lo necesita, ya está en eso. En el yoga pasa lo mismo, o sea, no es una religión, no tiene tradición, ritos, ni templos, y tampoco interfiere en la creencia de nadie a tal punto que todo el mundo lo puede practicar, tanto en Rusia como en Israel.
   Acá en Occidente atrae mucho la parte física, porque hay mucho problema con el cuerpo, por malos hábitos, malas posturas. Pero el yoga no interfiere, sólo enseña cómo mejorarlos, en las costumbre y hábitos. Si fuma, ir evitando; si come alimentos tóxicos, que los conozca e ir evitando; si tiene malos pensamientos darse cuenta que hay que ir elevando el nivel de conciencia.

Cuénteme la llegada que tenía el yoga en su momento por lo que usted lo lanzó con el yudo…
Acá se desconocía en los sesenta. No se sabía su filosofía. En el año ´35 nos visitó Krishnamurti, ¡un gran filósofo contemporáneo que murió hace pocos años! Dio una conferencia en la Biblioteca Teosófica y vinieron varios curas. Y al final, con las preguntas le dijeron que era un incivilizado, un salvaje, porque “ni mencionó a Dios”, y él dijo “no necesito predicar ni mencionar a Dios, no tiene forma ni estado, lo veo a Ud. y lo veo a Dios”. Lo trataron de todo, a tal punto que dijo “a este país salvaje no vengo más” (risas). Dejó un librito en Kier de esas charlas, pero ya no se encuentra. Él hablaba mucho de que el maestro estaba en cada uno. El yoga no necesita predicar ni hablar de Dios. ¿Por qué buscar a Dios? porque existe y está adentro nuestro; ¿por qué buscamos amor?, porque existe y está adentro nuestro. A través del amor nos entendemos todos. A través de la razón podremos no estar de acuerdo. Con amor todo se arregla.

¿Cómo comenzó Ud. con el yudo?
Acá en Argentina había algunos japoneses de antes de la guerra que venían con ese antiguo espíritu samurai, que enseñaban el arte como corresponde. Ahora se ha occidentalizado mucho, requiere más fuerza, menos arte, está muy competitivo. La idea era que uno chiquito pudiera enfrentarse con uno mucho más grande. Claro que eso requiere mucha práctica, mucha técnica.
Recordemos que el yudo nace con un maestro que observaba como la nieve se iba acumulando en las ramas de los árboles, donde algunas gruesas crujían por el peso de la nieve, mientras unas ramitas chiquitas hacían un movimiento flexible y descargaban su carga. Así nace la idea del Ju- Do. Ju significa “flexible”, do “camino”.
   En ese arte llegué a 4° Dan, [¡en 1965!] trabajé en la parte técnica, un yudo espiritual. Yo quería enseñar yoga, y gracias al yudo lo logré. Primero tenía un 90 por ciento de alumnos de yudo y 10 de yoga y ahora todo yoga.
De todos modos a mis alumnos de yoga les doy algunas técnicas de yudo. Hay que conocer, para no necesitar. Y aún practico a la par. Siempre buscando desarrollar las cualidades espirituales, generosas, el amor, la paz, eso evita tantos miedos, tantos problemas. Ser capaces de estar saludables, seleccionar sus alimentos, como respirar, como relajarse, como poder contactarse. Ser humano por excelencia. Uno debe comprender que no todos somos iguales, como una madre que tiene varios hijos y ella sabe como llevarlo, como entenderlo.

¿Qué diferencia hay en el curso del que hace yoga para sentirse bien del que hace la maestría?
Con la maestría además de la práctica tienen muchos textos. Una maestría toma entre dos y diez años, pero siempre hay algo más por aprender. Tengo discípulos que ya no siguen practicando por un tema de edad, pero saben como enseñar, saben como dar la práctica teórica y la parte literaria.

Por último, unas palabras sobre el barrio...
Siempre he vuelto a Almagro. He vivido en Constitución. Y en Entre Ríos tuve un gimnasio muy lindo. Buscando la naturaleza, San Marcos Sierra, Córdoba, donde hay una colonia naturista, vegetariana. Pero no hay nada que hacer, por hache o por be siempre se vuelve al barrio. Aquí estamos con mi compañera Elsa que es una gran espiritualista. Aquí (Medrano 290) estoy desde el año ´79 y a la vuelta, por Días Vélez 4015, estuve un par de décadas.

R.S.

Revista El Abasto, n° 119, abril 2010.



 

 

 

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