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¿Más maduros o de capa caída?

Este mes se cumplen 200 años de la Revolución de Mayo, cuando se creó la Primera Junta patria. Un paso, entre tantos, importantísimo, para la independencia que se logrará en 1816.
   Cuando la Argentina cumplió sus primeros cien años tenía como presidente a José Figueroa Alcorta y a primera vista puede parecer que se lo festejó con un sentimiento de euforia plasmada en monumentales obras y grandes eventos.
   En aquel entonces la ciudad toma otra forma, hacía años que pretendía dejar de ser “la gran aldea”* para llegar a ser una metrópolis.
   Por aquel entonces se hicieron el Gran Hotel, el Majestic y el Plaza; la Casa de Gobierno, el Palacio del Congreso, el Teatro Colón y los grandes bancos. Y sedes como la del Jockey Club.
   La Plaza de Mayo se redefinió con los edificios que la rodeaban como la Casa Rosada, el Banco de la Nación Argentina, la Bolsa de Comercio, entre otros. Se crearon importantes espacios verdes: Plaza Constitución, Parque Centenario, Parque de los Patricios y Parque Lezama.
   El Centenario fue un momento excepcional para la escultura en los espacios abiertos. Se realizaron homenajes a próceres y hechos históricos que habían quedado pendientes, como estatuas a Saavedra, Castelli, Paso, Beruti, Rodríguez Peña, Posadas, Matheu, Las Heras, Dorrego, Brown, Balcarce, etcétera.
   En 1911 comenzaron las obras para la Línea A de Subte, se amplió Puerto Madero y en seguida se inauguró la estación de trenes Retiro.
  Los festejos del Centenario tenían como eje principal las exposiciones: de Arte, de Higiene, de productos españoles, de Agricultura y Ganadería para lo que se realizaron importantes pabellones y edificios. En aquel momento venían personalidades de todo el mundo para los festejos. Y varios países nos obsequiaron invaluables monumentos…

Sin embargo, pese a toda aquella pompa la Avenida Rivadavia dividía la ciudad en dos: hacia el sur los conventillos con inmigrantes y trabajadores, hacia el norte los palacios, las grandes tiendas, los clubes. Desde el gobierno habían hecho empalizadas para que no se vean los convoys donde vivían los pobres… aunque no pudieron tapar la rebelión obrera. Por aquella época los inquilinos de los conventillos reaccionaron uniéndose en huelga de alquileres ante la sobreexplotación en los precios de dichas rentas con el triste resultado de muertos por doquier por la brutal represión policial. Un joven anarquista, Simón Radowitzky, le había puesto una bomba mandando al otro mundo al jefe de policía, Ramón Falcón. Los sindicatos expresaron su descontento ante la situación de desigualdad social y económica. La CORA y la FORA, dirigidas por las corrientes socialista, sindicalista revolucionaria y anarquista, realizaron protestas y amenazaron con huelga general. Pedían la derogación de la Ley de Residencia, que habilitaba al gobierno a expulsar extranjeros sin el debido proceso. El gobierno impuso estado de sitio y la policía reprimió a los manifestantes. Los partidos obreros se fragmentaron y la huelga no se concretó.
   Repasemos. El gobierno entre 1890 y la Primera Guerra Mundial en el país fue conducido por la llamada Generación del ´80, donde el único partido, el PAN (Partido Autonomista Nacional) monopolizó el poder mediante el fraude electoral y la represión a los obreros que protestaban. Durante ese cuarto de siglo el general Julio Roca fue la figura más destacada, uno de sus “logros” había sido “exterminar” el problema con los indios mediante un genocidio mal llamado la “Conquista del desierto”. Contaba con el apoyo militar y el poder económico de los estancieros. En ese período la deuda externa dio un gran impulso incrementándose a pasos agigantados. Fue la época que marcó el modelo agroexportador.
  Para la oligarquía, los actos del Centenario fueron una demostración de poder y grandeza, pero para las clases bajas fueron una serie de eventos excluyentes.

Las diferencias sociales persisten, aunque hoy los hijos, nietos o bisnietos, de aquellos inmigrantes son argentinos. Se habrá cambiado el conventillo por un dos o tres ambientes con alquileres sobreevaluados; mientras, vienen nuevas camadas de otros lugares a hacinarse en hoteles de mala muerte en busca de una tierra más generosa.
   Los actuales festejos por el Bicentenario no pueden compararse con aquellos que se festejaron cuando la Argentina cumplió el primer siglo. Se desvaneció la propuesta del gran monumento. Tenemos la reapertura del Colón renovado y la intención de hacer del Correo Central un gran centro cultural. Si a eso le sumamos un par de eventos con escenarios por el centro no parece gran cosa.
   Pero en definitiva lo realmente importante es nuestra calidad de vida cotidiana. Creo acá que más allá de fastuosos festejos y monumentos -que implican endeudamientos- debemos estar orgullosos de haber salido de aquella pesadilla que explotó hace menos de una década -cuando desde la ciudadanía resistimos activamente un nuevo estado de sitio- y sentir que estamos dando un vuelco hacia una Argentina incluyente, para todos. Hay tensión. Los que vienen acostumbrados a manejar todo a su antojo lo quieren seguir haciendo como siempre. Y hay dinero, ellos no pierden por que otros retornen al sistema. Ahora es de esperar que esta nueva Argentina verdaderamente potencie a quienes trabajamos -o hayan trabajado mereciendo una jubilación digna- pues en definitiva en los trabajadores, y no en la rentas y las finanzas, radica la verdadera riqueza de un país…
   ¡Por último, argentinos, solo me resta desearles a todos un muy feliz cumplesiglo!

Rafael Sabini
[email protected]


Revista El Abasto, n° 120, mayo 2010.



 

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