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En nuestro país los canales
de infiltración artístico-culturales
han sido utilizados a través
de un proceso deformante
basado en canciones de protesta,
exaltación de artistas
y textos extremistas,
teatros de vanguardia u obras (…)
en las cuales aparece
siempre el “mensaje”
colocado de la manera
más inocente posible.

Prof. Francisco Angel Carcavallo
Subsecretario de Cultura, Buenos Aires, 1976

El 24 de marzo de 2013, se conmemoran 37 años de la última dictadura militar en Argentina. Vale aclarar que aquella fecha tuvo un antes y un después donde es preciso reconocer el recorrido que habla de cómo se fueron construyendo los invisibles barrotes, los alambrados de púas, los muros que fueron encerrando no sólo a nuestro país sino a toda la América del Sur y al mismo tiempo el asedio a la subjetividad, las ideas y los derechos de sus pueblos.
    Apreciar la poderosa fuerza emancipadora que guarda en su núcleo silente la música, es una tarea que hoy podemos observar con mayor detenimiento y registrar en toda su dimensión. En este artículo elegimos hacer este camino por medio de la lectura de los claros embates que ella y sus artistas sufrieron durante la vigencia de nuestra última dictadura cívico-militar y también de otros totalitarismos a través de la historia.
    En el silencio de la naturaleza (no porque no emita sonidos, sino porque ella es muda) la creación musical invita a la conexión más profunda del sujeto con la cultura. Si se le suma la poesía -creando así canciones-, potencia lo propiamente humano expresándose desde el pasado más remoto hasta la actualidad más presente. Es por ello que las obras musicales, sus creadores y sus intérpretes han sido especialmente perturbadores para cualquier tiranía.
   La operación de desarticulación del lazo social, rompiendo las ligazones comunitarias que permitieran cualquier construcción colectiva, implicaba alejar a cada persona de otra promoviendo así el terreno fértil para la vigencia más acabada de la dominación. Con ese escenario, la perdurabilidad del régimen dictatorial, tenía enormes posibilidades de sostenerse en el tiempo. Lo comunitario, lo popular, siempre fueron obstáculos para el establecimiento del Terrorismo de Estado. Y en ese sentido la belleza de la música, la riqueza simbólica de la poesía y la alegría del encuentro con el semejante (que implica la participación en los espectáculos artísticos populares) debían ser desterradas o por lo menos condicionadas al control de la ideología dominante.
    En la Argentina, usaron la categoría “disco guerrilla” para justificar la persecución de los artistas. Sobre todo, la Alianza Anticomunista Argentina organizada por el ministro de “Bienestar Social” López Rega tuvo casi todo el mérito de organizar la limpieza de artistas antes de la llegada de las tres armas comandadas por Videla.
    El arte tuvo que convivir con la Dictadura o viceversa. Como en toda sociedad en la que las manifestaciones artísticas coexisten con su época, en la Argentina, durante el llamado “Proceso”, el arte -particularmente la música- se desarrolló mientras el país era minado de campos de concentración y se torturaba y asesinaba a miles de argentinos. En los primeros meses del golpe de estado de 1976, la dictadura ya había dispuesto más de 600 Centros Clandestinos de Detención y exterminio. En promedio, hubo un CCD por cada 44.000 habitantes. Esa coexistencia fue, según el caso, por momentos tensa, clandestina, perseguida, valiente... o mediocre, complaciente y hasta cómplice.
    Estas líneas sencillas están dirigidas a homenajear a aquellos artistas -que aun luego de padecer la persecución, penar el exilio, sufrir la tortura y algunos la muerte-, resistieron al horror con la lúcida belleza de sus melodías y trovas, por lo que siguen vigentes en la memoria popular que los corea aun hoy... como la cigarra.

La carátula del disco da comienzo de esta historia que sucede en Argentina. Quizás para muchos sea desconocida, para muy pocos entendidos, es una obra de arte. Pero hay más. La Fusa fue el primer café concert de Buenos Aires. Bueno, el tercero, dado que con el mismo nombre abrió en Punta del Este en el 68, luego, cuando en el paisito vinieron los señores de las botas, pasó a Mar del Plata y desde allí, llegó a Buenos Aires. Exactamente en la galería Capitol de Santa Fe entre Callao y Riobamba.
   Por ese refugio de la bohemia porteña pasarían Amelita Baltar, la Rinaldi, Les Luthiers, Mercedes Sosa, Chico Novarro, Gasalla, Perciavalle, Nana Caymmi, Bonino, María Martha Serra Lima, Horacio Molina, Pedro y Pablo, Jorge de la Vega, Marikena Monti, Federico Peralta Ramos, Marta Minujín, Norman Briski, Astor Piazzolla, Tanguito, Quino, Paco Urondo, Norma Aleandro, Rodolfo Walsh, Alfredo Alcón y un señor llamado Vinicius.
   Esa Rara Avis carioca, se hace rioplatense, vive diez años en Buenos Aires y se casa con una argentina. Ese disco grabado en vivo, es una maravilla.


Vinicius De Moraes formaba parte del cuerpo diplomático de Brasil cuando entró en una espiral de creatividad imparable. Vinicius decide cantar en público por primera vez en 1962, junto con Tom Jobim y Astrud Gilberto en el night club Au Bon Gourmet de Rio de Janeiro. Sería el primero de sus “mini-shows”, realizados ante reducidas audiencias, en los que estrenaría una de las tres canciones más versionadas de la música contemporánea: “Garota de Ipanema”. Esta primera etapa como cantante acabaría en 1963, cuando representa a Brasil en la UNESCO.
   Su popularidad es lo único que le impedía a la Junta Militar sacárselo de encima. Lo obligan a cantar de traje y corbata, pero en los shows de su inventada bossa nova hay distensión de dudosa moral, intimidad, amigos, mujeres y…mucho whisky. El Mariscal Costa e Silva le envía una misiva al canciller Magalhaes Pinto: "Asunto: Vinícius de Moraes. Destitúyase a ese vagabundo" y le ordena limpiar el servicio público de "corruptos, homosexuales y borrachos".
   Vinicius se entera en Buenos Aires que ha sido expulsado del servicio diplomático y toma un avión rumbo a Río. Al asomar en la puerta del avión, eleva en su puño –como si fuera una espada- una botella de whisky y pronuncia su segunda blasfemia: ¡SOY UN BORRACHO! La primera y políticamente incorrecta fue “soy el blanco más negro de Brasil”. A esa altura de los acontecimientos ya es una incómoda leyenda viviente.
   En el departamento del piso 14 C de Libertador al 1088, dos mutantes terminan de concebir una balada. El compositor cierra el piano y con lágrimas en los ojos le dice al poeta “tenemos un misil entre las manos”. La noche del 15 de noviembre de 1969 la presentan en el Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción, inscripta en la categoría “tango”. La interpreta una jovencita de veintipico. Entre los notables jurados se encuentra Vinicius de Moraes junto a Chabuca Granda. El juicio es unánime: ganadora. Pero una lluvia de monedazos obliga a Cacho Tirao a proteger su guitarra, “andá a lavar los platos” le gritan a Amelita Baltar. Astor Piazzolla –inmutable- sigue dirigiendo la orquesta que sigue tocando en medio de una ensordecedora rechifla. Apenas sí se escucha el recitado “las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo… viste?”
   La izquierda había panfleteado el Luna Park contra Piazzolla, por considerarlo músico de la oligarquía del Barrio Norte. “Balada para un Loco” no fue premiada porque la organización decidió darle el premio al segundo. Los sacerdotes tangueros y los ortodoxos del marxismo de manual no pudieron impedir, que “Balada” en esa semana vendiera 200 mil placas y que al mes la grabara el Polaco Goyeneche. Nacía una nueva forma de hacer tango y daba lugar a una amistad entrañable entre Vinicius y Astor. Y junto a Ferrer imaginaron alguna vez con realizar una opera soñada: “Los exiliados de la Cruz del Sur”.
   Alguna vez, Vinicius expresará que esos años han sido los más felices de su vida. Publica libros de poesía, graba inolvidables canciones, hace amistades eternas.
   Es el viernes 17 de marzo. El último show de la gira había culminado en el Gran Rex con enorme éxito. El comentario que el Cronista Comercial publicaba el sábado 18 de marzo de 1976 fue un epitafio: "El espectáculo tuvo una revelación que sorprendió a muchos espectadores: el excelente trabajo de Tenorio Jr. el pianista que ejecutó una brillante composición, constituye la expresión más auténtica de la música brasileña contemporánea".


Se refería a la actuación del extraordinario músico de jazz Francisco Cerqueira Tenório Júnior quien acompañaba en el piano a Vinicius de Moraes. También formaban parte del espectáculo Toquinho en la guitarra, la cantante Amelia Collar y el bajista Mutinho Oliva. Ese sábado, el grupo regresaría a Brasil. Vinicius se va a su casa y el resto vuelve al Hotel Normandie.
   Son las 2 de la madrugada. Francisco Cerqueira baja del hotel a comprar cigarrillos y algún medicamento para calmar su dolor de cabeza. Deja un mensaje escrito “Vou sair pra comprar cigarro e um remédio. Volto Logo”. Regresaría pronto, porque tenía una cita con dos amigos en la recepción. Camina por Rodríguez Peña hacia la Avenida Corrientes. En el quiosco de esa esquina compró cigarrillos. Un Ford Falcon lo sigue por la Avenida. El Obelisco es un testigo mudo. Unos metros más adelante, un grupo de cuatro hombres lo detiene.
   Es la mañana del sábado 18 de marzo. Vinicius, Toquinho, Mutinho y Amelia visitan hospitales y van hasta la morgue por si hubiera sufrido un accidente y no le hubieran reconocido. Todo en vano, no está allí. Está “desaparecido” en una comisaría de la Calle Lavalle, en las garras del Tigre Acosta. Hacia el mediodía, Vinicius da una entrevista en televisión. La angustia en su cara se le marca para siempre. Vinicius balbucea que Tenório nunca se ha mezclado en política y que sólo vive para la música. Es una llamada de socorro, de piedad. La entrevista no sale al aire.
   El vínculo fraterno que estableció el poeta con el mundo cultural y artístico de Buenos Aires se pone en marcha. Presentan un recurso de Habeas Corpus, nada. Recurren a la Embajada de Brasil, nada. Ya el mecanismo del Plan Cóndor se estaba desarrollando. Y también estaba en pleno desarrollo el Golpe de Estado. El día 24 de marzo, el diario La Razón publicaba una solicitada: "Vinicius de Moraes suplica auxilio para encontrar a su pianista". Un día después, Tenorio es “trasladado” en medio de los comunicados de la Junta. Va hacia su último destino: La escuela de Mecánica de la Armada. Allí, el entonces Capitán de Navío Alfredo Astiz lo mata de un disparo en la cabeza.
   Para Vinicius, toda la felicidad de esos años se le escurre como agua entre las manos, la tristeza nao tem fim…

Mozart en el cañaveral
La belleza fue el “crimen” de Miguel Ángel Estrella, quien desde 1973 trabajaba como voluntario en la Casa de la Cultura de Tucumán. Desde ese lugar promovió la transformación del tradicional y aristocrático festival “Septiembre Musical Tucumano” –inspirado en el Maggio Musicale Fiorentino– en el festival “Septiembre Popular” donde a los artistas se los invitaba y se les pedía - al finalizar sus espectáculos en la ciudad – otras dos presentaciones gratis en el interior de la provincia para los campesinos.

Como pionero, Estrella comenzó a acercar la música clásica a los obreros de la zafra. Los primeros encuentros eran sin difusión y en los pequeños ranchos que eran usados como escuelas. Con un viejo piano reacondicionado lo mejor posible, junto a unos amigos subidos a una camioneta destartalada, recorría los pueblitos olvidados de la mano de Dios. Al llegar, bajaba ese armatoste desconocido para los viejos, las mujeres y los niños que quedaban en el rancherío y comenzaba conversando con la gente acerca del trabajo o las enfermedades. Luego tocaba. Un preludio de Debussy, tratando de sentir el latido del corazón de aquellos ojazos que no dejaban de mirarlo. Nada… Ir y venir en el piano con diversas melodías hasta que ¡por fin! una sonata de Mozart y al cabo de unos pocos compases se hacía presente ese silencio propio de la entrega y comunión. Al finalizar, la voz de los ojazos dijo: “Eso es tan bello que no se parece a nada”.
   De los ocho conciertos habituales del Septiembre Musical, llegó a realizar 50 diseminados en toda la provincia. Al poco tiempo comenzaron a llegar amenazas de la Triple A, en las que prohibían sacar el piano más allá de las cuatro avenidas de la ciudad que rodeaban la Casa de Cultura de Tucumán. Finalmente, después de la muerte de Perón, la “renovación de la Casa de Cultura de Tucumán” era un hecho. Estrella debía prepararse para el exilio.
   Antes de partir, un grupo de campesinos y el jefe de la Federación Indígena –el indio S.– le pidieron que antes de irse a Europa tocara para ellos una vez más. El indio S. jamás lo había escuchado y así fue que Miguel Ángel Estrella consiguió una casa con un piano grande y cuando estaban todos reunidos comenzó a tocar. Fue un nocturno de Chopin el que produjo el maravilloso encuentro de las sensibilidades. Terminada la obra y sin poder retirar las manos del piano comenzó a ver los rostros conmovidos de los campesinos y al indio S., llorando.    “Si hacés esto conmigo qué es lo que sabrás hacer con las mujeres” le dijo. Le preguntó si estaba triste cuando había escrito esa música y Estrella le explicó que no la había escrito él. El indio S. consternado le dijo que creía entender esa música porque estaba convencido que la había escrito él. Más sorpresa aún sintió el indio S. cuando le preguntó al Negro –que así lo llamaba a Miguel– si “ese hombre era de por aquí” y la respuesta fue otra negativa. Cuando Estrella le contó de Chopin, que había vivido en Europa, que había sufrido la persecución y el exilio, el indio S. se puso de pie y les dijo: “Acá desde siglos se dice que somos brutos, que no podemos entender las cosas que pasan en el mundo. Pero yo me pregunto ¿por qué a nosotros nos conmueve tanto esta música que la escribió un polaco en el 1800? El Negro dice que era un tipo de la pequeña burguesía, que se exilió, que se fue a vivir a Francia porque no aguantaba la dictadura de los zares rusos. Toda esa nostalgia la sentí en esa música. Entonces quiere decir que no somos tan brutos, que a la tercera vez que el Negro toca esa música me pasaría horas escuchándola…”
Irremediablemente el 15 de diciembre de 1977 – durante su exilio montevideano – la Dictadura cívico-militar en el marco del Plan Condor secuestró y torturó a Miguel Ángel Estrella manteniéndolo en un ominoso cautiverio que duró tres interminables años.
   En la última sesión de tortura ataron sus manos, lo apoyaron sobre una mesa y el sonido de una sierra eléctrica y la voz del Coronel Nino Gavazzo profirieron la amenaza de cortarle las manos "Vos nunca más vas a tocar el piano. Porque vos no sos guerrillero, pero sos algo peor, con tu piano y tu sonrisa te metés a la negrada en el bolsillo y les hacés creer a los negros que pueden escuchar a Beethoven… Sos un traidor a tu clase". Con esa sentencia, Miguel Ángel Estrella confirmaría que – más allá de su sufrimiento – la idea en la que siempre había creído, que “la cultura es un instrumento para la liberación”, había triunfado.

TOTALIZARTE

Corolario
Elis Regina, la máxima exponente de la música popular del Brasil de los años ´60 no ahorró críticas contra la dictadura que persiguió y exilió a muchos músicos de su generación. En 1969, declaró en Alemania que Brasil estaba siendo gobernado por "gorilas”. Bajo amenazas, fue obligada por las autoridades a cantar el himno nacional de Brasil (lo que despertó la ira de la izquierda boba). Su disco “Esa Mujer”, está dedicado a “la ausencia de Tenorio Júnior” y en él a las víctimas de todas las dictaduras del Cono Sur. El tema “Borracho y Equilibrista”, fue, sin duda, una devolución de favores a aquel himno que le hicieron cantar. Se transformó en la canción de los Derechos Humanos de Brasil y con la cual millones de cariocas la entonaron para exigir la libertad de sus presos políticos. En 1982, murió en extrañas circunstancias en las que nunca se descartó la “venganza” de algún escuadrón de la muerte.
   Años después, el entonces Presidente de Brasil, Lula Inacio Da Silva en un homenaje póstumo dijo "Muchos dejamos de exaltar a quien fue víctima y nos quedamos preocupados con quien reprimió, quien mató, y con eso nos olvidamos de dar valor a nuestros héroes". Se refería así a Vinicius De Moraes. “Quienes un día tuvieron la actitud de proponer la expulsión de Vinicius de Moraes ciertamente no serán recordados por la historia…” “Siento envidia de Vinicius, no conozco a alguien que haya sabido vivir la vida como la vivió él". Por ley aprobada por el Congreso y sancionada por el Presidente Lula, Vinicius de Moraes fue ascendido -post mortem- a Ministro de Primera Clase. Lula y Vinicius se conocieron un 1° de mayo de 1979 en el Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, cuando el poeta, respaldó con su arte las huelgas del dirigente Lula contra la dictadura.
   Finalmente Miguel Ángel Estrella recuperó su condición de hombre libre en 1980. Desde allí no ha dejado de trabajar en pos de la dignidad humana, los humildes y desamparados a través de su única arma: la música.
   De esa fuerza y convicción nació el movimiento humanitario internacional "Música Esperanza" reconocido en 1992 por la UNESCO. Llovieron sobre su pecho condecoraciones de todo el mundo: "Comendador de Artes y Letras", "Doctor Honoris Causa", "Embajador de Buena Voluntad" de la UNESCO desde 1988 y la "Legión de Honor" del gobierno francés. Seguramente el momento más feliz fue el reconocimiento otorgado en 2004, impulsado por el Ministerio de Cultura de la Nación, instituyéndolo en el cargo de Embajador Argentino ante la UNESCO.
   Hace poco volvió a tocar en el penal de Libertad, uno de los lugares de reclusión uruguayos, y un compañero de cautiverio le preguntó qué le diría a Gavazzo si lo tuviera enfrente. "Que se equivocó. Como insistía mi vieja, con sabiduría santiagueña: 'Hijos, no acumulen herrumbre en el alma, todo eso conspira contra la felicidad'". Este 6 de marzo de 2013, a instancias del hoy Senador Nacional Daniel Filmus, recibió la máxima distinción que entrega la Cámara Alta: la Mención de Honor “Senador Domingo Faustino Sarmiento” en reconocimiento a su vasta trayectoria artística y a su invalorable aporte a la cultura.

Viviana Demaría y José Figueroa
[email protected]


Referencias Bibliográficas
Diario Tiempo Argentino - Entrevista al músico Miguel Ángel Estrella, embajador argentino ante la UNESCO – edición 04 de noviembre de 2012
Susana Lapsenson – La música como instrumento pedagógico para la liberación – Entrevista a Miguel Ángel Estrella – Nueva Antropología, Vol. VI, Nº 21, México 1983.
Juan Carlos Abdala Ibáñez. “La música en tiempos de dictaduras militares” – suite 101.net, 04 de Febrero de 2010
Laura Jordán. “Música y clandestinidad en dictadura: la represión, la circulación de músicas de resistencia y el casete clandestino”. Pontificia Universidad Católica de Chile, 2009.
Julia Luzán. “La caballería Roja”. Madrid, 2012.
Liana Wenner. “Nuestro Vinicius. Vinicius de Moraes en el Río de la Plata”. Sudamericana, Buenos Aires, 2010.


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Revista El Abasto, n° 153, marzo 2013.


 

 

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