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Club Defensores de Almagro

Pausa gastronómica por el barrio

El Club Defensores de Almagro es fiel testigo de cómo ha cambiado la vieja barriada en torno al ex Mercado de Abasto. Con el recuerdo de años dorados en canchas futboleras, hoy es punto de encuentro en los mediodías de laburantes y vecinos.

   El viejo Mercado de Abasto, donde hoy funciona el centro comercial, fue un semillero no sólo de las mejores frutas y verduras para la barriada de aquel entonces, sino un espacio de encuentro. Los trabajadores entre toneladas de trabajo apiladas en cajones de madera forjaron vínculos aún vigentes.
   Fruto de esta relación, lunfardo y sueños de progreso de por medio, surgieron los primeros clubes de Balvanera y alrededores. Con este empuje, un sótano ubicado en Humahuaca, entre Salguero y Medrano, fue la primera sede del Club Defensores de Almagro, fundado el 8 de abril de 1945.
   Fue así como sus primeros integrantes defendieron el emblema azul y blanco en cada clásico barrial. Eso al principio. Luego, con los años, Defensores se subió al desafío de jugar partidos de AFA.
   Hugo Pipieri, trabajador del barrio de Almagro y hoy socio vitalicio del club, recuerda que a principios de la década del 60 se hizo la primera, breve, mudanza de la sede: Se siguió sobre Humahuaca, pero esta vez al 3451, sólo cinco cuadras de la anterior. El cambio los dejaba a pasos del Mercado Proveedor del Abasto.
   “Fue cuando se empezó a se empezó a jugar en los torneos de la D de AFA”, recuerda quien se define como “uno de los más jóvenes de aquel entonces”. Ese fue el resultado de la decisión mayoritaria de sus socios de afiliarse a la Asociación del Fútbol Argentino, esta es la antesala de lo que fue, a fuerza de gambetas y goles, la consagración de Defensores de Almagro como campeón 1970.
   Hace más de cuarenta años, el torneo de la Primera D se llamaba Aficionados y se dividía en dos secciones: Norte y Sur. El club fundado por laburantes del Abasto dio la vuelta en la segunda. Luego de cosechar 32 puntos, 15 partidos ganados, dos empatados y sólo uno perdido. También hay que evocar el octogonal, que terminó de definir el título y el ascenso: hubo 9 triunfos, 3 empates y 2 derrotas.
   Los socios que hoy peinan canas en las tardes del club recuerdan, ante Clarín.com, la eléctrica final: “En el último partido, le ganamos a Central Argentino 2 a 1 en cancha de General Lamadrid y al regresar a la sede, que estaba en la calle Humahuaca, los hinchas nos hicieron bajar en Corrientes para festejar. Muchos vecinos se asomaban a los balcones de las casas para saludarnos”.
   Daniel Kreyness tenía 27 años entonces y era el DT de ese equipo que le brindó a Defensores de Almagro el ascenso a Primera C.
   Entonces llegó la hora de jugar en la Primera C. De este modo, el Azul, rememora Piel de Ascenso, enfrentó el desafió de mantener la categoría, cuestión que se les hizo cuesta arriba a los once de la cancha. El debut estuvo a su favor, ganar a Brow de Adrogué 4 a 3, pero luego el declive fue progresivo. Goleadas y pérdidas se registraban fecha tras fecha.
   “Sin embargo, lo más esperado por Defensores era el clásico con Almagro. El primer encuentro se jugó el 7 de agosto de 1971 en la cancha de All Boys ante un marco de público impresionante, el 3-1 a favor de los “tricolores” fue lapidario. La revancha jugada en José Ingenieros también fue ganada por el equipo con sede en la calle Medrano, esta vez por 2 -1”, recuerda el sitio.
   Este síntoma concluyó luego en la pérdida de categoría, es decir, la vuelta a la D varias fechas antes de terminar el campeonato. Aún así, el Azul la pelota siguió el ruedo. Casi una década después de aquel histórico festejo en las calles del Abasto, las autoridades del club ponían fin a una época: se desafiliaban de AFA.
De todos modos, el recuerdo se hace con la frente en alto. La actual sede, ubicada en Sánchez de Bustamante 724 desde fin de milenio, arranca como una escalera larguísima que lleva hasta un primer piso donde el recuerdo de glorias pasadas sale al encuentro: al pie de la escalera uno queda frente a un muro lleno de distinciones de la AFA, con los nombres de los jugadores grabados, junto a fotos blanquinegras con tribunas y arcos de fondo para movedizos jugadores en acción.
   A la derecha, se abre el “Patio Campeón 1970”, con vista al cielo azul, limpio de torres gigantescas. Las paredes están pintadas de rosa intenso y un juego de farolas al estilo esquina maleva completan el espacio que recuerda la hazaña del Azul.
   A la izquierda está la puerta que conduce al bufet, derecho está la cocina y a la derecha la escalera que lleva al quincho del segundo piso. En todos lados, el olor a fritura de mediodía combinado con tangos de Tita Merelo en la radio son una sensación al estilo Mercado de Abasto, versión siglo XXI.
   Dentro del bufet la televisión está con el volumen alto, pero queda en segundo plano ante la charla de mesa a mesa entre la moza, los comensales y los socios del club que vienen y van; en la habitación contigua está la sala de juegos de mesa. Este es el presente del club Defensores de Almagro, hito del fútbol amateur en la zona del Abasto. Aunque un halo de nostalgia sobrevuela las instalaciones, Pipieri sonríe y asegura: “De todas formas, luego del fútbol la vida en el club continuó”. “Hoy quedamos los más grandes, los testigos de aquella época. El bufet, aparte de los juegos de mesa que usamos nosotros, es lo más importante. Pero el vínculo con el barrio está vigente: en el quincho solemos hacer peñas de vez en cuando, también los trabajadores de correo o de la telefónica (todos en el radio del ex Mercado) hacen asados y festejos”, señala.
   La algarabía charlada entre la entrada, plato principal y postre tiene su enlace en la empedrada esquina de Guardia Vieja y Bustamante: filas y filas de taxis estacionan de mediodía para hacer su pausa sagrada. Reza el mito urbano que donde hay más de un auto amarillo y negro es porque se come bien y barato. El bufet del club está de puertas abiertas para corroborarlo.
   Ayer Defensores de Almagro reunió al barrio con las gambetas y partidos inolvidables, grabados en la retira de los socios vitalicios. Aún así, en el presente hay club que reúne a vecinos y laburantes en sus mesas para compartir una buena comida, un rato de encuentro, así como soñaron sus fundadores, más de medio siglo atrás.

Juan Manuel Castro
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Revista El Abasto, n° 160, octubre 2013


 

 

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