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La personalidad autoritaria

A raíz del altercado filmado de modo oculto al candidato, y actual legislador (FpV), Juan Cabandié en un control de tránsito surgieron diferentes opiniones en las redes sociales. El evento en sí sucedió hace meses y -¡o casualidad!- sale a la luz poco antes de que la ciudadanía emita su voto. Ahí Cabandié se enoja, chapea y mete la pata... haciendo alarde de su poder, repitiendo una lógica que gran parte de la población, por suerte, repudia.
    Menos mal que en un medio “ultrakircherista”, como se lo tilda a 678, una panelista increpó fuertemente al legislador sosteniendo que no había sido acertada su actuación. El resultado fue que Cabandié se disculpó públicamente ahí. Y muchas veces más.
    Sin embargo, en las redes sociales -y al pie de las notas periodísticas que lo permiten- se pudieron leer todo tipo de opiniones... Fiel reflejo del momento de “crispasión” actual (que algunos pretenden endilgarle solamente a la presidenta). Los comentarios más extremos que notamos iban desde “Korrupto” al estilo neonazi con cosas como: “tendría que haber desaparecido él también” (en clara alusión a su calidad de hijo de desaparecidos). Mientras, en la vereda opuesta, se puede llegar a leer cosas como que “el compañero estuvo bien, se retobó contra el poder”.
   De más está decir que este humilde escriba -como le pasa a tantos otros- no solamente no se sintió parte de ninguno de estos “bandos”, sino que además al expresar su opinión fue agredido en ambos extremos, por manadas de obsecuentes fanatizados.
    Y recordamos un estudio que encabezó, en los años cincuenta del siglo pasado, Theodor Adorno (filósofo alemán de la escuela de Frankfurt) con colegas (de Berkeley, EE.UU.). Me refiero a una obra llamada La personalidad autoritaria en la cual identifica y tipifica lo que entendió como síndrome potencial, no siempre manifiesto en la estructura de mucha gente, que permitió llegar a experiencias nefastas como el nazismo.
   En muy resumidas cuentas podríamos decir que para Adorno la personalidad autoritaria es adquirida en la infancia y está conformada por un conjunto de características individuales que predisponen a un individuo a aceptar y adoptar creencias políticas antidemocráticas mientras encuentran satisfacción en la sumisión a la autoridad, dirigiendo la agresión hacia “los otros” (con tinte racista, sexista, de clase o político). También se caracteriza por su forma de pensar dicotómica, estereotipada convirtiéndolos en prejuiciosos e intolerantes.
   Este extenso trabajo fue realizado desde un marco teórico psicoanalítico y psicosocial (desde un enfoque freudiano y frommiano). El grupo de Adorno opinó, en aquel entonces, que la principal causa de este fenómeno radicaba en una rígida disciplina y la falta de afecto por parte de los padres durante los procesos de socialización primaria. La realidad actual puede ser otra: hoy mucha gente educa con límites laxos y poco claros y las muestras de afecto están, aunque por lo general materializadas en objetos.
    Sin embargo, el pensamiento binario continúa: “estás a favor o en contra” (“to be, or not to be”). Sigue la agresividad hacia quienes no comparten los valores convenidos por su propio grupo. Persiste la sumisión a la autoridad de su grupo de pertenencia. Muchísimos carecen de introspección, temen los pensamientos complejos, el arte, la creatividad y todas las relaciones semióticas que son más elaboradas que el propio sistema dicotómico. “Atacan” en manada e incitan, sin pelos en la lengua, a que cualquiera se deshaga de “amigos” en las redes sociales cuando no se comparte un planteo al ciento por ciento. Mientras se esconden en el anonimato de esas redes sabiendo que entre el interlocutor al que desprecian y agreden y ellos media un abismo que solamente un “sacado”, mucho más psicótico que ellos mismos, podría llegar irrumpir en su vida real. El miedo los domina. La cobardía es su estado natural. Y el pensamiento estancado su estado predilecto cuando aplaude o critica lo que debe según su grupo de pertenencia.
   Lamentablemente en casi un siglo no hemos progresado mucho. Contemplando las posibilidades y los riesgos de la Internet 3.0 (la interactiva) diría más bien que todo lo contrario. Pero no abandonamos las esperanzas. Aún queda gente ahí afuera.

Rafael Sabini

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Revista El Abasto, n° 160, octubre 2013


 

 

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