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Kaell, sacerdote del Abasto, y las energías errantes
que deambulan por el barrio

Entre espíritus errantes y casas poseídas


El vecino Kaell, su nombre como sacerdote del Monasterio Mahometao, es además tarotista, vidente natural y parapsicólogo. Desde hace años acompaña con un clasificado esta revista.
     Durante este tiempo me ha contado cosas fantásticas para el oído medio que no tiene mucha noción del mundo paranormal que nos rodea. Sin embargo, siempre me han interesado estas cosas, porque soy un convencido de que la energía que fluye a través de nuestra materia –que es energía condensada– de alguna manera puede seguir o volver a la fuente. Él entiende que “somos seres oscilantes que vibramos en la misma sintonía por eso nos podemos ver y tocar. Y que hay seres que oscilan en otra sintonía”. Y sus anécdotas confirman su teoría.
     Me cuenta de varios casos diferentes en los que ha trabajado para dejar ir a almas que por estar aferradas a un lugar -por alguna cuestión puntual- no dejaban en paz a quienes hoy por hoy habitan ese espacio. “Algo fuerte que tiene que haber sucedido”, e insiste, “tiene que haber un secreto nefasto y oscuro que sucedió en ese lugar”. Puede ser que la persona en cuestión además haya estado por demás aferrada a una casa, por ejemplo, y no pueda concebirse fuera de ella... ¡ni muerto!


“Somos seres oscilantes que vibramos en la misma sintonía por eso nos podemos ver y tocar. Y hay seres que oscilan en otra sintonía”

Espectros por el Abasto
Me cuenta que en el barrio, como en toda esta ciudad, circulan una serie de mitos urbanos de fenómenos paranormales. Todos hemos oído hablar de algún “espíritu errante” en el Cementerio de La Recoleta o en el de Chacarita. Incluso es bastante famosa la “alma en pena” que alguno dice haber vislumbrado por alguna ventana del Palacio del Agua, de Riobamba y Córdoba.

Kaell me comenta puntualmente de tres mitos de su barrio, el Abasto. El primero es del Mimo de la Plaza Almagro. La historia cuenta que había un mimo que trabajaba ante los automovilistas en el corte de Sarmiento y Jerónimo Salguero. Una noche un auto que venía a mucha velocidad no solamente no paró, sino que además lo atropelló y lo mató. El mito cuenta que suele aparecerse de noche ante los automovilistas buscando reconocer a su verdugo. Nuestro especialista estuvo en ese lugar más de una noche intentando tomar contacto con esta alma que no descansa en paz y nos comentó que la energía no era suficientemente fuerte para contactarlo. Sin embargo, su investigación siguió y dio con la dueña, una señora muy mayor, de la pensión donde habría vivido el mimo en cuestión, llamado Guillermo. La señora sostiene que en ocasiones lo ve maquillándose antes de salir.

El siguiente es el del Murguero de la calle Guardia Vieja, entre Jerónimo Salguero y Medrano. A este espectro solamente se lo ha visto por ahí caminando de noche, cruzando la calle en diagonal. “Esta historia”, dice Kaell, “me la contó un pasista (que baila en la murga) y me la reconfirmó un exredoblante (músico) de la murga Los Viciosos de Almagro” que sostienen haberlo visto. “Pero”, aclara, “no he podido comprobar su veracidad”.

El tercer mito del Abasto sería uno en torno a Gardel. Hay quienes sostienen que en la actual Casa Museo Carlos Gardel de noche se puede escuchar el piano y que se oyen pasos. Incluso hay quienes han visto algo, pero no quieren ni contar qué... Un caso que me cuenta Kaell es el de un albañil que no solamente se ha negado a trabajar ahí, luego de haber visto lo que vio, sino que le huye tanto a la casa como a la explicación del por qué. Simplemente dice: “Ahí no voy”. Por otro lado, un hombre de seguridad del shopping Abasto le afirmó haberlo visto a Gardel rondando por la Plaza del Zorzal... Kaell ha estado en la casa pero sostiene que por la cantidad de turistas que la transitan no ha logrado percibir nada fuera de lo normal. Para tomar contacto tendría que quedarse solo ahí una noche (¡qué ganas!) si los del Museo Casa Carlos Gardel levantaran el guante y le otorgaran ese permiso. No sabemos si ahí habita la energía de Gardel, su madre Berta, u otro. Tampoco sabemos si de este modo sonsacaremos dónde realmente nació el Morocho del Abasto. Lo qué si entendemos es que a Kaell le gustan estos retos. Y además vive de ellos...

Ahora, una vez presentado ese panorama no demasiado paranormal -que sería muy interesante completar con experiencias de los lectores- recorreremos algunas de sus experiencias paranormales.

La exfuneraria de Primera Junta
Kaell me contó que una vez lo contrataron del edificio de Yerbal y Rojas, frente a la Plaza Crisólogo Larralde por Primera Junta, Caballito, para hacer la “limpieza” en un departamento. Ahí había un espectro de una mujer en un sillón hamaca que se reflejaba en la ventana de un piso alto.
     Una niña del departamento también veía una mujer con pelo muy largo con el que tapaba su propio rostro. La niña aseguraba que la mujer le hablaba. Lo más dramático de esta situación es que la niña tenía miedo porque había podido ver que esta mujer vestida de marrón, que pretendía acercarse a ella, tenía la cara desfigurada. Los padres lo habían convocado para poder reconciliar el dormitorio matrimonial, sin su hija con miedo en el medio...
    Cuando Kaell fue, comenzó a sondear con otros vecinos. Descubrió que había mucha gente que veía un hombre alto y delgado con un sombrero de galera. Lo que más le llamó la atención es que no eran solamente los más viejos los que atestiguaban haberlo visto, porque en su experiencia pueden ser más influenciables, sino que también gente joven. Investigó la historia del lugar y descubrió que ahí había habido una funeraria. De todos modos poco le importaba, porque su tarea era lograr que los espectros del departamento no estén más. Principalmente la mujer del ropero que veía la niña. Y en eso se enfocó.
    Se quedó a dormir una noche y escuchó a la nena hablar. Al bajar los pies al piso percibió ya otra energía mucho más pesada. Al ir a la habitación de la niña le preguntó si estaba la mujer y la niña le dijo que estaba en el techo. Salió con la niña mientras de refilón pudo observar a su izquierda que pasaba el flaco de la galera. Le solicitó a la familia que bajen a la planta baja y quedó sólo con los espectros. “En ese momento me concentré para establecer una comunicación. Lo cual fue negativo, porque pretendían el lugar completo, todo el edificio. No había posibilidad de negociación. Tuve que usar las técnicas aprendidas y así logré sacarlos de ese departamento”. Según dice el resultado fue óptimo, porque nunca pasó más nada, al menos hasta que se mudaron.

El llanto del bebé
Otra vuelta lo llamaron de una casa quinta en las afueras, zona de Olivos. El problema acá era el llanto desconsolado de un niño durante la noche. Se quedó a dormir y pudo comprobar el llanto. Fue a la Municipalidad por los planos y luego emprendió un recorrido meditativo por el barrio, “siempre es bueno conocer el entorno”. A la vuelta, sin una determinación tomada, cerca de la casa ve un hombre mayor sentado hacia la calle, mateando, lo saluda y se detiene.
    Pronto el viejo comenzó a contarle su vida. Kaell dice “yo escuchaba todo atentamente. Hasta preguntarle si sabía de la casa en cuestión”. Y el hombre le dijo lo que él ya sabía, que la gente actual estaba desde hacía un par de décadas. “¿Y antes?”, le pregunta Kaell. “Mire mijo, antes había un doctor. Se decía en el barrio que hacía abortos” le contestó el hombre. Así que ahí tuvo la certeza de lo que tenía qué hacer. Volvió luego muy confiado a la casa y dio instrucciones. Mandó a comprar cosas para armonizar entre la familia y “el bebé”: una mamadera, un papel de celofán y dos pelotas. “Hablé con la familia y les dije que lo que tenían que hacer: era demostrarle a esa criatura que lo querían y que no lo rechazaban”. Le dijo que armen un caramelo con el celofán y una de las pelotas, que pongan -a las doce en punto de la noche- la otra al lado y el biberón con leche tibia lleno por la zona donde habían detectado el llanto y una carta con la petición de aceptación y que cada uno se vaya a dormir y que cerrara la puerta.
    A la mañana siguiente lo llamaron: le contaron que la mamadera estaba casi vacía. De ahí en más no se escuchó más llanto.


Algo fuerte que tiene que haber sucedido. Tiene que haber un secreto nefasto y oscuro que sucedió en ese lugar”.

Contramaleficio
Otra experiencia intensa fue en el barrio San Cayetano de Luján, cuando una amiga, Fabiana de la Panadería La Perla, le pidió ayuda para ir a ver a Laura, la tía, que hacía tres meses estaba postrada en la cama sin fuerzas ni para ir al baño. Estaba moribunda y los médicos no le daban en la tecla. Fue, la vio, le habló, la tomó de la mano y después de un breve procedimiento supo qué hacer. Y sabía cómo y de dónde venía.
   “Estaba claro que era un trabajo negro de una mai umbanda candomblé línea negra que tuvo algunos problemas con la familia de Fabiana”. Kaell me cuenta que le dijo que la clave era un sapo amarillo, para asombro y desconsuelo de Fabiana: “nunca ví uno amarillo, son todos verdes”. En ese instante entró el primo Gabriel y le preguntó “¿Fabiana, vos estás criando un sapo amarillo?”. “Justo lo que buscamos”, le dije, cuenta Kaell. Y fueron en busca del sapo que buscaron por la cuadra con ayuda de los vecinos.
    Una vez que lo encontraron le dijo que necesitaba, sí o sí, una aguja de plata. Gabriel subió con Fabiana en un auto y recorrieron lugares hasta conseguirla. En palabras de Kaell: “tomé el sapo con la mano izquierda y, luego de una breve oración, con la derecha le atravesé el corazón al sapo. Al momento el sapo se puso verde.
    Luego fui a la vuelta donde vivía la siniestra mujer que había tenido el conflicto con ellas y al rebolearle el sapo contra la puerta le advertí: ¡no te metas más con ellas si no te querés enfrentar conmigo!” A todo esto Kaell volvió a la casa de Fabiana y, para asombro de todos incluyendo vecinos, Laura bajó las escaleras para agradecerle.

Kaell me podría seguir contando anécdota, tras anécdota: un espectro en una casa de campo que no se iba porque estaba demasiado aferrado a esa vivienda. Un poltergeist, fenómeno paranormal violento, que abría y cerraba alacenas en una cocina y abría y cerraba cajones de modo brutal. De ese encuentro me señala una pequeña cicatriz en la cabeza, fruto de un cuchillo que le vino volando. Me contó que uno de los últimos casos que tiene, al momento de esta entrevista, es uno donde comparten guardia con un colega, se trata de un hombre que está poseído por un espíritu inmundo, que “no solo es violento, llega al extremo de revolear excremento”.
    Kaell dice “Quizá me equivoque pero soy fiel en la pasión con la que realizo todos mis trabajos. Todos tenemos en la tierra la misión en común que es ser feliz. Siempre avocados a la paz y a la luz”.

R.S.


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Revista El Abasto, n° 167, mayo 2014


 

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