Un montón de chantas

La obra Futuro incierto intercala gajes del bajo mundo con dramas existenciales.
Una habitación de mala muerte, un par de pilchas en el piso y dos botellas de alcohol alcanzan de escenografía para poner en escena a tres personajes entremezclados por los vicios, la disipación y una angustia existencial que late como un subtexto a lo largo de toda la obra.
Por momentos poética, por otros sugerente, y en varios más emotiva, la obra sitúa a la tríada de protagonistas en medio de deudas, de drogas, de ventas clandestinas que fueron parte de un tren de vida que ya no está; y mucho más. Ahora hay que pagar las consecuencias y ninguno de ellos parece estar listo para lo que vendrá.
De fondo, con sutiles alusiones, se habla de un contexto particular para el país: 2001. Con breves indicios, se reconstruye la efervescencia que también se vive afuera. El resultado es un matiz que intensifica los sentimientos y las acciones de los personajes.
Durante los más de cincuenta minutos de Futuro incierto el espectador se sumerge en un viaje intenso hacia los resultados y angustias de una vida que gira en falso, un trampolín de acciones inequívocas que dejarán a los protagonistas frente a frente con los vacíos que esta obra busca explorar en clave de peripecias accidentadas.

J.M.C.