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CARTAS & APORTES


Nobleza Piccardo discrimina

(...) Fui despedido en forma discriminatoria por la empresa Tabacalera Nobleza Piccardo.
(...) Ingrese a la planta el día 11 del mes de noviembre del año 2005, desempeñé tareas en puesto con un alto nivel de insalubridad, por ejemplo limpiar cuartos de polvos y maquinarias de proceso, sin ninguno de los elementos de protección personal. Estas tareas las realicé para la empresa: Limpia 2001, empresa tercerizada que prestaba servicios para Nobleza Piccardo. En el año 2010 ingresé como personal de Nobleza Piccardo y en el año 2013 me diagnosticaron unas serie de tumores en el hígado y en el intestino que me obligaron a realizar tratamiento de rayos, quimioterapia y tres intervenciones quirúrgicas, lo cual me llevó a estar fuera de la compañía por un largo período de tiempo.
Al regresar participé como candidato a delegado por la lista Blanca y Verde (...) perdimos la elecciones. Con el paso del tiempo, y como es práctica habitual de las multinacionales, se empezó con la limpieza de los trabajadores que pensamos en verdaderamente representar a nuestros compañeros. Soy el tercer compañero despedido de la lista de ocho candidatos. (...)
Hoy, con mi enfermedad a cuestas, y con el diagnóstico reciente de que he empeorado, me encuentro en la obligación (...) de luchar por mi vida, por restablecer mi puesto de trabajo y volver a contar con mi obra social. (...)

Jorge Domingo Sosa
(Emanuel Abínzano lo publicó en el FB de la Revista El Abasto)


CUENTO

Retribución
La lluvia hacía que el camino que transitaba el automóvil de Juan, junto a su esposa y su pequeña hija de seis años de edad, rodara en forma despaciosa y con precaución. Estaba muy nervioso ya que en su cabeza todavía vibraban los improperios de su jefe ante la escasa venta de repuestos, que salía a ofrecer a los distintos negocios del ramo. Pero claro ese día estaban a unas horas de que sea navidad y era muy difícil vender este tipo de producto.
El diálogo dentro del auto era de tensión aunque su esposa Marta trataba de hacerle comprender que todo iba a pasar y que hiciera un esfuerzo para tranquilizarse ya que era un día muy especial y Laurita estaba entusiasmada esperando su regalo navideño.
Cuando llegaron al portón de entrada Juan bajó del vehículo y tapándose como pudo, trató de parar el intenso aguacero que le caía sobre su cuerpo en forma copiosa. Marta estaba al volante mientras con una mano Juan le señalaba por donde debía avanzar para estacionar cerca de la entrada principal de la casa.
Cuando estaban por entrar, la niña desvió la vista y observó a un costado un perro vagabundo, con los ojos triste y desamparados, se acerco y lo acarició con mucha ternura, momento en que Juan vio la situación y como nunca le agradaron los perros, la sacó a Laurita con violencia del lado del canino. El llanto de la hija se hizo escuchar al momento y en forma estruendosa. Marta recriminaba airadamente la actitud de Juan en esa Nochebuena. Las presiones hacen a veces que las personas se comporten en formas irracionales.
Dentro de la casa la escenografía era bastante densa y el conflicto, debido a la forma de proceder del hombre, lejos de solucionarse estaba en toda su ebullición.
Con la mesa servida y los tres sin dirigirse la palabra la niña todavía sollozaba y pensaba en el cachorro mojándose allá afuera.
Quiso el destino que Juan buscara el pañuelo en su bolsillo de atrás y allí darse cuenta que le faltaba la billetera con todos los documentos y tarjetas de crédito como así también el dinero. Desesperado ante esta situación le cuenta a su esposa y sale a la calle a buscarlo.
Bajo la lluvia y caminando por un buen rato sobre el barro en el jardín delantero de su casa ante la triste mirada del perro vagabundo que seguía impertérrito sentado sobre sus patas.
Después de media hora y ya resignado Juan entró en la casa, directamente enfiló hacia el sillón y puso las manos sobre la cabeza muy desanimado.
Un ruido como de rayar algo sobre una madera en el exterior hizo que Laurita corriera hasta la entrada de la casa cuando giró el picaporte y abrió la puerta. Allí estaba el perro jadeando y con la billetera en la boca. Juan alejo sus manos de la cabeza, y no podía creer lo que veía, quebró en llanto profundo de arrepentimiento, su esposa y Laurita lo abrazaron entendiendo su situación. La providencia hizo que a minutos de las doce de la noche Papá Noel trajera la paz a los tres integrantes de la casa… Mejor dicho a los cuatro.

Daniel Cappelletti


Revista El Abasto, n° 184, octubre 2015



 

 

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