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La computarización de los boletos del transporte colectivo porteño
y sus pequeñas dificultades cotidianas

Nuevas tecnologías,
nuevos problemas

El transporte colectivo de la CABA está procesando una serie de transformaciones que esperemos permita hacer más fluida la circulación de una ciudad tan densa como la Capital Federal. Desde la computarización generalizada del cobro de boletos hasta la proliferación de circuitos de metrobuses, pasando por la franca disminución de pasos a nivel sustituidos por pasos bajo nivel que otorga mayor velocidad, mejor ritmo a la circulación, o la expansión del uso de bicicletas, fenómeno saludable para el tránsito y para la ciudad y todos nosotros, si es que viene junto con el trazado de bicisendas. Aunque estas últimas, por la enorme densidad de la misma ciudad, a veces han resultado francamente defectuosas.
     Como usuarios, prácticamente todos nosotros, hemos tropezado con falta de información en los sistemas de pago; las tarjetas SUBE y Monedero. Hagamos un somero repaso.

SUBTES
Ya me he encontrado demasiadas veces con visores, las pantallitas del subte a las que uno debe adosar la tarjeta SUBE para acceder, que no muestran ni el importe del viaje ni el saldo que uno tiene en tarjeta. El visor da una luz verde, como invitándote a pasar, pero en ayunas respecto de una información que puede ser básica para el usuario; saber cuánto gasta, cuánto le queda. Esto parece ser reciente; hasta hace pocas semanas, el visor siempre mostraba tanto el valor del boleto como el saldo en tarjeta, bien que de un modo aceleradísimo que hacía difícil “leer” la información brindada. El que haya ahora varios “visores” que no cumplen su función -de estar para ser vistos- hace pensar que se trata de una supresión de tal “info” o, en todo caso, de no reponer esa función cuando se pierde.

COLECTIVOS
Los registradores de la SUBE parecen tener dos grandes modelos; uno es de lectura relativamente normal; el otro, un aparatito más chico, generalmente color borravino, tiene caracteres tan pequeños que se convierten de hecho en legibles-para-jóvenes. Los veteranos, ni siquiera acercándonos y escudriñando, alcanzamos a leer lo que gastamos.

TRENES
La renovación de estaciones ferroviarias y el consiguiente sistema de cobro de boleto se ha generalizado, pero hasta donde este cronista sabe, jamás se ha informado, sistemática y abiertamente, de las nuevas modalidades de cobro de la computarización, en suma, de los boletos.
   En las diversas estaciones, uno puede ver todo el tiempo a pacientes o risueños empleados de los trenes explicándole a algún “despistado” cómo tiene que pasar, cómo tiene que procesar la carga de los viajes…
    El haber puesto en marcha el cobro cibernético sin tales explicaciones tiene un único perjudicado: el pasajero.
   Uno va sabiendo, a retazos, que cuando uno aplica la tarjeta al visor y no se le señala el importe es porque el sistema se lo cobrará a la salida. Y si uno omite presentarla en un visor a la salida, el “sistema” le cobrará la máxima tarifa del recorrido.
   Mi caso, por ejemplo: cuando en algún momento llegué a pispear cómo funcionaba esto, imaginé que yendo entre estaciones contiguas o cercanas, si yo no presentaba la tarjeta ante el visor de salida, se me iba a cobrar a la vuelta (casi inmediata). Un ejemplo: alguna vez que tuve que hacer el tramo Urquiza-Migueletes, ida y vuelta.
   Hay de hecho tres sistemas de uso del tren: uno saca su boleto (de ida o de ida y vuelta) en la boletería; uno sube y baja al tren no pasando por los molinetes sino por las puertas y por último uno aplica la tarjeta a un visor y pasa por el molinete.
   Para usar la tarjeta en los molinetes, entonces, al subir en Urquiza ponía la tarjeta que me da paso pero no importe; pensaba que si no marcaba la salida en Migueletes, el sistema, los visores iban a “ver” mi viaje abierto. Y volviendo casi enseguida, poniendo la tarjeta al bajar en Urquiza, imaginaba que las boleteras sabias iban a reconstruir mi viaje Urquiza-Migueletes-Urquiza. Dos boletos mínimos.
   Pero no es así. El sistema cierra cada tramo en sí mismo. Si viajo de Urquiza a Migueletes y no apoyo la tarjeta a la salida en Migueletes, me cobra Urquiza-Suárez. Y al volver, otra vez, si no apoyo en Migueletes al entrar, y lo hago en Urquiza al bajar del tren, creyendo que cierro el circuito, en rigor el visor que no ve, pero traga, me cobrará el tramo máximo, en este caso Suárez-Urquiza.
Por no saber cómo funcionaba, se me restó más dinero del que correspondía a mis viajes reales.
   Y eso tal vez explique, los comentarios asombrados de usuarios que “no saben” cómo se les escurre el saldo de la SUBE a tanta velocidad…
   En una palabra, que como a los toros, se nos echa al ruedo y a arreglarnos como se pueda. Por eso tantos pasajeros no usan ni boleto ni tarjeta….

COLECTIVOS Y TRENES, PERO NO SUBTES
Cuando uno se jubila, ¿quién se entera, públicamente, que sus boletos de trenes o colectivos tienen una rebaja del 55%? Suele uno enterarse por otro jubilado que le permite entender el verdadero ritmo de gasto de la tarjeta SUBE.
   Y uno se pregunta por qué el subte escapa a ese régimen, porqué el jubilado (o pensionado) no recibe el mismo tratamiento en los viajes en subte; desde el punto de vista técnico es exactamente lo mismo.

Parecería que quienes administran las redes de transporte colectivo sobreentienden que “todo el mundo” sabe lo que ellos saben. Porque ellos lo procesaron, lo decidieron.
   Pero quien cumple en esos servicios la función de consumidor, necesita instancias donde se aclaren debidamente los pasos a seguir.
   No alcanza con guardas y porteros atendiendo a los desorientados. Su misma presencia debiera advertir que la comunicación ha sido defectuosa.

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]



Revista El Abasto, n° 196, octubre 2016



 

 

 

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