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Reportaje a Javier Vilarez Cobeñas, peruano, 31 años. Vino a la Argentina en 1988. Es copropietario de una empresa familiar, el restaurante peruano La Piurana. Nació en Chimbote, los padres son de Piurana.

Un comerciante

¿Por qué viniste a Argentina?
“Vine apenas terminé la secundaria a acompañar a mi hermana que había conseguido una beca para estudiar medicina acá en Argentina. Al principio fuimos a La Plata que no nos gustó mucho, nos pareció medio aburrida. Mi hermana logró pasar a la Facultad de Medicina de la UBA, así nos mudamos a Buenos Aires en 1990, al barrio de Belgrano, que nos agradó. Pero como quería estar más cerca de la facultad vinimos al Abasto en 1992, alquilando un departamento en Ecuador y Lavalle relativamente cerca de su lugar de estudio”. Me cuenta que ella hoy ya se recibió, ahora está especializándose. También recuerda que su primer trabajo en Buenos Aires fue en una tienda en el Once, Azcuénaga y Corrientes, Casa Blanca.

¿Vos qué estudiaste?
“Terminé la secundaria en Perú y acá estudié una carrera técnica, reparación de computadoras, con un programa del Gobierno de Buenos Aires, Proyecto Joven. Hice una pasantía en un laboratorio que le hacía el servicio técnico al Banco Roberts. Luego se dio la posibilidad de poner este negocio familiar. Cada uno trabajaba por su lado: mi papá trabajaba en la construcción, mi hermana trabajaba en lo suyo, hicimos un pozo común y abrimos el restaurante, La Piurana, en 1997”.

Tu idea es volver alguna vez?
“Cuando uno se acostumbra a esto no lo puede dejar. A mí me gusta Buenos Aires. Siempre estoy agradecido de Argentina. Si alguien critica algo, siempre trato que se vean las cosas medidas y objetivamente. Hay actitudes fijas como que los porteños son chantas o cagadores, pero yo sé que no todos los son, en verdad quienes son así son una minoría. Entonces yo trato de mediar. A mí no me pasó nada malo, al menos hasta ahora. Entonces sé que no toda la gente es así. Pero en todos lados hay gente jodida. Buenos Aires tiene sus reglas, tiene sus reglas de juego, y hay que adaptarse a ellas. Cuando incorporás las reglas del juego es como que ya estás adaptado.
Tengo un hermano que está en Estados Unidos, en Nueva York. Es el mayor de nosotros y lleva veinte años allá. Está casado y adaptado. Y quiere llevar a nuestros padres para allá. Pero yo los quiero acá. Ellos están acostumbrados. Nosotros estamos acostumbrados acá. Uno ya trabajó, hizo algo. Sé que las cosas no está fáciles, están como para irse. Sin embargo, uno todavía trata de tener esperanzas. Para mí no es fácil dejar esta ciudad, ya soy parte de ella. [...]
Por ahora a Perú solo volví dos veces, el primero y el segundo año acá, luego no fui más. Nunca fui mientras estuvo Fijimori”.

¿Cómo está el Perú? ¿Qué opinás de Fujimori?
“Con Fujimori la gente estuvo muy mal económicamente. Y debía salir a algún lado, y lo más cerca era Argentina, especialmente con el cambió una a uno; era como un imán.
La política de Fujimori fue muy fuerte y bastante drástica. Fue una estrategia a largo plazo. Primero cerró el congreso queriendo abarcar todo. Creo que el Congreso es lo más importante del país. Al no haber Congreso se convierte en un régimen muy autoritario. No fue una democracia libre, más bien mafiosa.» Los gobiernos latinoamericanos suelen ser reelegidos, pero con una «re-re» ya se hace demasiado largo el mandato; pasó a ser un régimen bastante dictatorial. Él propuso la ley de poder ser reelegido por segunda vez en el congreso, pero ya no había cámara de senadores como acá”.

En el Abasto hay muchos restaurantes peruanos, ¿La comida es muy original? ¿Es una nostalgia a las costumbres?
“Sí, pero vienen argentinos también, y de otros lados, es común en gente que ha viajado al Perú, muchos han visitado el Machu Pichu y otros lugares turísticos y les gustó la comida”.

¿El fenómeno de la Inca-Cola que se vende en quioscos del Abasto por $4 a $5?
"Lo que pasa es que es una gaseosa nacional, que se consume mucho más que la Coca-Cola incluso. Pero en Perú es más barata. Acá es cara por el tema de la importación. También se toma mucha Pilsen Callao, una cerveza nacional también. La comida típica por excelencia sería el cebiche, que se come en todo el Perú."

¿Sentís rasismo?
"No, no rasismo, pero sí bronca. Cuando a uno no le va bien necesita a quien echarle la bronca. Y el inmigrante es ideal, porque difiere en algo. Pero es así en todos lados, cuando algo no va bien se buscan culpables.
Las cosas han cambiado. Yo cuando vine al país fui muy bien recibido. Nosotros vinimos en la época de Alan García. Perú estaba mejor y Argentina también, y me trataban muy bien. En ese entonces el peruano podía representar dinero. Hoy la miseria en Perú ha llevado a mucha gente al exilio, y muchos de condiciones muy precarias."

¿Fuiste al boliche [El Picaflor bailable] de acá al lado?
"Sí fui. Pero no es mi onda. No es tampoco cuestión de edad. Yo salgo a bailar. Pero a lugares más tranquilos, de música salsa. Ese en cambio es un lugar donde hay que estar alerta y cuidarse la espalda. Los que van saben que siempre va a haber una pelea; y arriesgar la vida por diversión no es de mi agrado..."

R.S.

Revista El Abasto n° 26, agosto 2001.

 
 

 
 
 

 

 

 

 

 

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