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Victoria Eppinger de
El Ombligo de la Luna


“En mi fantasía como actriz siempre estuvo tener una sala propia. Y, quizá, se me disparó más después de haber trabajado en algunas puestas del director Eduardo Demaestri en su propia sala, algo que aceleró más mi proceso. De hecho, antes del Ombligo había tenido un patio de teatro en el Alto Palermo. Pero, fijate vos, yo como actriz en mi propia sala hasta ahora no laburé nada. Este pro-yecto que ahora amo fue mucho más grande de lo que pensábamos en un principio cuando El Ombligo abrió en el 2001. Y tuvo dos aperturas, una el 13 de enero y la otra, la oficial, el 3 de mayo, ambas ese mismo año.”
¿Cómo se les ocurrió el nombre?
“Una semana antes de la primera inauguración había nacido mi segundo hijo y yo me acuerdo de cuando esto todavía era un frigorífico abandonado y yo con la panza del embarazo de mi primer hijo. Por eso el nombre de la sala es El Ombligo ... de la Luna.
No tenemos subsidios de ninguna índole, ni hay aquí una escuela que aglutine un montón de alumnos. Por eso mismo estrenamos un montón de espectáculos... El teatro es bastante impredecible en términos artísticos, financieros, etcétera. Pero si sobrevivimos el primer semestre del 2002, sobrevivimos a todo. De todas maneras, reconozco que yo sola no hubiese podido porque una de las cosas más positivas que puedo evaluar es el equipo de gente que está trabajando en el teatro. Son buenos tanto profesional como humanamente.
Yo estoy superfeliz con El Ombligo, ¿sabés por qué? Porque me mantiene viva. Y aunque a veces produzca dolor, tengo la sensación de que encontré mi lugar en el mundo.”

M.S.

Revista El Abasto, n° 46, junio 2003.

 
 

 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

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