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La peluquería de don Rojas


Alberto, el dueño, a la derecha con un cliente. Atrás Aurelio cortando el pelo.

Aurelio Rojas trabajó desde el año ´70 hasta el ´78 en que se independizó en la peluquería de Alberto Fígaro en Bustamante 647. Esa peluquería y el sr. Alberto tenían un excelente prestigio y estaba puesta a todo trapo. Eran cinco peluqueros y había una manicura. Además de un gran salón de espera tenían un sauna o si se quiere baño finlandés o turco con duchas. Aurelio cuenta que el trabajo abundaba y que Alberto era tan trabajador que cuando él llegaba de mañanita ya había hecho unos cinco cortes y al irse, más bien tarde, le quedaba una cantidad similar por realizar. Actualmente a su expatrón se lo puede visitar en Gallo 273. Y pasé por ahí y Alberto da fe de esa realidad. Dice que ahora la mayor parte de la gente no busca calidad sino más bien precio. La peluquería original la compró un peluquero que se mudó hace ya un tiempo y actualmente ahí se instalaron con otro rubro.
En el tiempo que Alberto viajó para trabajar en Canadá quedaron a cargo de la peluquería los empleados y cuando volvió, Aurelio decidió ponerse por su cuenta a unas cuadras cruzando Corrientes, más exactamente Valentín Gómez 3516 (casi Bustamante). Más adelante Aurelio se corrió de local un par de veces ya manteniéndose por la zona de Bustamante -hoy 444- entre Valentín Gómez y Corrientes. Hoy trabaja sólo y su clientela es, como lo fue siempre, casi exclusivamente de hombres, lo que no quita que pueda atender al sexo opuesto. Es una herencia que quedó de aquella época en que la espera era preferible acortarla y el corte masculino suele durar menos tiempo.
Cuando le pregunto sobre la época del Mercado a Aurelio, como a prácticamente todos lo que les preguntás al respecto, le brillan los ojos. “Una época fabulosa. ¡Cómo se trabajaba! La gente era más feliz y el trabajo abundaba. El dinero no era un problema. Yo participaba contínuamente en certámenes de peluquería y tengo varios premios. Ahora ya no compito porque me cuesta: tengo que pagarle al modelo, mantenerlo, viajar, porque muchos son en otras ciudades, en fin, hoy como mucho voy de espectador”.
R.S.

Revista El Abasto, n° 55, abril 2004.

 
 

 

 

 

 

 

 

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