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Reflexiones sobre la limpieza de imagen de la empresa minera Barrick Gold

¡Cómo ayuda la Barrick!

Existe un enorme cuerpo legal que se supone rige la actividad minera en la Argentina. Código Nacional de Minería (ley n° 1919), sus leyes modificatorias, derogatorias, ampliatorias…; la n° 24196 de Inversiones mineras, la 24498 de “Actualización minera”; la 24585 vinculada con el impacto ambiental que dicha actividad pueda deparar; la 25243 para establecer una legislación conjunta con Chile sobre el rubro y de algún modo resolver, admitir, proteger o conceder establecimientos de frontera con jurisdicción minera en ambos estados sin solución de continuidad; la 24228 de financiamiento, amén del prolífico ámbito de las leyes provinciales, algunas interprovinciales, que legislan sobre el mismo tema.
Al punto que embarcarse en su estudio y análisis resulta tarea de especialistas en ese campo del derecho y por cierto, tarea de largo plazo.
      Para quienes no somos tales y sin embargo, nos importa la cuestión desde el punto de vista económico, ambiental, político, debemos limitarnos a observar diversos índices o síntomas que nos pueden dar idea de lo que está en juego.
     Saber entonces que hasta el reinado de Menem, el país contaba con un puñado de empresas mineras, que se contaban con los dedos de una mano y que durante el menemato la cantidad de tales empresas alcanzó el llamativo número de 96. Algo las debía atraer, como a las moscas el dulce…
     Las leyes antes enumeradas hablan de estabilidad fiscal por 30 años, hablan de que las regalías provinciales no pueden superar el 3% del ingreso bruto en boca de mina, de beneficios a la exportación que significa la devolución de todos los créditos fiscales que las empresas hayan contraído, de exenciones fiscales…
     La impresión que uno tiene es que a las empresas que vienen a llevarse los materiales existentes en el suelo argentino se le brindan todas las facilidades y el estado y la sociedad argentinas reciben poco y nada a cambio. Siempre queda aquello de la fuente de trabajo: instalada la mina crece la ocupación de la mano de obra local. Y las diferentes poblaciones más o menos pequeñas cercanas a los emprendimientos así lo registran: fulano de tal que cortando leña y tratando de distribuirla juntaba unos pocos cientos de pesos, contratado por la mina para tareas de fundición o trituración o atención de los diques de cola embolsa ahora más de dos mil pesos…
     Las empresas no son tontas. A cambio de las enormes facilidades legales que se les brinda otorgan algunos sueldos llamativos, que contrastan con la escasez generalizada en el lugar. Pero su línea de acción es lo que se llama en derecho leonina: se quedan, en todos los rubros, con la parte del león. Las regalías que en muchos países, del primer mundo, se estima en decenas de puntos, aquí no puede sobrepasar el 3%. Prácticamente se llevan gratis el mineral extraído.
Aunque han aumentado muchísimo las frases y los recaudos sobre el impacto ambiental de la actividad minera, una actividad que siempre ha sido destructora, porque se extrae algo que no se repone, en los últimos tiempos la actividad minera ha adquirido un rostro muchísimo más devastador que el clásico y ya temible, de los socavones de las minas.
     No hay ya socavones porque no hay vetas que perseguir. El mineral vetiforme ha casi desaparecido y la tecnología se ha desarrollado en el sentido de poder extraer las mínimas presencias de mineral en las masas rocosas. Para lo cual hay que deshacer, pulverizar, literalmente, esas masas rocosas. Y así un viejo conocido de las minas, los diques de cola, han pasado a tener un protagonismo que expresa el nuevo tiempo: depósito residual de enormes masas de mineral desechado, inservible… y contaminado. Porque la tecnología desarrollada se basa en elementos tóxicos, altamente tóxicos, que permiten precipitar los minerales buscados oro, cobre, mediante el uso de cianuro.
     Es ese estilo de extracción mineral el que ha despertado el rechazo de las poblaciones locales, que como neoludditas, se oponen no a la minería en sí sino a una minería que envenena su entorno, sus aguas y condena a las poblaciones aledañas a una dependencia más que preocupante de este nuevo tipo de extracciones mineras.
En Esquel, un proyecto de la Meridian Gold para ir extrayendo oro de la ladera de una montaña cercana enfrentó la resistencia de la población que vio peligrar su vida cotidiana: la empresa, aliada a los funcionarios políticos locales, largaron un plebiscito que les permitiera refrendar su emprendimiento y dejar de lado las voces airadas de vecinos agrupados en contra; el plebiscito, sin embargo, resultó un gol en contra porque la Asamblea de Vecinos de Esquel obtuvo un difícilmente contestable 84% de voces en contra del proyecto de extraer oro en la región mediante el uso de cianuro y la formación de los temibles diques de cola.
     La provincia de Chubut, finalmente, legisló prohibiendo el uso de cianuro a cielo abierto para la actividad minera. Tengamos presente que la actividad minera con la ley actual de mineral * no puede funcionar si no es con extractores y precipitadores químicos del mineral buscado, y todos los que se conocen son ambientalmente nocivos.
     Una de las empresas asentadas en la Argentina posmenemista es la Barrick Gold, que es una de las mineras más grandes del mundo entero, con enormes (y leoninos) intereses en devastados países africanos, como Tanzania, en países del sur americano como Argentina, Chile y Perú y en el norte americano; EE.UU. y Canadá, donde tiene su sede.
     Barrick Gold lleva adelante el primer proyecto binacional del mundo entero, de mina a cielo abierto, en Pascua Lama, San Juan, entre Argentina y Chile y uno, mal pensado, intuye que el tratado de integración binacional firmado con Chile no es lo que debería ser una ley; algo general sino un reajuste de la legislación a una realidad bien concreta y particular: el proyecto Pascua Lama, precisamente.
Como pasó en Esquel, Chubut, las poblaciones directamente afectadas han reaccionado en otros lugares de la Argentina como en Famatina, La Rioja, donde se ha establecido un bloqueo carretero para impedir el traslado de equipos y mercancías.

Las empresas como Meridian Gold y Barrick Gold están advertidas de los sentimientos que despiertan en la población más cercana a sus emprendimientos aunque cuenten con la indiferencia y la aquiescencia de las grandes poblaciones lejanas de los lugares devastables o devastados y cuenten incluso con cierto apoyo por parte de la población local que mejora, al menos transitoriamente sus ingresos con los nuevos puestos de trabajo. Por eso, “preventivamente” se dedican a mostrar otro rostro ante la población, que no sea el de todas las facilidades impositivas y económicas que tan graciosamente (¿o no?) reciben ni tampoco el de los diques de cola con todos los desechos que dejan tras su paso.
Para esas operaciones de lavada de cara siempre cuentan con la gran prensa que “informa” de sus bondades. En Chile, un terremoto afectó seriamente el año pasado a una pequeña población costera, Tocopilla, bien al norte, entre Antofagasta e Iquique, en la latitud de Jujuy. Este verano la Barrick Gold organizó un ”voluntariado” mediante el cual sus empleados fueron llevados a una jornadas de reparación de Tocopilla. Unos 150 asalariados de la Barrick prácticamente se dedicaron a pintar durante un fin de semana viviendas y edificios allí. Como se sabe, pintar es de lo que más efecto visual suele dejar. El operativo se llamó, significativamente, “¡Llénate de alegría!” y ciertamente formaron parte de él ministros y autoridades del gobierno chileno así como “altos ejecutivos de la empresa” (Gente). En la “comunión” conseguida entre los ilutres o no tan ilustres visitantes y las autoridades locales éstas, agradecidas, rebautizaron la caleta del lugar como “Caleta Barrick Gold Zaldívar Boy Norte”; un buen ejemplo de spanglish, para irnos acostumbrando a los manejos de los amos del norte.
    La técnica de Barrick Gold para ir ganándose apoyo social, de población “común y corriente” es similar a la que ensaya, por ejemplo, Wal Mart y muchos bancos modernos: procurar que todos los empleados se sientan “en familia”, participando de un proyecto común, como es tradicional en el ámbito familiar. Borronear, negar, ignorar radicalmente toda diferencia de intereses, de poder, de diferencias materiales entre, por ejemplo, los directivos y el “último repositor”, y convocar a “todos” para estas tareas de “voluntariado”. Seguramente la participación en ellas irá otorgando mejores puntos.
Un buen ejemplo de la omnipotencia que caracteriza en este caso a Barrick Gold es el informe que criticara, mejor dicho demoliera, un analista de la actividad minera en Argentina, Javier Rodríguez Pardo, en el cual la Barrick Gold se ofrecía a cambiar de lugar tres glaciares que la población local temía perder con la actividad minera. Como lo lee. ¡Cambiar de lugar a glaciares! Como si se tratara de tractores, elefantes o incluso casas. ¿Cambiar de lugar un glaciar sin su entorno, donde se fue forjando milenariamente? El informe de Barrick Gold decía presuntuosamente que contaban con tecnología para hacerlo. Tal vez diez en tecno. Pero cero en sentido común, en darse cuenta lo que es una interacción, una interrelación, lo que es una trama ambiental, ecológica, ¡no darse cuenta que los glaciares son intransladables!

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]

Revista El Abasto, n° 96, marzo, 2008.








 

 
 

 
 
 

 

 

 

 

 

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