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Reflexiones sobre el nuevo proyecto Basura Cero...

¿Basura o desechos sólidos de la vida cotidiana?

FOTO: astro.washington.edu

Se está implementando el proyecto bautizado "Basura Cero" en la exmunicipalidad porteña que recibe ahora el título de "ciudad de Buenos Aires" (y uno se pregunta qué son si no son ciudad de Buenos Aires tantos barrios que quedan al "otro lado" de la General Paz), y con esa proverbial ciclotimia por la cual tan rápidamente se pasa de lo peor a lo mejor (y viceversa), presenciamos ahora el momento que supuestamente abandonará un sistema de contaminación generalizado e impune para establecer otro de recuperación perfecta.
Hace pocos años veíamos como industriales de barrio arrojaban junto con el agua de la canilla efluentes tóxicos, que iban arrasando la vida de los gatos del vecindario hasta matar en un episodio sobrecogedor como a media docena de seres humanos, o cómo sistemáticamente y hasta el día de hoy, las empresas contaminantes arrojan sus tóxicos a las corrientes de agua pluviales o fluviales, y así está el Riachuelo, y resulta que ahora se proyecta que Buenos Aires sea la primera megalópolis limpia del planeta…
     Parece un poco demasiado esto de los bandazos.
     Un poco lo mismo que pasó con Gualeguaychú: hasta el día anterior, nadie decía un pomo de toda la contaminación que arrasaba alrededor de Gualeguaychú (y adentro), que campeaba por tantos ríos argentinos y, de pronto, la exigencia de pureza radical… Está bien, no se puede estar en contra. Lo que resulta difícil, por no decir increíble, es hacer semejante salto y no caer en el intento…
No por observar lo que acabamos de observar, estamos en contra del proyecto B.C. y de sus fundamentos. Al contrario, vemos como algunas de las más dinámicas expresiones de esta nueva visión de "la basura" ponen el acento correctamente; así la cooperativa de recuperadores "El Ceibo", de Palermo, insiste en la importancia de la participación de los vecinos en la separación de los desechos que pasan por sus manos, por sus hogares. Porque una piedra de toque de todo proyecto de achique de los desechos sólidos urbanos pasa inevitablemente por la mano de los usuarios de los materiales que en general tan rápidamente se descartan.
      Es decir, que el primer objetivo de todo plan de achique de la problemática de los desechos debe pasar por verlos, por aprender a visualizarlos, a darse cuenta de su existencia, y por lo tanto de lo implicados que estamos quienes los hacermos circular o los generamos. Y darnos cuenta que eso es exactamente lo opuesto que la cultura dominante ha hecho hasta ahora, al menos en el último medio siglo o tal vez a lo largo de la "modernidad"… hemos ido aprendiendo a "no ver" "la basura", en todo caso a verla lo menos posible, metiéndola en un tacho en tiempos idos o en una bolsa de plástico en las últimas décadas y alejarla de nosotros todo lo posible y desentendernos lo más rápido posible…
Ese rasgo cultural es lo que he llamado alguna vez "no hacernos cargo de la caca que producimos a diario". No es del todo extraño: en un mundo de pañales descartables, donde cada bebito "consume" en un par, tres años, una carga que difícilmente entre en un camión, los adultos también hemos aprendido a ignorar los desechos. Como si algo o alguien pudiera hacerse cargo.
Y es cuando las sociedades empiezan a darse cuenta que "las soluciones" en realidad eran problemas -quemar desechos, enterrarlos- que empieza a verse el problema, los desechos.

Para encarar el tema de "la caca nuestra de cada día" dijimos que era imprescindible lo que señalan los recuperadores de "El Ceibo"; la separación en origen. Hay otro aspecto que es igualmente importante, si no lo es más todavía: la regulación (que tendrá que ser inevitablemente pública) de las sustancias que usan las industrias, una política acerca de su toxicidad.
      De esto también son conscientes los autores del proyecto "B.C." Pero no alcanza, porque la industria no tiene el menor interés en "sufrir" regulaciones, es decir limitaciones, y por eso su folletería de propaganda, cuando tiene que afrontar cuestiones como la invasión de plásticos pone siempre el acento no tanto "en la voluntad de las empresas [sic] sino que depende fundamentalmente de cada uno de nosotros." Una bella manera de eludir toda responsabilidad empresaria y descargar en las vidas individuales la responsabilidad.
      Hay un aspecto del proyecto que revela, a mi modo de ver, una alta problematicidad: el proyecto B.C. se concentra dentro del perímetro de la capital federal y por ello repite machaconamente que "Buenos Aires genera diariamente entre 4 y 5 mil toneladas de basura que se entierran en los predios de la CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado)."
Literalmente cierto. Pero ese cuadro merece algunas precisiones: en la capital federal, con sus tres millones de habitantes, un sector de su población trabaja en el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires, compuesta por docena y media de municipios). Y un par de millones de sus trabajadores provienen a diario de ese mismo lugar…
       El AMBA "produce" diariamente más de 15 mil toneladas diarias, más de 15 millones de kilos al día de desperdicios (siempre estamos hablando de los sólidos urbanos)…
        Pero el AMBA constituye un tramado urbano continuo, al cual el tajo enorme de la General Paz no logra cortar, a lo sumo condicionar un tanto. Y la continuidad, al lado de la contigüidad, no es solo geográfica sino cultural. La visión de "la basura" es la misma para porteños y bonaerenses del área metropolitana, más urbanizada al menos.
      Y el CEAMSE, con cierta lógica geográfica, administra los desechos sólidos urbanos de todo el AMBA y de algunos otros municipios aledaños.
Y la crisis de los rellenos mal llamados sanitarios o “ecológicos” es tal que el CEAMSE tiene crecientes dificultades para encontrar terrenos, aún pagándolos canallescamente bien y seduciendo a intendentes, porque las poblaciones de más y más lugares empiezan a ver los desechos como lo que son: no un negocio (a corto plazo) sino una contaminación (a largo plazo). Con todo lo que ello implica, de enfermedades, miseria cotidiana, pérdida de calidad de vida…
Por el carácter de Buenos Aires como urbanización megalopólica, todo encare de sus desechos debería abarcar a todo su universo humano, no a "los elegidos" de la capital.
       Igualmente, todo proyecto de saneamiento ambiental en este aspecto, de los residuos urbanos sólidos, deberá recaer sobre toda la población y el mundo empresario, y los intentos de hacer que algunos se especialicen en el reciclado y la separación, condena al proyecto a una bajísima calidad en los resultados.
Porque es insensato esperar que recuperadores a mano o mediante "tolvas inteligentes" logren desfacer los entuertos que la complejísima trama industrial ha creado en nuestras vidas. Así como sería insensato y de una comodidad abyecta que los inquilinos de las grandes unidades habitacionales que figuran en la primera etapa del proyecto de B.C. hicieran recaer en los porteros la separación de desechos, que ya no sería en origen sino bajo el mismo techo pero "por personal especializado"…
      Todo reemplazo de coordenadas culturales por administrativas nos llevará a un miserable fracaso, a repetir los rasgos que han hecho insustentable la sociedad en la que nos "movemos".
      Pero contamos con algunos puntos a favor: empezar a ver los desechos como lo que son: un problema y una vergüenza; los cartoneros se están convirtiendo en actores cada vez más activos y responsables y a ellos les cabe exigir la "separación en origen", de lo cual son muestras tanto los entusiastas de "El Ceibo" (Palermo) como los tenaces de "El Álamo" (Villa Pueyrredón) que siguen luchando por conseguir un lugar de trabajo o los decanos de la cooperativa de recicladores del Bajo Flores...

Luis E. Sabini Fernández
[email protected]

Revista El Abasto, n° 77, junio 2006

 

 
 

 


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