Adiós al padre del estudio del lunfardo

Para José Gobello, quien ayer falleció a los 94 años el lunfardo y el tango eran su razón de ser. Periodista, escritor y ensayista no sólo dejó un amplio trabajo en esas especialidades, sino también
el

Gobello había nacido el 26 de septiembre de 1919 en una casa humilde, descendiente de inmigrantes italianos y pudo recién completar sus estudios secundarios siendo un adulto. Sin embargo, eso no fue un impedimento para que dedicara su vida a las letras y a la política.

Pasó activamente por el primer peronismo, ya que en 1951 fue electo diputado nacional, actividad que desempeñó entre 1952 y 1954. Y en esa militancia admiraba a Juan Domingo Perón y a Eva. Durante su gestión como diputado siguió ejerciendo como periodista y además, en 1953, publicó “Lunfardía” el primer estudio serio del lunfardo, herramienta indispensable para pensar y estudiar nuestro habla coloquial.

Con el derrocamiento del gobierno constitucional en 1955, Gobello fue detenido y pasó dos años preso, espacio donde escribió su segundo libro (“Historias con ladrones”).

Luego, con intención de darle forma y difusión a un lenguaje que no figuraba en los diccionarios empezó a pensar en una academia. Fue junto con Nicolás Olivari y Amaro Villanueva que comenzaron a trabajar en generar ese espacio dedicado al estudio del lunfardo, algo que se consumó el 21 de diciembre de 1962 cuando, junto con Luis Soler Cañás y León Benarós fundaron la Academia Porteña del Lunfardo. Comenzaron en un departamento por Lavalle para lograr la actual sede propia en Estados Unidos 1379 recién en el año 1987.

 

Recuerdo una secuencia ampliamente citada, cuando en una entrevista que le hice en el año 2005 salió su defensa pública al dictador Videla. Gobello me explicó que “antes de ser peronista y argentino era católico”. Dijo: “A mí la Iglesia no me la toquen. Ni Perón, ni Kirchner, ni nadie. No sé si está bien o mal, pero soy así. Yo soy antizurdo y antifidelista porque creo que eso es una gran farsa”. Luego remató con algo así como “Los milicos vinieron a poner orden y se les fue la mano. Pero en toda guerra se cometieron atrocidades.

No congeniamos en eso. No creo en la teoría de los dos demonios. No compartimos las mismas ideas políticas al menos en ese plano. Sin embargo, Gobello era un hombre con el que se podía hablar. Incluso discrepar. Y hasta encontrar acuerdos en la discusión:

En los fines, todos coincidimos, queremos el bien del pueblo, que todo el mundo coma, que tenga una cama tibia. Pero con los piquetes no creo que lo consigamos” me dijo aquella vez.

 

Si bien Gobello era una persona, con toda la complejidad que eso implica, debo confesar que hasta en estas discrepancias podía ser interesante. Su admirable capacidad de discusión era razonada y pensante.

Volviendo a la Academia Porteña del Lunfardo, donde anoche su cuerpo fue velado, “Era su segundo hogar”, explicó Marcelo Oliveri, vicepresidente de la entidad, amigo, coautor y editor de muchos de los trabajos de su maestro. Según Oliveri, que supo tener una columna de lunfardo en la revista El Abasto, “todo lo que hizo servirá para reconocer la identidad porteña y saber de qué se habla en la calle y en los tangos”.

Personalmente recuerdo que cuando me interesé en el tango lo primero que compré fue un libro de José Gobello.

Más allá de los aportes culturales que de este hombre nos ha brindado como sociedad –que seguirán enriqueciéndonos– vale agregar que tuvo con su esposa, Marta, un hijo: Misael.

Desde acá le agradecemos a Gobello su gigantesco aporte a nuestra cultura popular.

Rafael Sabini

Entrevista a José Gobello

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