El Pasaje Gardel enrejado por vigilia de desalojo

Por la mañana el oficial de justicia acudirá a la Casa Pantano para anoticiar la expulsión de 25 familias que pueblan el edificio hace tres décadas. Esperan que se posponga para obtener créditos habitacionales. 
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“A los nenes no los tocás”, le grita a la policía un hombre con la remera estampada que reza: “La calle no es un lugar para vivir”. La bronca del tipo es el único sonido en la madrugada despejada, casi primaveral pero desierta del Abasto. El shopping bajó las persianas hace poco; las últimas parejitas que salen del cine ya tomaron taxis sobre Corrientes. De entre la muchedumbre que toma mate sobre el piso de adoquín del Pasaje Gardel, esquina Anchorena, salen un par de vecinos a frenarlo. Se lo llevan y le hablan bajito: “Tenemos que aguantar toda la noche”. Apenas es la una de la madrugada y la vigilia de resistencia pinta larga, lenta, con mucho tiempo para compartir hombro a hombro con los uniformados de la 9° que miran desde el otro lado de las rejas. Vallaron toda la cuadra, que custodia una decena sobre Anchorena y unos pocos con patrulleros y colectivo azul al otro lado, en Jean Jaurés. En el centro de la cuadra está la Casa Pantano, el hogar por tres décadas de 25 familias, vecinos y vecinas como el embroncado de remera estampada, que, si todo sigue su curso, este viernes de madrugada quedarán desalojadas, según pauta la papeleta oficial con firmas del Juzgado Civil N° 52 que habrá de llevarles a la puerta el oficial de justicia de ocasión.

Este inmueble de Abasto del siglo XIX, lustroso a simple vista y de entrañas roídas, es el hogar de muchas familias, varias encabezadas por jefas de hogar. Desde hace tiempo, tras la muerte del dueño a quien alquilaban las habitaciones sin problemas, están a la expectativa de la voluntad de los herederos, quienes apuestan por vender y que se levante, entre los andamios viejos, un emprendimiento inmobiliario, uno a tono con el nuevo paisaje de la manzana, donde hay cuatro torres en plena construcción (más otros baldíos que esperan mismo destino). Dos años atrás el gobierno validó la creación en Casa Pantano —con salvaguarda del frontispicio, protegido por ley— de una torre con diez pisos, cocheras, también locales comerciales y subsuelo (disposición N°1173).

La sombra de la torre esta noche sobrevuela el pensamiento de las familias. Los de Casa Pantano y las agrupaciones sociales que hacen el aguante cantan para no enroscarse: “La lucha por la vivienda no se vende, se defiende”. Entre ellos hay miembros de Proyecto 7, creada por personas en situación de calle, y la Coordinadora de Inquilinos de Buenos Aires (CIBA). Jorge Abasto es referente de esta última y explica que el plan es hablar esta mañana con el oficial de justicia sobre plazos: “Vamos a pedir que se posponga el desalojo, hicimos gestiones en organismos porteños como IVC, la idea es que, si se van, las familias lo hagan con una idea de dónde se van a reubicar”. Sus dichos se contextualizan en que el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) dio el visto bueno el día 8 de este mes para que, por medio de la ley 341, las familias accedan a una vivienda con créditos estatales. Resta la validación final, por eso piden postergar la expulsión.

La noche avanza y ya varias veces fue y vino un móvil de la comisaría 9°, dejó uniformados que engrosaron la vigilancia sobre la reja. No mucho más. El canto contra el desalojo les resbala. Tal vez esté fuera de su interés, tal vez sólo guarden fuerzas para el amanecer, para el momento en que el oficial de justicia avance la despoblada vereda y toque las puertas de Casa Pantano.

J.C. 

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