Revista N°198

La felicidad la la la la

Todos sabíamos que la situación económica del país cambiaría luego de años de crecimiento. A decir verdad, que crezca la economía luego de tocar fondo no debería ser tan llamativo.


Pero el kirchnerismo se dedicó a robar nuestro dinero y enterrarlo bajo el suelo de este país. Mientras nos quisieron hacer creer que estábamos mejor porque tuvimos más poder adquisitivo, pudimos tener aire acondicionado, auto, vacaciones y algunos hasta vivienda, se hablaba de derechos humanos, con énfasis en la época del proceso militar reivindicando a sus amigos subversivos. ¿¡Tanto lío por la picanita, el sumarino y unos miles de muertos?! (¡y no me vengan con 30.000 que si están desaparecidos no se pueden contar!) ¡Si eso fue una guerra! ¡Ellos tenían un montón de jóvenes que leían y proponían no ser colonia! Nuestros militares tuvieron que jugársela y… ¿acaso no es justo que como botín se hayan quedado con alguna casita, algún autito, alguna empresita, algún bebé…?


Menos mal que vino Mauricio Macri y reemplazamos el zurdaje, porque con su equipo de CEOs saben cómo hacer dinero. El mejor equipo. Como Boca. Jamás tirarían dinero en bolsas a un convento ni enterrarían toneles con guita al estilo Breaking Bad. Porque tienen una amplia experiencia en dirigir empresas que articulan con el estado, saben de paraísos fiscales y de finanzas. Y saben gastarla. No en pobres como esa coya de Jujuy que deberían hacer un plebiscito para definir si la crucifican en una plaza de una buena vez.


Ahora estamos como debemos, sino íbamos camino a ser Cuba o Venezuela. Además Mauri tiene ojos celestes. Como uno… ¿vio? Y baila tan descontracturado, con los CEOs el pueblo respira amor y paz.


Lamentablemente ahora pagamos los platos rotos de la fiesta kirchnerista. No todos tenemos por qué tener acceso al agua corriente, la electricidad, el gas, la educación o la salud. Eso era un engaño. Y es muy bueno endeudar un país y pagar lo que se debe, a quien fuere y en las condiciones que sean. Porque un país debe pagar sus deudas. Un CEO no. Pero un país sí, porque nunca se funde.


Era una mentira que podíamos tener aire acondicionado, la energía no alcanza. Las empresas se mantuvieron acá esos doce años “ka” por amor a la patria, otras se hubiesen ido. Desprenderse de España le debe haber generado mucha angustia a San Martín, más o menos como la que sintió todo el pueblo cuando le quitaron el negocio a Repsol. ¡Querido Rey, perdónenos! ¡Vuelvan! Y que vuelva la convertibilidad. Cambiemos patria por colonia. Y que las Malvinas se la queden los ingleses, sino nosotros las haríamos villa.


¡Viva la revolución de la alegría! Y que todos tengamos un muy japi goodyear y una mericrismas divina.

 

CEO de
The Abasto Magazin

 

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