Revista N°203

BICIS EN BUENOS AIRES… pero también patines, motos, autos, trenes… y peatones

Reflexiones sobre el tránsito citadino

La orientación del Gobierno de la Ciudad lleva ya más de diez años y durante este tiempo ha ido afilando las cuestiones de circulación y habitación.

La era Macri ha prolongado, continuado experiencias y aprendizajes de gobiernos anteriores, pero indudablemente, los elencos políticos actuales han generado su propio perfil.

Ciclismo urbano, bicisendas
Ya los comienzos de la impostergable apuesta a las bicicletas, con la administración de De la Rúa, fueron lastimosos. Esa mala costumbre de desvestir a un santo para vestir a otro, apropiándose de senderos peatonales para convertirlos en bicisendas no es simpática, sobre todo si se hace propaganda con ello.
    Pero a la vez, tenemos que reconocer que una ciudad tan densa como la CABA, con unos 15000 habitantes por km2 no da mucho margen para despliegues territoriales.
    Y ése es uno de los nudos básicos de la conflictividad circulatoria porteña.
    La era Macri ha mantenido y profundizado la apuesta, es propiamente una política. Se ha convertido en una política. Pese a las dificultades que acabamos de reseñar. Ha seguido desplegando centros de distribución y recepción de bicicletas, socializando su uso. Y hemos visto a quienes aprovechan tales servicios incluso de noche. Y sólo merece apoyo, pese a que uno pueda discrepar radicalmente con toda la concepción ideológica del gobierno y pese a que uno puede estar convencido que “el bicicleterismo” está en profunda contradicción con la visión del mundo que tiene Macri. Lo sepa él o no.

La noche nos dispararía otras interrogantes como saber por qué los trenes subterráneos terminan tan pero tan temprano en una ciudad bastante noctámbula como Bs As. Una ciudad tempranera, como Estocolmo, cuya actividad principal se despliega entre las 7 hs. y las 16 hs., tiene sus últimos trenes subterráneos poco antes de medianoche (23.15)… Buenos Aires, que prolonga su actividad laboral y social hasta por lo menos las 19 hs., clausura sus servicios, subterráneos, a las 22.50): el estrangulamiento de la circulación no laboral es patente.
    Pero esto parece tener una vía de solución: hay un proyecto de ley para prolongar el horario de trenes subterráneos hasta las 23.30 y en vísperas de feriados hasta medianoche (motivado vía BAElije). No es mucho, pero por algún lado hay que reencontrarse con el ritmo de la gran ciudad…

Gran deuda tiene la administración pública con el espacio para bicisendas. Pero no es una dificultad fácilmente resoluble ni se arregla con meros cambios de elencos de gobierno. Es una dificultad que trasciende a quienes sean gobierno. Porque lo que falta es espacio, derecho viejo. La densidad que recordamos, lo apretado de esta ciudad.
    Esta estructura urbana es la característica de los estados periféricos, como Argentina; si uno ve las ciudades del llamado “Primer Mundo”, se advierte que el porcentaje de población capitalina es mucho menor (aquí se introduce una dificultad conceptual porque “Buenos Aires” sirve para designar a la CABA pero también al GBA, CABA incluida, es decir 3 millones o 14-15 millones de habitantes…. (Dejando a un lado que Buenos Aires también designa a la provincia más grande del país; unos 20 millones de habitantes).
    En el caso argentino, a los efectos de ver la centralización hay que considerar al GBA, que es aproximadamente un tercio de la población total del país.
    Pero más allá de ese fuerte límite estructural, existen sí medidas que puede tomar cualquier gobierno. O dejarlas de tomar. Así, la política de habilitar bicisendas siguiendo el cordón de algunas calzadas tiene su dificultad: muchas veces, sin siquiera construir propiamente una bicisenda, se la pinta allí, sobre los adoquines, al lado del cordón. Esa senda es impropia, por lo incómoda, pero sobre todo peligrosa porque acrecienta los riesgos de accidentes entre ciclistas.
    Además que se cae en la antipática política de seguir vistiendo a un santo desvistiendo a otro, en ese caso arrebatando el menguante espacio para estacionamientos de autos (que ya ha sido muy reducido por los contenedores para residuos). A la vez que tanto el gobierno actual como el anterior han estado estimulando el circuito automotor, introduciéndonos en una suerte de esquizofrenia circulatoria.

Capitales sobrecargadas: despejando el centro
Éste tal vez sea el problema mayor. Ciudades con las dimensiones colosales de Buenos Aires muchas veces no permiten el ingreso automotor al enorme centro de la ciudad. O lo dificultan notoriamente. Claro que para que eso funcione y no se convierta en tortura cotidiana, hay que proveer de muy buenos accesos de otro tipo. Por ejemplo, estimulando centros periféricos de estacionamiento y facilitando el ingreso a las zonas céntricas mediante buses, bicis o trenes subterráneos. Algo que ya existe pero muy embrionariamente.
   Limitando el transporte automotor céntrico a los servicios públicos, educacionales, comerciales.
    Eso brindaría ventajas; en calidad del aire y achique de la monstruosa contaminación automotriz (el principal contaminante del aire planetario) y también en la circulación, tranquilizando al ciclista que se introduce en el centro, hoy, una verdadera prueba de sobrevida. E incluso a los peatones.


¿Tránsito libre para motos o también ése regulable?
El incremento de motos responde a la misma problemática que el ciclismo; la falta de espacio. Pero la alianza con el motor a explosión permite, además de contaminar -algo que no hace la bicicleta-desarrollar mucha mayor velocidad relativa (que autos y bicicletas).
    Su propia plasticidad de recorrido facilita el cambio de sendas, lo cual ocasiona riesgos sensiblemente mayores. Habría que preguntarse si no hay que integrar el curso de las motos al de algunos otros vehículos, para evitar que en las arterias aparezcan en la primera, la tercera, cuarta o sexta senda, indistintamente. Canalizar, por ejemplo, su andar en las sendas de los buses (y taxis), por ejemplo.

 

Luis E. Sabini Fernández
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