Cuando en una quiebra se olvida la gente

En una de nuestras tradicionales rondas por el barrio dimos, por San Luis y Anchorena, con una historia del cierre de la fábrica Rolco SRL y alguna de sus consecuencias para con el personal.
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En San Luis 3133 había una fábrica de aparatos de laboratorio que se supo llamar Rolco SRL. Según el propio portal de la empresa se fundó en 1949 y pareciera que aún atiende aunque no logramos que nos contesten el teléfono. Damos fe que la fábrica ha marcado la zona... hasta la casa de nebulizadores de la otra cuadra (ahora se mudaron una cuadra más lejos) cliente de dicha fábrica, le puso un nombre en consonancia.

Lamentablemente delante de la fábrica hay actualmente, y desde hace unos meses a esta parte, una carpa con una o más personas. Detrás cuelga una bandera de la Unión Obrera Metalúrgica. Para el portal de la empresa se trata de “intrusos”. Pero veamos qué dicen los muchachos que pese a las vicisitudes del clima permanecen estoicamente in situ en reclamo de veremos qué...

Me acerqué a hablar al “campamento” donde me recibió muy amablemente Alejandro quien me contó su versión de los hechos explicando el porqué de esa extraña protesta en la puerta de una empresa.

Alejandro me contó que hasta el verano del 2010 la cosa venía normal, pero que a la vuelta de las vacaciones los obreros notaron que había un ambiente extraño en la fábrica.

Por esa época falleció el patrón y la fábrica quedó al mando de su hermano. Pronto notaron que la propiedad se había vendido, sospechan, dice Alejandro, que “ponteando a la hermana que también sería heredera, cuestión que está en tribunales”.

Me cuenta que “el 31 de marzo del 2011 hubo una reunión a la que convocaron a algunos de los siete empleados”. Y me comenta que los otros, él entre ellos,el 18 de julio del 2011 ingresamos y tomamos el inmueble” con la intención de que no puedan cerrar y por ende no perder sus puestos de trabajo. O que en caso de cierre se les indemnice como dictamina la ley. Cuenta que durante esa toma no salían del lugar porque sabían que luego no se les permitiría volver a ingresar, porque para ese entonces hubo policías apostados en la entrada con ese único fin.

La toma no vino sin desgracia. Fueron cuatro, me comenta Alejandro, los que pelearon de este modo. Y un compañero que salió a los meses, “lo primero que hizo fue ir al Coto de Jean Jaurès y Córdoba” donde “falleció de un infarto”. A pesar de enterarse de esa desgracia la toma se mantuvo hasta que el 19 de noviembre, momento en que “ingresan unos hombres armados y sin uniformes, golpean a uno de ellos y los sacan a la calle”. De ahí en más tuvieron que conformarse con la carpa en la vereda como la tienen hoy en día, cuya intención es “que no saquen las maquinarias”.

Alejandro me cuenta que durante todo este período de lucha el gremio –la Unión Obrera Metalúrgica- les ha estado enviando comida y los apoya como puede. Mientras están en litigio, Alejandro espera que el desenlace sea en febrero, en cuanto reabran de la feria judicial. Según él se les adeuda a los cuatro que decidieron pelearla más de cien mil dólares únicamente en concepto de sueldos, aguinaldos y vacaciones.

Esta es la versión de Alejandro. Sin embargo, tenemos muy en claro que los seremos humanos nos somos objetos descartables. Y nos alcanza ver la lucha y la dedicación de esta gente para sospechar que se está cometiendo una gran injusticia en su contra.

R.S.

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