Alta posicionamiento en buscadores y directorios Abasto

            

Agregar a Favoritos | Buscar | Preguntas | Mapa del sitio | Contactar |

INICIO GUIABASTO HEMEROTECA CARTELERA LINKS CONTACTO BUSCAR

 


   


 

Recuerdos nocturnos

Durante ese instante saqué de mí toda la ira y la volqué en ella, en su joven y cuidado cuerpo. Enterré en su espalda lo extenso del filo del cuchillo, pero no una vez, sino varias, muchas, no sé cuantas. Infinitas. Las últimas veces ya no tuve que hacer fuerza, la carne ya no se resistía.
    Empecé a sentirme más tranquila, aliviada. Una tenue mueca dibujaba ya mi rostro. Saqué fuerza de donde pude, la tomé de las piernas y la metí en el arcón de madera. Ése en el que hace años guardo cosas que no sirven y que días atrás no sé por qué lo vacié. Con trapos viejos limpié todas las manchas que delataran lo que había ocurrido.
    Abrí los ojos. No comprendía dónde estaba. Todo se hallaba en penumbras. Me sentía inmóvil, entumecida y húmeda. No entendía lo que sucedía. Posé mi mano derecha sobre la frente y la sentí empapada. Recorría con los ojos el espacio de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Vi el techo y reconocí los muebles. ¡Qué alivio! ¡Qué locura! Es mi cuarto. Me siento en la cama y miro el reloj. Tres y veinte de la madrugada. Levanto un poco más la vista en busca de ella. La cama estaba todavía hecha. Nunca se acostó. La llamé en un susurro.     No contesta. Alcé el tono. Me respondió el silencio. Sigue enojada, estoy segura de que me escuchó. Me quedé quieta, pensé en qué hacer, me ganó la ansiedad. Cada minuto parece una hora. Me levanté sigilosamente y recorrí el cuarto. No dijo que saldría. Fui hasta el baño. Corrí la cortina de la bañera y solo encontré la gota que noche a noche perfora mis oídos.
     Seguí buscando, entré en la cocina, encendí la luz y un reflejo me encegueció por un instante. No está, no la encuentro, no responde... ¿Por qué me siento tan nerviosa? Mi respiración se hacía cada vez más y más fuerte. Me costaba respirar. Fui a la habitación contigua. La inspeccioné de un vistazo, Me paré frente a la ventana. Miré el cielo buscando la tranquilidad que no lograba encontrar. En la calle no había un alma. El silencio era perturbador. La sensación de vacío ganaba en mi mayor nitidez a cada momento.
    Ya sé, pero como no me di cuenta antes, la llamo al celular. Tomé mi celular y busqué su número en el directorio. Comenzó a llamar. ¿Qué es ese ruido? Traté de orientar mi oído en dirección al sonido que escuchaba. Se me confundía con el sonido que provenía desde mi propio teléfono. No, el ruido que escucho es su celular, acá en casa. Seguro que salió y se olvidó llevarlo. Qué olvido más raro, ella siempre pendiente de los mensajitos de Julio. Busqué más. ¿Dónde está sonando? Venía del dormitorio, se escuchaba como envuelto en algodón. Estará adentro de la mesa de luz. No, no, debajo de la almohada.
    Cuando de golpe preferí haber seguido durmiendo y no vivir esta realidad. El sonido que se convierte en eco parece venir desde el arcón. Ese en el que hace años guardo cosas que no sirven y que días atrás no sé por qué lo vacié. Tengo miedo. ¿Cómo fue a parar ahí adentro? A no ser que haya caído accidentalmente.
    Respiré profundo. Tomé el cerrojo. Levanté la tapa. Quería no mirar, pero debía averiguar lo que estaba sucediendo. A medida que abría la tapa el sonar del teléfono se transformaba en un agudo grito de dolor.
    ¡No!, no puede ser lo que estoy viendo, es ella, es mi pesadilla.

Guillermo Gabriel Giglio

Revista El Abasto, n° 112, agosto, 2009.




 

 

 

Webstats4U - Web site estadísticas gratuito El contador para sitios web particulares
Contador gratuito

 

    

Copyright www.revistaelabasto.com.ar - Mientras mencione la fuente permitimos su reproducción.