Pasado
de onda
Prácticamente todos los medios
insisten en que hay un giro en la
política socioeconómica
en el país, o en otras palabras:
"¡que cambió el
modelo!" Pero es mentira, ¡todas
mentiras!
Lo que cambió fue el poder
monetario y un par de figuritas. En
la época del gran vendepatria
al menos con un sope comprabas por
el valor de un dólar mientras
que ahora necesitás tres. Eso
hace que todo haya subido de una manera
asombrosa. Todo menos los sueldos,
las jubilaciones y los ingresos de
los pequeños comerciantes.
Así que el modelo es el mismo
neoliberal donde las grandes empresas
dominan el mercado y la economía,
y los latifundios son lo "normal".
Un modelo que continúa expulsando
gente del interior engrosando las
filas de aglomeraciones urbanas con
economías precarias, léase
villas. Todo para plantar soja transgénica
disminuyendo así la producción
vacuna porque la intervención
estatal implica solo aconsejar o solicitar
y no promover y sustentar.
Ese
peso devaluado permite, es verdad,
que el estado compre dólares
para sus arcas. Así se ha podido
pagar a acreedores como el FMI y mantener
el cambio a raya en el actual tres
a uno. Y nos venden que estamos bien,
que no hay oposición salvo
Lavagna que es más de lo mismo.
Pero somos los laburantes quienes
seguimos garpando los platos rotos.
Y el que menos tiene más paga
porque la mano de obra está
muy devaluada mientras las rentas
(incluso alquileres) están
muy elevados. Ese poder adquisitivo
perdido para mucha gente implica más
poder económico para el estado
y, como siempre, para las grandes
empresas. Claro que el matrimonio
K tiene sus giros simpáticos
como meterse con jovatos uniformados
de extrema derecha y trabajar por
los derechos humanos. Pero mientras
sigamos con las mismas políticas
económicas podrían interpretarse
como actos de demagogia. Creo que
es hora de dejar que la moneda nacional
tome peso y si realmente los K son
lo que nos venden también sería
hora de recuperar -no digo las Malvinas-
pero sí YPF, Aerolíneas
Argentinas, los teléfonos,
la electricidad y otras tantas empresas
además de permitir la posibilidad
que el laburante pueda hacer otra
cosa y no sólo sentir que sus
ingresos mensuales se desvanecen en
quince días.
Rafael Sabini
[email protected]
editoria, El Abasto, n° 77, junio
2006
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