La inflación
también llegó
al tango
A lo largo
de la historia, la Argentina
ha demostrado ser un país
de tradiciones y costumbres,
es notorio que se caracteriza
por sus “cosas típicas”.
Entonces, podríamos
enumerar varios aspectos
típicos como el gaucho,
el campo, el asado, obviamente
el tango, y por supuesto,
la inflación.
En
la historia económica
argentina, la inflación
parece ser una constante,
si no es súper, es
hiper, o simplemente es
inflación a secas.
Pero cada cinco, ocho o
diez años nos viene
a visitar. Muchos recordarán
la hiperinflación
del último período
de Alfonsín, que
cuando queríamos
comprar una leche en el
mercadito del barrio, cada
diez minutos cambiaba de
precio.
Parece
ser, que este temible enemigo
económico llegó
al tango. Tal vez para el
turista o el extranjero
no sea tan grave, pero para
nosotros, los porteños
es cada vez peor. Nuestro
acceso a las milongas se
va restringiendo cada vez
más, una entrada
hace unos años estaba
entre cinco y ocho pesos,
hoy no bajan de diez o doce
mangos. ¡Y ni hablar
si pretendemos comprar un
par de tamangos nuevos para
sacarle viruta al piso!
Todo milonguero sabe que
un buen par de zapatos nunca
fue barato, sin embargo
eran accesibles, además
de sumarle todos los beneficios
que estos zapatitos tienen:
son casi a medida, con suela
anti resbale, y hechos para
bailar toda la noche.
Entre
los letristas del tango,
el único capaz de
anticiparse a esto fue Discepolo.
Igual, no es necesario ser
tan buen observador de la
realidad como él,
para saber que esto iba
a suceder. Pero ya lo decía
en “Cambalache”,
cuando se refería
a que Es lo mismo el que
labura / noche y día
como un buey... Porque no
importa cuánto nos
deslomemos, de todos modos
lomo no comeremos.
No quiero
poner punto final a esto
sin darles esperanzas…
recuerden que cada diez
años nuestra economía
cambia.
Catalina Cabana
[email protected]
Revista El Abasto, n°
87, mayo, 2007.