Periodismo,
periodismo
Periodismo se llama a una
forma moderna de circular
ideas, informaciones y opiniones
en una sociedad. La palabra
proviene de período,
periódico, y es porque
esta forma de expresión
se caracterizó en
tiempos modernos, digamos
del 1600 para aquí
en Europa, por producirse
con un ritmo más
o menos estable.
El
periodismo entonces profesionaliza
y le da ritmo a circulaciones
de ideas, informaciones,
opiniones, que antes pasaban
por el boca a boca y que
desde el poder establecido
se conocían a través
de bandos, proclamas o sermones.
En la lucha contra el poder
absoluto de la época,
el absolutismo monárquico,
mucho se bregó para
encontrar freno a tal ejercicio
del poder considerado nefasto
por más y más
gente, y la división
de poderes fue surgiendo
como un recurso interesante
contra la acumulación
de poderes que empedraba
el camino al absolutismo.
En el espíritu democrático
de la modernidad, el periodismo
fue visto por muchos como
“el cuarto poder”.
Un control, un contrapeso
para evitar que los poderes
ejecutivo, legislativo o
judicial se extralimitaran.
Particularmente el ejecutivo,
que solía administrar,
a menudo monopólicamente,
el recurso de las armas
(tanto policiales como militares).
Y más todavía
en el caso de regímenes
llamados de “ejecutivo
fuerte” como es el
caso del de EE.UU. donde
prácticamente ni
se puede hablar de separación
y menos de independencia
de poderes.
Es
decir que el periodismo
fue visto como un antídoto
a los ejecutivos fuertes.
Y efectivamete, la difusión
de saberes y noticias, a
menudo frena la discrecionalidad
del poder.
Pero
mucho agua ha corrido desde
los comienzos de las llamadas
eras democráticas
y nuestro difícil
presente.
El
periodismo se fue ramificando
a medida que la complejización
técnica y social
avanzó. Por eso,
el clásico periódico,
a menudo mensual o semanal,
pasó a cotidiano
(sobre todo, cuando la linotipo,
desde 1874, permite producir
originables imprimibles
a mucha mayor velocidad
que con el sistema de tipos
móviles de los siglos
anteriores). Pero no desaparecieron
los mensuarios o los semanarios;
sencillamente se fueron
diferenciando en el nivel
del análisis y de
la noticia: los cotidianos,
periódicos diarios,
trabajaban la información
y la comunicación
con mayor inmediatez y los
semanarios o mensuarios
iban “colando”
la masa de acontecimientos
y se iban quedan con lo
persistente, lo que tenían
en común. Perdiendo
inmediatez, ganando profundidad.
Pero
poco a poco el periodismo
fue ocupando el espacio
radial primero y el televisivo
después (aunque hubo
un tiempo, en el medio con
noticiarios cinematográficos
que, junto con las documentales
son otras formas de periodismo).
Si
había que evitar
la concentración
del poder político,
como recordábamos
respecto de las funciones
hegemónicas de los
poderes ejecutivos, siguiendo
la misma lógica había
que evitar la concentración
periodística puesto
que en ese caso el cuarto
poder podía devenir
fácil y peligrosamente
en primero o cerca del primero...
Argentina
tuvo hasta hace unos diez
o quince años disposiciones
legales para impedir que
un mismo propietario lo
fuera de medios de comunicación
de naturaleza distinta (quien
era dueño de un diario
no podía tener un
canal televisivo, por ejemplo)
y tampoco podía extender
su dominio en el ámbito
periodístico a diversos
órganos en la misma
rama de actividad. Es decir
un mismo propietario tampoco
podía disponer de
varios diarios o de varias
radios a la vez.
Estas
disposiciones procuran evitar
la concentración
y promueven en cambio, la
diversificación de
titulares para evitar los
males del monopolio de poder.
Es cierto que la tendencia
natural de cualquier empresa
es la expansión y
que, si tiene éxito
siempre va a procurar ocupar
un espacio mayor. Esto probablemente
no es capitalista sino directamente
humano. Por otra parte,
estas leyes tuvieron cierta
vigencia en Europa pero
no en EE.UU. donde se conocen
grandes monopolios comunicacionales
desde hace mucho tiempo
(por lo menos desde el siglo
XIX).
En
Argentina, el menemato fue
la oportunidad para abolir
leyes tan celosas en contra
de las monopolizaciones.
Y se abolieron los límites
a la concentración
de las empresas periodísticas.
Con lo que empezamos a conocer
dueños de radios
que lo eran también
de diarios o dueños
de diarios que lo eran también
de canales de televisión
o de otros diarios.
Este
proceso, que arranca en
los últimos años
del siglo XX es corto en
el tiempo pero muy intenso.
Con
la crisis del 2001 surgió
otro fenómeno periodístico,
absolutamente opuesto al
que venimos describiendo.
La bancarrota momentánea
del país reveló
la escasa confiabilidad
que mucha población
albergaba hacia los poderes
constituidos. Y como expresión
de esa desconfianza, de
esa imposibilidad en creer
lo que dice el diario o
sobre todo, el canal de
tevé, surge toda
una serie de experiencias
periodísticas dedicadas
a informar sobre lo que
no aparece “normalmente”
en la prensa seria, oficiosa
u oficial. También
fue el momento de quiebre
para las economías
de muchos medios barriales
o pequeños sustentados
en la economía tradicional.
Pero a la vez es el momento
de floración de equipos
de documentalistas, de revistas
y boletines mensuales o
barriales que recogen más
lo que proviene del “llano”
de lo que era habitual en
los grandes medios dedicados
sobre todo a difundir “abajo”
lo que proviene del “arriba”.
Con
una prensa marginal, alternativa,
se recoge algo de la diversidad
que los medios concentrados
tienden a perder.
Luis E. Sabini Fernández
[email protected]
Revista El Abasto,
n° 89, julio, 2007.