Entre el mar de efemérides que nutren la mítica de la ciudad y sus barrios, rescatamos la que celebra los 30 años de la creación de mural “Mi Buenos Aires querido”, hecho por el artista uruguayo Carlos Páez Vilaró (1923-2014). Se luce en lo alto de un edificio en avenida Figueroa Alcorta, casi Tagle, zona de Barrio Parque. En 1998 el artista hizo una réplica en cerámica que fijó en la estación Carlos Gardel del subte B, debajo del entonces reinaugurado shopping Abasto.
El trabajo, se cuenta, fue propuesto por el entonces intendente Carlos Grosso. El artista aceptó con el objetivo de sintetizar hitos porteños. “Se la puede ver desde grandes distancias, porque tiene mucha exposición y además es de las pocas piezas en la ciudad que representa símbolos de la identidad porteña en un lenguaje pop”, dice Juan Vacas, director de Patrimonio, Museos y Casco Histórico del Ministerio de Cultura porteño.
El eje del mural es Carlos Gardel, iluminado por un sol rojo que nace en el extremo superior izquierdo, en compañía de un ave verde. Sin embargo, el Morocho del Abasto está rodeado de otros íconos. Su corbata tiene la forma del Obelisco. Al lado de su hombro derecho hay un barco, para evocar el Puerto de Buenos Aires. También hay una fábrica con sus chimeneas. El estilo recuerda los emblemas de algunos barrios porteños como Villa Ortúzar o Barracas.
También hay un joven jugando a la pelota con la camiseta de argentina (bastante parecido a Maradona), un canillita y hasta dos jokeys, para evocar la zona del Hipódromo de Palermo o el tango “Por una cabeza”, uno de los clásicos gardelianos.
En cuanto a sitios históricos porteños, está el edificio Usina, que hoy es la Usina del Arte, antaño Compañía Ítalo Argentina de Electricidad en La Boca. También está el perfil del Puente Nicolás Avellaneda, que separa la Ribera porteña de Avellaneda. Al lado hay una grúa de Puerto Madero, que data de fines del siglo XIX. Las importaron desde Génova (Italia) y fueron utilizadas para cargar y descargar barcos; se las conservó durante la construcción del barrio tal como se conoce hoy en día.
Cerca del cuello de Gardel hay una capilla con techos de teja y una cruz en lo alto de un campanario. Es una alusión en forma genérica a las antiguas iglesias de Buenos Aires, que en tiempos del virreinato del Río de la Plata dieron nombre a los primitivos barrios (de la Merced, Catedral al Sud, entre otros). De esa época surgen Monserrat y San Telmo, que en mayo de este año cumplieron 250 y 213 años, respectivamente.
En el presente el mural está despintado en algunos sectores. Fuentes del Gobierno porteño dijeron a La Nación que esperan financiar su restauración mediante el programa de Mecenazgo (empresas privadas aportan capital para iniciativas culturales). De hecho, la parte superior de la obra está cortada porque antaño pusieron (y luego quitaron) un cartel publicitario.
En 1998 se fijaron dos cerámicos de “Mi Buenos Aires querido” en el Abasto. Se trata de una obra de arte rectangular, lo que implicó sumar nuevos símbolos e íconos. El más destacado, es una reversión del Mercado de Abasto en líneas negras sobre triángulos rojos y un fondo azul.
También hay un hombre con una canasta sobre su cabeza, una alegoría a los trabajadores del antiguo Abasto. Se le suma un gato negro y más iglesias, fábricas y casas bajas.
Como dato de color, vale destacar que existe otra réplica de esta obra, que no fue hecha por Vilaró. Se trata de un mural ubicado en la calle Saavedra 1038, en San Cristóbal. Lo interesante de esta pieza es que sobre el hombro izquierdo de Gardel hay una silueta de las Islas Malvinas pintadas con los colores de la bandera argentina.
Está en el frente del inmueble donde funcionó un bar de comidas caseras. Hoy el lote está en venta. Las paredes, como en Figueroa Alcorta, también están descascaradas.
Tomás López