Esta crisis por la pandemia del coronavirus nos hizo tambalear el sistema en muchos sentidos. En lo personal, más allá de lo atractivo que puedan tener las teorías conspiranoicas (de que fue un laboratorio, EEUU o China los que lanzaron el virus) estoy bastante convencido de que fue la misma naturaleza la que nos envió ésta plaga. Sin duda, la mano del hombre, modificando genéticamente seres a su antojo, contaminando agua, tierra y aire inescrupulosamente, nos ha llevado a esta situación. Dejar el planeta despoblado de abejas sería dejarnos sin flora. Al contaminar el aire con smog y ondas que no sabemos hasta qué punto nos dañan puede tener repercusiones desconocidas. Todo cambia, ¿por qué no cambiaría también un virus?

Más allá del origen del Covid-19, que puede que a alguno le resuene si es realmente coherente comer animales, esta crisis nos remueve hasta la base de nuestros cimientos. Nos recuerda que somos seres sociales, que en realidad si la humanidad sobrevivió hasta ahora es por haber sabido coexistir en sociedades. Y en línea con eso, cuál es la sociedad que queremos realmente. El sistema actual venía poniendo al dinero por sobre el ser humano y es tan imperiosa la carrera por consumir que se hacen productos con fecha de caducación adrede, la famosa obsolescencia programada, juntando así montañas de basura entre lo que desacertamos y sus envoltorios llegando a generar islas gigantes de desperdicios plásticos y contaminando tierra, napas y ambientes.

Hemos entrado ya en la era de tomar conciencia, los glaciares de derriten, los climas cambian, esto es perceptible para cualquier ser humano. Sabemos que es hora de parar, pero nos cuesta. Si viene una chiquilla sueca a decirnos esto hay adultos que hasta se burlan por su modo en lugar de escuchar su mensaje. Somos muy necios, porque nos cuesta el cambio, nos cuesta salir de nuestra zona de confort. El aislamiento nos sacó a prepo, si bien confinados en nuestros hogares es hora de repensar nuevos horizontes, no podíamos seguir igual. No sería inteligente.
En línea con eso ya hemos dejado las bolsas descartables, en muchos hogares se separa la basura. La orgánica es el mejor compost para nuestras plantas que pueden incluso ser comestibles y cultivarse por el mismo consumidor. Hay casas ecológicas, autos que andan con energía solar… ¡hay alternativas! Así como el gobierno hoy priorizó la salud para frenar la pandemia podría apoyar alternativas sanas. Lo mismo en la ciudad, es hora de dejar de ver todo como negocio, hay derechos básicos a los que deberíamos acceder todos. Es hora de armar un nuevo mundo. Que nos incluya a todos, donde todos aportemos y donde podamos ser todos más felices por estar en mayor armonía con los demás y con la naturaleza. ¡Construyamos el nuevo mundo!

Rafael Sabini
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