Legisladores porteños del bloque oficialista Vamos Juntos presentaron un proyecto de Resolución para declarar sitio de interés cultural de CABA a la “Paragüería Víctor”, sita en la calle Av. Independencia 3701 del barrio de Almagro. Asimismo, se dispone la colocación de una placa alusiva.
A la hora de fundamentar este homenaje, los legisladores indican: “Se trata de una de las pocas paragüerías que quedan abiertas en nuestra Ciudad y en el país. En este comercio hay paraguas lisos, con rayas, a cuadros, cortos, largos, hay Knirps alemanes y Doppler españoles. Hay grandes, medianos, para llevar en la cartera, plegables, de 24 varillas, manuales, automáticos, con protección UV, con vara de madera, chinos, de marcas premium y exclusivas. También hay abanicos, mochilas, monederos, bastones, paragüeros, calzadores y capelinas. En la planta baja del local funciona la venta, y en el subsuelo se encuentra el taller de Elías Fernández Pato, creador de la paragüería, donde se pueden encontrar varillas, resortes, hilos de colores y agujas. La fachada del comercio conserva hasta hoy su espíritu original. Tan es así que en 2010 fue reconocido por el Ministerio de Cultura de la Ciudad por ser “Testimonio vivo de la memoria ciudadana”. Actualmente el local está a cargo del único hijo de Elías, Víctor Fernández, en homenaje al cual fue nombrado el negocio”.
“La moda del paraguas fue impuesta por los ingleses. Desde Inglaterra llegaron los primeros a nuestro país. Cuando la industria doméstica estaba en pleno crecimiento, apareció la competencia china y se impuso en poco tiempo. El modelo chino trajo al mismo tiempo nuevas pautas para la reparación. Hay arreglos que antes, por los materiales rígidos, eran más complejos, y ahora, con materiales más endebles, resultan más sencillos. Históricamente, los paragüeros, y afiladores, de Buenos Aires provenían en una gran proporción de Galicia, al punto de que ese oficio se transformó en uno de los arquetípicos entre los gallegos en Buenos Aires. La mayor parte de ellos eran además oriundos de un sitio muy concreto, el municipio ourensano de Pereiro de Aguiar. De allí, precisamente, llegó en 1950 Elías. Un tío suyo que ya estaba instalado en el país, lo invitó a probar suerte en la entonces tierra prometida. Tenía apenas 18 años cuando se marchó de su lugar de origen, eludiendo el servicio militar bajo el régimen del dictador Francisco Franco. “Viajé casi veinte días en barco, cuando pisé tierra me llevé una gran sorpresa. Se decían cosas muy buenas de la Argentina, pero entre el calor y el desorden, no me gustó nada. Una vez que empecé a recorrer los barrios, me enamoré”, comenta en una nota al diario Infobae. De hecho, se instaló en el barrio de Boedo, uno de los más emblemáticos de la ciudad”, se añade.
“A los pocos días de su llegada, su tío murió, y Elías debió mudarse a la casa de unos primos, vendedores ambulantes de sombrillas y paraguas, quienes le transmitieron el amor por este oficio. Pero antes de lanzarse en forma plena a la confección y venta de paraguas, trabajó unos años en una papelera. Un día se cansó, quiso independizarse y comenzó a vender paraguas en la calle. En poco tiempo superó lo que ganaba en la fábrica. En 1957 dos acontecimientos cambiaron su vida para siempre: se casó con Haydée, hija y nieta de paragüeros, y abrió su primer negocio de compostura y venta de paraguas en Independencia 3910. Diez años después se trasladó a Independencia 3709, hasta que en 1979 se instaló definitivamente en la esquina que ocupa hoy, en Av. Independencia y Colombres. Elías aprendió a coser gracias a su mujer, primero a mano y luego en máquina. Durante esos años era habitual dedicarse a la compostura de los paraguas, mayormente de color negro, y en menor medida en azul marino. Compraban la tela, la mandaban a impermeabilizar y después se montaba en la estructura. Su esposa falleció joven, en el ‘94, a los 61 años. Actualmente, en este local los paraguas se comercializan y reparan”, se repasa sobre la historia.
“La paragüería es visitada hasta hoy por viejos clientes, que se acercan en búsqueda de nuevas piezas o bien para reparar esas ‘reliquias’ de las que no quieren desprenderse. Elías continúa hoy, a sus 91 años, arreglando y vendiendo paraguas con la misma dedicación que el primer día. Tras la pandemia del Covid-19, pasa aún más tiempo en el taller. “Vengo a la mañana y a la tarde, para no acordarme de muchas cosas, me distraigo. Hago varios trabajos, me divierto, es un pasatiempo. Y, bueno, la vida es así, son muchos años”, relata en una entrevista al diario La Nación. A pesar de los avances tecnológicos, existen oficios tradicionales que perduran y se resisten a desaparecer. Un ejemplo emblemático en este sentido lo constituye esta Paragüería. Un lugar de barrio, con una extensa trayectoria y clientela fiel que ninguna crisis pudo doblegar. Paciencia, tesón y verdadera vocación por el oficio fueron algunas de las claves para que este negocio siga hoy en pie”, concluye la defensa del proyecto.
J.C.
Foto: Infobae