Muchas veces podemos sentir que los días pasan volando y que nos cuesta realizar todo lo que nos proponemos. Encima estamos inmersos en una situación muy incómoda por la inflación que hay y por un sistema monetario cambiario que parecería que nos aisla cada vez más del mundo. Si a eso le sumamos los mayores controles post 2001 en los aeropuertos, más los insólitos requisitos actuales para volar podemos sentirnos un tanto aprisionados. Encima los medios muestran un mundo muy complicado con incertidumbre y guerras, así que vivimos, si lo aceptamos, bombardeados por escalofriantes noticias.
Sin embargo, de querer movernos en estas vacaciones de invierno tenemos un gigantesco y hermoso país con todos los climas para recorrer. ¿Cuesta llegar a fin de mes? Pero pregunto, ¿alguna vez no costó? Y si no costaba, ¿pretendíamos lo mismo que ahora o nos conformábamos con menos? ¿Cuesta que alcance el tiempo del día? Y cuando no costaba, ¿usábamos el mismo tiempo en televisores, computadoras y celulares?
Es que el enfoque que le brindamos a las cosas nos gasta tiempo y energía. Pongamos como ejemplo a un deportista de alto nivel competitivo, ¿qué hace ante un torneo clave? Se aísla. Eso quiere decir que concentra toda su atención en la tarea. Ahora, imagínese su propia vida concentrada/o y enfocada/o solamente en su objetivo principal. ¿No cree que le podría ir bien?
Alguno pensará que dejar de preocuparse por la sociedad es egoísta. Pero dejar de preocuparse es elegir salud, y además ¿qué ganamos preocupándonos? Si lo social nos cala en lo profundo debemos ocuparnos del modo que fuere. Uno debe ocuparse de lo que está a su alcance y hacer en eso nuestro mejor aporte de modo honesto y amoroso. Dicho aporte, en la tarea que fuere, también es hacia la sociedad.
Por eso nuestra propuesta es que nos sentemos y reflexionemos para decidir qué merece nuestra energía.
Rafael Sabini
Viñeta: EL ROTO.