Los legisladores porteños Roy Cortina y Jessica Barreto presentaron un proyecto de Resolución para colocar “una placa en homenaje al Dr. Mario Humberto Nicolás Bravo en la calle Mario Bravo N°8, al cumplirse 140 años de su nacimiento”.
En el presente, en la ochava noroeste (la veterinaria) hay colocada una placa en su memoria, la cual fue vandalizada y ensuciada con pintura.
La defensa del proyecto sostuvo: “Mario Bravo fue, sin ninguna duda, una de las figuras más relevantes de la política argentina del siglo XX. Tal es así que su intachable trayectoria trascendió las fronteras de un partido político en particular, reconocido como un inclaudicable defensor de la democracia, la república y de los derechos de las mujeres y trabajadores, pero también como un gran escritor, orador y poeta”.
“Asimismo, entendemos que fue una figura que, desde una perspectiva que nadie tenía, sostuvo la necesidad de que quienes habitaban la ciudad eligieran a sus representantes, como idealmente se planteaba en todo el resto del territorio nacional”, se sumó.
El Concejo Deliberante de la Ciudad aprobó, mediante la Ordenanza N°15.724 de 1959, ponerle su nombre a la calle que atraviesa Almagro, Recoleta y Palermo.
Breve biografía elaborada en la defensa del proyecto:
Hijo de Serapio Bravo, administrador de la estancia “La invernada”, y de Delia Ramos, maestra de escuela, cursó sus estudios primarios en un colegio de su pueblo natal, La Cocha, provincia de Tucumán y secundarios en el Colegio Nacional de San Miguel de Tucumán.
Hacia 1900 se instaló en Buenos Aires para iniciar sus estudios superiores en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en donde se recibió de abogado en 1905, con una tesis llamada Legislación del Trabajo, un alegato en defensa de los derechos de los trabajadores y años más tarde fue docente de Derecho Constitucional.
Mientras cursaba en la facultad, comenzó a vincularse con el periodismo a través del Diario Nuevo, que había fundado David Peña en 1904, en donde publicó algunos trabajos de investigación sobre la corrupción del gobierno del Partido Autonomista Nacional. Fruto de esa labor conoció a Alfredo Palacios, con quien entabló una relación de amistad y respeto mutuo.
En 1906 empezó a publicar en el periódico La Vanguardia, del que años más tarde sería secretario de redacción y director. Allí describió con agudeza sobre la situación crítica de los obreros en el país, al mismo tiempo que fustigaba a los gobernantes por las consecuentes violaciones a sus derechos.
Como militante y político ya integrante del Partido Socialista, fue electo Diputado Nacional por la entonces Capital Federal en 1913, puesto para el que fue reelegido en dos oportunidades, para los términos 1914-18 y 1918-22.
En 1923 ganó una banca de senador, que volvió a ocupar en 1932. Para 1942, ya con su salud deteriorada, fue electo diputado nuevamente, aunque su mandato duraría menos de dos años, producto de su fallecimiento.
A lo largo de todos esos años logró destacarse por su actuación parlamentaria, mediante la presentación de iniciativas de avanzada para la época reconocían nuevos derechos laborales, avanzaban en la defensa de los derechos civiles y políticos de las mujeres, que para ese momento tenían vetada la participación política, o apuntaban al reconocimiento legal de figuras como el divorcio.
En 1924 presentó, junto con Juan B Justo, un proyecto que luego de un extenso debate parlamentario sería el antecedente fundamental de la Ley 11.357, que durante mucho tiempo fue el marco normativo que equiparó los derechos civiles de las mujeres con los de los hombres.
A su vez desarrolló una enorme actividad promoviendo el cooperativismo, en su rol como asesor legal de “El Hogar Obrero” y, principalmente como redactor del informe de la comisión parlamentaria que propuso la sanción de la Ley 11.388, que estableció un régimen jurídico para las sociedades cooperativas.
Durante la década de 1930, Bravo tuvo una activa participación en el movimiento local que se opuso con firmeza al fascismo. Formó parte del Comité contra el Racismo y el Antisemitismo y colaboró con el semanario antifascista Argentina Libre, junto a figuras como Dardo Cúneo, Alfredo Palacios, Carlos Saavedra Lamas, Marcelo T de Alvear, José Luis Romero, Roberto Arlt, Manuel Mujica Láinez, Alberto Gerchunoff y Gabriela Mistral.
Mario Bravo es recordado además como un gran orador. Como se destaca en el libro Mario Bravo, legislador y poeta, “Ramón Columba, que era el taquígrafo de la Cámara y que había escuchado a casi todos los parlamentarios más importantes, aseguraba que la oratoria de Bravo era una de las mejores, si no la mejor. Tenía vigor, razonamientos valederos y sensibilidad de poeta. El público lo escuchaba, lo aplaudía, y se identificaba con las palabras del gran tribuno. Porque Bravo, como político y como poeta, sabía tocar las cuerdas más sensibles del espíritu humano”.
Y también fue un eximio poeta y escritor. Sus once libros en poco más de veinte años son una muestra de su prosa y su pluma. En 1929 publicó una novela llamada “En el surco”, que narra una huelga obrera en los ingenios azucareros tucumanos, y en donde puede verse reflejada su sensibilidad por la realidad obrera de la época, que supo canalizar también a través de su actividad política.
Dentro de su obra escrita, no podemos dejar de mencionar “La Ciudad Libre”, un libro en el que hizo un análisis pormenorizado sobre los problemas de representación y de funcionamiento de los órganos legislativos de Buenos Aires.
Su examen exhaustivo de los antecedentes y la documentación que logró recabar, así como su insistencia con el tema en el Congreso Nacional fueron centrales en el debate de la reforma a la Ley Orgánica Municipal en 1915.
En defensa de la autonomía de la Ciudad decía, en medio del debate “¿Por qué el Congreso ha de acordar el sufragio universal en los territorios nacionales y no ha de acordarlo a la capital de la República? ¿Por qué los ciudadanos de la capital de la República han de tener capacidad política para elegir diputados, electores de senador, electores de presidente y vicepresidente de la República, para elegir convencionales que han de reformar la constitución, y no han de tener capacidad política para elegir a los ciudadanos que han de administrar sus propios intereses, sus intereses locales de habitantes dentro del municipio? .
J.C.