Año electoral y muchos impulsos para que vayamos reaccionando. Desde la violencia en Rosario hasta esas cárceles con los presos tatuados en El Salvador que tanta prensa le hicieron en los medios. Pensando en las víctimas de los maras uno diría sin pensarlo demasiado que está bien, se lo merecen. Pero rememorando nuestra historia reciente, justo en marzo, deberíamos ser expertos en que el poder opresivo desde el estado no es nada para idealizar… ¿Y si ahí encerraran disidentes? ¿O a cualquiera? ¿Y si nos muestran mano dura pero hubo negociaciones con los jerarcas? ¿A quién beneficia realmente un modelo así?
Ojo, con esto no quiero decir que no haya que poner freno a la violencia desenfrenada narco cuanto antes. Pero, ¿porqué no repensar el tema de las prohibiciones? Las drogas no fueron prohibidas para la humanidad hasta el siglo pasado y no generaban ningún flagelo. Durante la ley seca en EE.UU. la venta de alcohol estaba muy ligada a la delincuencia. El que actualmente muchas drogas sean ilegales legaliza una serie de prácticas represivas que tranquilamente se podrían evitar. Además, las peores drogas son legales y las manejan las grandes farmacéuticas.
Ahora, otros delitos como secuestros, extorsiones, robos, violencia deben atajarse cuanto antes. A veces vemos pocos tipos cortando una calle, cometiendo un delito menor, sin intervención policial. Eso no está bien, mejor intervenir antes de que el conflicto se agrande. Así con todo, ¿no? Claro que es más fácil decirlo que hacerlo.
Invito a que no idealicemos lo injusto, lo degradante, ni lo que daña. Sin profundizar en El Salvador, porque desconozco en detalle su historia ni situación social, pienso que todo lo importado como paquete difícilmente se adapte a nuestra coyuntura, cultura y costumbres. Además la Argentina es un país muy pero muy extenso, con todos los climas, con muchísimo cultivo de alimentos y un montón de oportunidades que lamentablemente viene siendo administrado muchas veces por gente egoísta, que no duda en endeudarnos mientras se engrosan sus fortunas personales. Encima desde hace muchas décadas los políticos responden, poco o mucho, siempre a los mismos intereses internacionales, esos que planean un mundo mejor para ellos.
Pero la realidad es que la clase dirigente sale de nuestro mismo pueblo. Y si se demuestra que no está ejerciendo bien su función habría que preguntarnos si nosotros sí la ejercemos en los roles que ocupamos. El gran sabio Confucio dijo al duque Qîng de Qí que para que haya un buen gobierno se necesita que: “El soberano sea soberano, el ministro, ministro, el padre, padre y el hijo, hijo.” ¿Somos buenos empleados, esposos, padres, madres, hijos, hermanos, amigos, jefes? ¿Cómo está nuestra ética ante una tentación?
Para cerrar esta columna me gustaría volver a esa imagen de los presos tatuados y recordar que quienes dominan en el sistema buscan constantemente imponernos el modo en que pretenden que veamos las cosas. Pero ante eso tenemos un arma infalible: nuestro propio pensamiento, basado siempre en una ética justa y solidaria.
¡Hasta la próxima!
Rafael Sabini