El sistema capitalista tiene un motor inspirador: la codicia. Sin embargo, contiene mucha gente solidaria. Por otro lado el sistema comunista que se ha ido impuesto en el mundo se presenta como solidario y termina casi siempre siendo totalitario. El primero se vanagloria con que prima la libertad, lo cual no es del todo cierto y para colmo puede ser muy cruel excluyendo gente, y al segundo suele faltarle libertad.
Nuestros partidos políticos tienden hacia uno o el otro. Los primeros –conservadores y liberales– tienden a poner el dinero por encima de la gente, mientras los segundos –socialistas y progresistas– pretenden agrandar el estado con la intención de incluir al sistema más gente. Las malas lenguas dicen que los que quedan más incluidos suelen ser los familiares y amigos de quienes están en cargos importantes… ¡en ambos casos! Y parece que nuestra continua elección es –similar al Mito de Sisifo que sube una gran roca a una colina para luego dejarla rodar y volver a subirla sin chistar- seguir votando para luego enojarnos con lo que hacen.
La nueva era muestra que no es inteligente ya culpar a los sistemas –ni a los partidos– sino que es hora de comenzar a revisar nuestro propio corazón para descubrir porqué no logramos vibrar lo suficientemente alto como para contener a todos los seres en una sociedad donde logremos convivir en paz y armonía. Tal vez cuando eso suceda surja el sistema perfecto. Pero mientras tanto todo apunta a que tenemos que ir trabajando en nosotros mismos.
Debemos hacer lo que nos toca de modo correcto, siempre con firmeza, pero con respeto y ética. Ghandi no tenía la opción de votar para liberar a su país del yugo imperial, sin embargo, hizo todo lo que pudo y se logró. Fue un logro colectivo madurado por una conyuntura que propició ese cambio. Tal vez sea hora –en la actual situación– de que busquemos, cada uno desde su esencia, actuar pacífica- y respetuosamente hacia el cambio que queremos. Dejemos de molestarnos y enojarnos con los seres más cercanos y tomemos consciencia de que está en nosotros la posibilidad del cambio. Exijámosle a los gobernados elegidos, pero sin faltarle a nuestra propia esencia divina.
Es bueno recordar que si bien poseemos ideas diferentes para llegar a destino por lo general, en el fondo, queremos algo muy parecido. Y esos puntos de unión merecen repasarse: la posibilidad de vivir una vida feliz, de ganar dinero como para poder ir concretando sueños, tener acceso a la vivienda, a la salud y que haya educación para nuestra familia y -si nuestro corazón es más amplio- para todos los chicos. Solo gente desesperada o perversos con falta de amor quieren molestar a quien trabaja o represión con mano dura a quien piensa distinto. Los demás solo queremos vivir una buena vida y en paz.
Encontremos los puntos de unión, que son más de los que se suele creer. Y corrijamos en nosotros para estar a la altura del mundo que se viene.
Rafael Sabini