El respeto por los adultos mayores es algo innato de todo ser humano. Son principios que despiertan en el contexto familiar, donde así como cuidamos al más pequeñito que acaba de llegar a este mundo cuidamos al mayor que está más próximo a irse.
Es natural estar agradecidos con nuestros familiares mayores por todo lo que recibimos de ellos. Y si la mirada va desde lo colectivo, son nuestros ancestros los que nos han legado, por ejemplo, el barrio que tenemos hoy… para bien y para mal, pero es fruto de su labor.
En casi todas las culturas la ética compartida del ser humano es como ser social y solidario. Es el modo que la humanidad ha encontrado para sobrevivir en este mundo.
Tengo aún recuerdos guardados de mis dos abuelos, pese a que ambos desencarnaron cuando tenía apenas cinco años. Sin embargo, mis abuelas permanecieron más tiempo en este plano y, si bien no convivía con ellas, cada vez que podía estar con cualquiera de ellas la pasaba muy bien.
Mi abuela materna, que era modista e incluso nos seguía cociendo la ropa ya de grande, siempre me pedía que le hilvane el hilo. Luego lograba concretar unas prendas increíbles. Con ella jugaba a las cartas y recuerdo la tentación de mirar las suyas en el reflejo de sus lentes verdes oscuros… tentación que resistía porque hubiese perdido suspenso el juego de la Canasta o del Chinchón donde en mi niñez pasaba largos, hermosos e inolvidables ratos.
Mi abuela paterna tejía sin parar y entre agujas yo, un poco más crecidito, le preguntaba sobre cómo había llegado a América de aquella España en tensión. Cuando estaba muy grande prefería ya ni pararse y recuerdo que medio la obligaba a dar una vuelta a la manzana cuando iba de visita… Pese a sus quejas cedía, creo que en el fondo le gustaba ostentar de su primer nieto por el barrio.
Mi madre desencarnó justo antes de los encierros del 2020, por como era creo que le hubiese amargado mucho vivir aquella época. Ella supo trabajar de varias cosas, sin embargo, sus estudios de arte y su creación como artista plástica eran lo suyo, aunque si tuviese que definirla en un solo lema creo que sería: “somos con otros”, porque ella siempre estaba buscando acompañar, ayudar y apuntalar a su entorno.
A mi padre, que gracias al cielo continúa en este plano, lo conocen los lectores más antiguos. Como periodista se especializó en temas como la ecología marcando vanguardia en dicha materia. Si bien es de ciudad siempre que pudo ha cultivado al menos algunos alimentos en tierra, marcando un ejemplo que hoy está en crecimiento entre todos los que buscamos la salud.
Podría seguir enumerando otras personas mayores fabulosas, abundan. Mi suegra, por ejemplo, es una persona siempre atenta a la familia y sus afinidades, siempre viendo cómo ayudar desde el lugar que ocupa. O una querida vecina de mi consorcio que tiene más de noventa años y que con mucha vitalidad sigue siendo ejemplo de conducta para nuestro edificio.
Sin duda, Ud. también tiene ejemplos de adultos mayores que respeta y de los que tiene mucho que aprender.
No todos llegan a la tercera o cuarta edad. Pero pensemos en la experiencia acumulada de los años, tantas vivencias que, si lograron ser aprendizajes, cargan una gran sabiduría. Eso sí, recordemos que ya están en un ropaje más frágil que el tuvieron antes y por ende cae de maduro que es tarea de todos cuidarlos. Mantengamos el respeto y el afecto por nuestros adultos mayores que, con suerte, algún día lo seremos también.
Rafael Sabini