En el marco de un proceso de obras de restauración en la Plazoleta Ramona Gastiazoro de Brontes del barrio de San Cristóbal (Cochabamba entre Matheu y Pichincha) una cuadrilla porteña derribó un mural pintado por impulso vecinal hace dos décadas que homenajeaba de Jorge Larroca, vecino y fundador de la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal.
“Nos ofrecen pintar otro mural en otra pared, pero aquel mural ya ha sido derribado”, informaron a Revista El Abasto en la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal, que lleva el nombre de Larroca.
La obra había sido realizada en 2002 por el artista plástico pampeano Julio Timo, con la colaboración de Fernando Eguía, hijo de Carlos Eguía y Otilia da Veiga, ambos socios fundadores de la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal.
“El mural de marras permaneció, con permanentes restauraciones, respetado por las y los vecinos y concurrentes a la plaza durante 22 años, pero la desidia y la desatención, sumado a la brutalidad, la falta de planificación y la ausencia de trabajo con la comunidad que habita el barrio, se lo llevaron puesto la semana pasada”, explica Adrián Dubinsky, presidente de la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal “Jorge Larroca”.
“Cuando comenzaron las obras de refacción de la plaza le escribí a la presidenta de la Junta Comunal 3, Silvia Collin, para interiorizarme sobre los alcances de dicha intervención y el destino del mural mencionado. La presidenta me dijo que iba a ser demolido y que nos ofrecía pintarlo en otro lado. Ahí surgían dos problemas: primero, que, salvando las distancias, una obra de arte, una pintura original, no se “repinta” en cualquier lado, ya que la irreproducibilidad de una obra de arte está harto estudiada y solo la falta de conocimiento o la insensibilidad artística podrían sugerir tal cosa. No obstante, como siempre hubo posibilidades de diálogo tanto con la presidenta de la Junta Comunal 3 como con algunes comuneres, les sugerí visitar la obra con un arquitecto, como para poder encontrar una alternativa a la demolición de dicho mural, obra de arte y patrimonio cultural del barrio”, continúa Dubinsky, reproducido en Nueva Ciudad.
“El 17 de septiembre de 2024 concurrí con el arquitecto Marcelo Magadán, reconocido por su trabajo como restaurador en obras de patrimonio e integrante de la Comisión Nacional de Monumentos y dos arquitectos de la comuna, quienes esgrimían que, si bien el proyecto no incluía la demolición de la pared, la misma quedaría inestable y que debería ser demolida. El arquitecto Magadán improvisó una clase rápida de arquitectura con nociones básicas de construcción y les explicó cómo podía ser sostenida la obra, a muy bajo costo y sin intervenir en el bajo autopista. En aquel momento, aprovechando nuestra presencia, los dos arquitectos de la comuna nos invitaron a visitar otro mural (pintado por Omar Gasparini) en la plazoleta Elsa Rabinovich de Levenson, que parece haber sido apropiada por la Junta Comunal y su sede de la calle Sarandí para su uso exclusivo, ya que está vedado el ingreso de les vecines del barrio que tanta necesidad tienen de un espacio verde en una comuna en la que contamos con 20 m2 de verde por habitante”, manifiesta Dubinsky.
“Luego de hablar con les comuneres y quedar firme la decisión de mantener el mural, en aquel momento comuniqué al resto de la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal Jorge Larroca y a los diferentes espacios culturales y sociales del barrio, que la Comuna se había comprometido a mantener el mural y que el mismo no corría peligro. No obstante, el 20 de noviembre (curiosamente, a 22 años de la inauguración), la presidenta de la Junta Comunal, Silvia Collin, me mandó unas fotos del mural diciéndome que era un peligro para los trabajadores y los usuarios de la plaza, con lo cual, ignorando lo aportado por el arquitecto Magadán y el compromiso previo, me notificaba, sin tiempo para plantear una alternativa, que el mural iba a ser derribado”, declara.
“En estos momentos me embarga una tristeza profunda. Veo las fotos del día de la inauguración del mural, veo las sonrisas y el clima de alegría que trasuntan las imágenes de los concurrentes por poder brindar un homenaje al historiador del barrio por antonomasia y todavía no puedo creer la insensibilidad, la desidia y el desinterés por el barrio que tiene quien nos debería representar. Para la Comuna, ese mural artístico solo era una mancha en la pared que no les permitía seguir con los negocios que se solapan tras las nuevas cesiones de los bajo autopistas para negocios privados -y contra los que no tenemos nada, en principio- y que no tienen en cuenta el beneficio de la comunidad, la preservación de la memoria y la identidad sancristobaleña y el cuidado del patrimonio que nos legaron quienes nos precedieron”, dice Dubinsky.
“Si bien ese mural ya es parte de un pasado inasible, intangible, quedará la memoria de lo que allí se hizo, quedará expuesta para la historia la brutalidad con que trataron al patrimonio comunitario y, paradójicamente, nacerán nuevas fuerzas para poner sobre el tapete lo que falta preservar del barrio, las necesidad de solidificar nuestros activos memoriales, las ganas de luchar por la preservación de la identidad sancristobaleña y la preeminencia de la gestión de la política como una cosa pública, con la participación de les vecines y no a partir de una decisión de una casta que debería tomar el precepto de García Linera a la hora de gobernar, precepto que indica que en el arte del ejercicio de gobierno, se debe mandar obedeciendo lo que quiere la comunidad”, concluye el presidente de la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal.
J.C.