La memoria puede ser un monstruo que nos frena ahora, que nos condiciona el presente. Sin embargo, es también la que nos hace no volver a tropezar dos veces sobre la misma piedra, la que nos da identidad, sentido de pertenencia, fuerza y lineamientos antiguos o remarcados. Sin memoria seríamos seres chatos, con la personalidad basada en el puro instinto, como sin terminar de ser del todo humanos.
La memoria de un solo individuo es su mapa recorrido en este plano de esta existencia que marca sus causas y muchos de sus efectos. Multipliquemos eso para comprender la memoria de un pueblo y comprenderemos su importancia. O la de la humanidad.
Estamos acá aprendiendo de nuestros errores del pasado para no solo nunca más volver a cometerlos sino también para ayudar a otros que no se desbarranquen, porque en el fondo también podemos ver a toda la humanidad como una única hermandad y tal vez también sentir a todos los seres empáticamente. Si algo no estuvo bueno en nuestro pasado nos arrepentiremos profundamente, pediremos disculpas formulado en lo posible como un perdón honesto y profundo para luego buscar la forma de emendar la macana. Un pueblo que hace lo mismo es un ejemplo en ese aspecto. Un orgullo y un faro para todos los pueblos del mundo.
La tradición de la quema que se realiza anualmente en el barrio del Abasto tiene su anclaje en una antigua fogata popular que se remonta a una celebración pagana que servía entre otras cosas para ahuyentar el frío (y aún se realiza con esa intención en los países nórdicos ayudando a la primavera) a la que el cristianismo le sumó significado purificador asociada al martirio de los santos Pedro y Pablo, el primer papa y otro gran apóstol. Al abrasar los símbolos en la fogata se expía colectivamente lo negativo, dado que el fuego tiene el poder de ahuyentar los malos espíritus y purificar el alma según ésta fe y tantas otras… Esta tradición era muy difundida en el antiguo Buenos Aires y hoy se viene reflotando en varios barrios porteños, de los cuales supongo somos vanguardia.
Cuando al número lo titulamos “Abrazando memorias” nos referimos no solo al gesto de este último muñeco que podrán observar en tapa sino que es en referencia a que recordemos, volvamos a pasar por el corazón, aquello que como bien nos propone el actor entrevistado en este número, Gabriel Fernández, tiene que ver con nuestra historia individual y colectiva. Somos tantos los que tarde o temprano llegamos, o tenemos ancestros que arribaron, a esta tierra en una historia que se repite en innumerables variantes, tantas como humanos que optaron por dicho cambio. Esa consciencia derriba todo atisbo de racismo, abriendo el camino a la riqueza multicultural y la solidaridad.
Pero también sería bueno recordar ahora, poco antes de esta primera elección de juego (las PASO), lo que implicó cada tendencia de gobierno que tuvimos en el pasado, para buscar la mejor alternativa para esta gran nación tan rica en tantas cosas: climas, paisajes, turismo, cultura, hidrocarburos, minerales, cultivos y un largo etcétera, pueda reflotar su grandeza. Con tanta riqueza podríamos vivir más que bien todos sin necesidad de que vengan de afuera a llevarse nuestros recursos por poco dinero mientras dejan todo contaminado acá. Así es que aprovecho para darle nuestro apoyo a la poblada de Jujuy que defiende sus tierras, nuestro litio y derechos laborales. Claro que no apoyamos cortar rutas porque molesta a quien no lo merece, pero menos apoyamos represión y perseguimiento político a quien piensa distinto. Que lo que sucede allá nos desvele a todos la memoria para que no se sigan repitiendo los saqueos del “Primer Mundo” al empobrecido.
Que la memoria de nuestra propia grandeza, individual y colectiva, aflore y nos comportemos como tales, con sabiduría, honestidad, rectitud, de modo justo, con amor y fe.
Rafael Sabini