“Lo más lindo es poder hacer el teatro con la gente”, dice la teatrista, psicóloga social, titiritera y maga María Elena sobre el taller de artes escénicas que coordina los lunes desde las 17.30 en el bar y tablao flamenco La Chispa del barrio de Almagro (Sarmiento 3685).
Un rato antes, se celebra un encuentro para jugar juegos de mesa. Se trata de un espacio gratuito orientado a gente sin experiencia, en el que se prioriza el disfrute y con el cual se llevan a escena piezas breves de forma bimestral.
“Tenemos la suerte de ensayar en el mismo lugar en que actuamos ante el público”, celebra María Elena. Por sugerencia de su sobrino, responsable del icónico espacio de música flamenca, ella en marzo de este año empezó con clases y presentaciones en vivo.
Esta vecina es una docente jubilada con más de 30 años de trayectoria en los talleres escénicos del Programa Cultural en Barrios del Ministerio de Cultura porteño. Además, desde niña se acercó al mundo de las marionetas, su construcción y ejecución en escena, y quien fuera su esposo la introdujo en el mundo de la magia.
En pocas palabras, la suya es una vida entera ligada al arte, la cual comparte cada lunes a través de consejos, ideas y creatividad.
“Convoco a la gente para hacer un teatro que no sea demasiado exigente. Trabajamos técnicas para el que arranca desde cero, son las mínimas exigencias para alzar la voz, ubicarse en el espacio, cosas sencillas”, describe la teatrista.
“No nos quedamos en juegos teatrales, armamos sketches que después llevamos a escena ante el público”, destaca de la propuesta.
“Lo más lindo es poder hacer el teatro con la gente. La interacción con el público es lo que más nos gusta. Si no está el público no termina de culminar tu arte. Sin el público presente es solo un juego. Lo que uno busca en escena es transmitirle emociones a quien te ve”, reflexiona María Elena.
“Es una gran satisfacción el ser útil, te sentís muy bien cuando estás en el escenario y ves cómo participa la gente en base a las emociones que vos buscás transmitir”, resalta animando a participar de este taller.
Lo que se vive los lunes va más allá de una clase de teatro. Un rato antes de la hora acordada, los vecinos llegan a La Chispa para disfrutar unas cuantas partidas de juegos de mesa. Entre risas pasan de las cartas al dominó o una batalla naval.
“Lo pensé para que la gente que no necesariamente quiere hacer teatro venga y pase una tarde amena. Me parece que es muy lindo. Llamamos a la agente del barrio, que se enganche”, asegura María Elena.
Con este clima de comunidad, luego dan lugar a la práctica escénica, bajo la atenta mirada de la teatrista, quien promueve las líneas generales de cada escena. Los vecinos actores luego ponen lo suyo para completar y pulir cada fragmento.
En estos meses, el grupo se fue consolidando y esto impactó de forma positiva. Cristina, que asiste desde el inicio, celebra: “Nos apoyamos el uno al otro es lindo interactuar”.
“Trabajé toda mi vida en una agencia de viajes y ahora me toca estar en las clases de teatro, que es un viaje distinto, un viaja semanal y me encanta”, resalta.
Por su parte, la vecina Haidé contó que ella siempre tomó clases de teatro. Su profesor era su hermano, recientemente fallecido. “Me contaron que había una señora a la vuelta de casa que hacía teatro, me acerqué y me encantó la propuesta, la forma de tener las clases”, agregó.
Otro de los de la primera hora es Ricardo, que conoció a María Elena en un club de lectores de un centro cultural de Boedo. Al verla encabezar una obra de títeres, le pidió sumarse a sus clases. “Me gusta mucho la forma en que se piensan las clases, de una forma sencilla y abierta para aprender y expresarse”, asegura.
Con este taller, María Elena alienta a las personas a ingresar al mundo teatral desde una perspectiva accesible y participativa. Desde los juegos de mesa a la creatividad en escena, dentro de La Chispa cada lunes se vive un momento de arte y comunidad.

J.M.C.

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