Hace unos cientos de años la humanidad dio un salto cuántico dejando de lado supersticiones para volcarse de lleno mediante la lógica y los cinco sentidos a descifrar al mundo como si fuese un juego mecánico, regido por leyes de las cuales Newton supo explicar unas cuantas. El mundo cambió, se generaron muchos inventos de los cuales debemos reconocer que muchos son fantásticos.
Sin embargo, con el rechazo generado por el positivismo al conocimiento intuitivo e introspectivo el ser humano desconectó algo con su esencia divina. Luego vinieron grandes físicos a explicar que todo no era tan sencillo que habían variables que no llegaba a entender. Que el aleteo de una mariposa del otro lado del mundo podía influenciar en su cálculo, fino, matemático. En definitiva que todo era muy relativo. Que todo está interconectado y que hasta depende del observador.
Simultáneamente la humanidad venía descuidando mucho su hábitat, sus aguas ya no estaban tan limpias, sus aires no estaban tan puros y de la faz de la tierra se había dado prioridad a ciertas producciones en perjuicio de muchas otras. En síntesis, descuido ecológico, pérdida de biofauna, contaminación ambiental, tóxicos en los alimentos, en el aire y en el agua para beneficiar los bolsillos de algunos pocos que decían ser dueños de lo que es de todos. Porque el aire es de todos. Todos tenemos derecho al agua y a la tierra. Pero las leyes del hombre no son divinas.
Hoy la humanidad se encuentra en una encrucijada, porque sabe que tiene que salir de esta situación de desequilibrio ecológico para cuidar nuestro hogar, la Madre Tierra, la Pachamama. Ante esta consciencia algunos poderosos han programado una serie de metas donde pretenden cambios en nuestros comportamientos, aunque no así con la misma intensidad para las empresas que más destruyen, llámense mineras, fábricas, monocultivos, etcétera. Y lamentablemente muchos de estos cambios intentan continuar regidos bajo los patrones positivistas, de esos que nos trajo a esta situación. Nos proponen así una vez más que confiemos en algo que superaría en sabiduría hasta nuestro propio código genético que se habría ido desarrollando durante millones de años. Ese cambio lo ofrecen empresas para ganar mucho dinero.
A nuestro modo de percibir debemos reconectar con los saberes ancestrales, vinculados al respeto por la Madre Gea y por ende con nuestra naturaleza interna, empoderándonos como los seres vivos que somos, seres generadores de realidad.
Indudablemente nuestro cerebro racional sirve y mucho, pero ser puro cerebro racional, olvidando el corazón o la intuición nos limita en nuestra esencia más divina. Nuestra intuición -no nuestros prejuicios- puede ser un gran aporte para nuestras vidas. La capacidad de sentir empatía por otro es indispensable, más para quienes somos conscientes de que en el fondo todos somos uno. Nuestra fe puede lograr cosas que ninguna razón jamás puede explicar. Nuestra capacidad de hacer mágica nuestra existencia no viene en tabletas de la farmacia, sino de bien adentro nuestro.
Debemos recordar que el verdadero valor está en las pequeñas cosas: disfrutar de remojarse los pies en un río, sentir el sol en el rostro, abrazarse con alguien que uno ama o aprecia, juntarse a charlar con amigos. Potenciar nuestra creatividad, esa que nos recuerda la verdadera esencia. O simplemente sentarse y respirar, sentir, observarse….
Llegó la hora de alinear nuestra esencia para nutrir ese magnánimo ser que vive dentro de nosotros; y es momento de que entendamos que somos parte de un todo y que estamos integrados a nuestra Pacha.
Rafael Sabini
info@revistaelabastro.com.ar
En tapa: Mural de Agüero 359 por la Agrupación de Mujeres Muralistas de Argentina (AMMURA).