En base al último golpe de estado argentino, el 24 de marzo de 1976, se instaló muchos años después, en plena democracia, ese día para que nunca más volvamos a repetir ese pasado. La fecha es simbólica, porque ya desde el gobierno anterior, de Isabel Martínez de Perón, funcionaba la Triple A.
Muchos tenemos seres queridos que han vivido esos años con una mirada muy diferente a la propia, de hecho en mi opinión hay tantas miradas como humanos. Algunos instalaron la teoría de los dos demonios donde se justifica el accionar de las fuerzas armadas del estado porque “del otro lado había otro ejército”. Y la verdad es que hubo grupos armados que cometían actos de terrorismo y se autodefinían como “ejércitos” o agrupaciones similares.
Sin embargo, la realidad es que usar toda la fuerza de grupos armados estatales (militares, policías, etcétera) -que por leyes tienen el monopolio para ejercer la violencia- contra grupos de idealistas armados, o no, no muestra “dos bandos” sino que expone un bando estatal, poderoso, sostenido económicamente por el conjunto de la sociedad reprimiendo a diversos grupos con descontento social, debido a un sistema desigual, que lamentablemente buscaban una salida armada.
Encima la mayoría eran jóvenes idealistas y muy pocos eran los que realmente se alzaron en armas, muchos volanteaban, ayudaban en villas miserias o ejercían otro tipo de militancia. La crueldad ejercida desde el estado en esos años no tiene justificativo. Eso lo sabemos hoy. Pero, sin embargo, es comprensible que quienes estuvieron dentro de las fuerzas en esos años les cueste asimilarlo. Quitando a los psicópatas perversos que disfrutaron de actos aberrantes queda una gran cantidad de militares que trabajaron sintiendo que hacían lo correcto. La historia encima demuestra que las cúpulas de las agrupaciones subversivas muchas veces estaban, sino infiltradas, negociando a espalda de sus propios militantes.
Recordemos que hoy no se defiende el atacar, el poner bombas, ni el alzarse en armas. Se memoriza para que nunca más nuestro propio pueblo se ataque a sí mismo. Nunca más terror, ni por idealismo, ni mucho menos desde el estado. Que este día nos ayude a entender que nuestros problemas domésticos no se tienen que resolver con violencia, sino que mediante el diálogo y el consenso. Muy en el fondo el ser humano honesto es idealista -así sea militar, guerrillero, político, intelectual, artista o lo que fuere- y por ende se mueve guiado por su ética. Debemos unirnos desde ahí, con sentimiento patriótico para volver a poner esta gran nación de pie, siempre desde el diálogo, repudiando las injusticias.
R.S.