“La gente nos elige primero en un barrio con una movida enorme”, se alegra Luis Sarni, dueño de El Banderín, el Bar Notable de Guardia Vieja y Billinghurst, el de las colas inmensas para disfrutar su gastronomía, el de las paredes de museo llenas de historia futbolística, el de las charlas y el encuentro.
“El 15 de noviembre cumplimos 100 años. Estamos viendo de hacer una fiesta por todo lo que implica, queremos un festejo como corresponde”, cuenta Luis, al frente de la gestión del lugar hace casi un lustro.
En una tarde tranquila de martes, con el bar a medio llenar y un clima de sobremesa en el ambiente, señala que “mantener la identidad” ha sido clave desde siempre. Es algo que crea unión y fidelidad, desde “las personas grandes que vienen a tomar café y leer el diario a las nuevas generaciones que están en el barrio por la movida cultural”.
Aquí de lunes a lunes las puertas se abren a media mañana hasta pasada la madrugada. Eso también lo convirtió en un refugio a toda hora. “Desde el que viene por un café al que quiere comer después de salir de los teatros de la zona”.
“Este es un bar turístico y con precios populares”, resalta Luis y agrega: “Apuesto a cualquiera que vea en la heladera, que diga si no conoce una marca; acá son todas marcas de primera. Son las cuatro patas de la mesa: tenés que ofrecer buenos precios y calidad”.
La familia Riesco abrió el bar el 15 de noviembre de 1923. Al principio se llamaba El Asturiano y era una tienda de provisiones. Mario, hijo de los fundadores, continuó la tradición y, décadas más tarde, sentó el precedente que dio lugar al actual nombre del Bar Notable. El primer banderín colgado era blanco y rojo. Lo que empezó como un pequeño homenaje a River Plate, luego dio lugar a un auténtico museo del deporte y la cultura popular.
“Acá hay piezas de gran valor, de distintas épocas y procedencias”, asegura Luis, para quien esto no se trata de una escenografía, sino de una colección, de un “lugar único en Buenos Aires”.
Quien esté con tiempo y curiosidad, podrá encontrar algo más que deporte. También hay objetos que aluden a la historia del tango como discos y cuadros que evocan a Carlos Gardel. Carteles enlozados, publicidades antiguas y demás afiches completan el panorama, imposible de apreciar en una sola recorrida.
Entre los banderines que escalan hasta el techo, están los parroquianos, los de todos los días, los de las citas especiales, los que alumbrados por las luces cálidas ponen vida con sus charlas, encuentros y festejos.
Sobre estas mesas llenas de mística, con el Mundial se vivió una de las páginas más emotivas en la historia reciente de El Banderín. A lleno total en cada partido, las hinchadas alentaron en uno de los rincones más futboleros del Abasto y toda Buenos Aires.
El triunfo final se vivió como una fiesta dentro y fuera del bar. “Estábamos alentando en la calle, pasaban los colectivos que iban a Obelisco. Fue algo único lo que armamos acá”, evoca Luis con una sonrisa plena.
Si bien el actual dueño menciona la “intensidad y la problemática de la economía” que están presentes a toda hora, se muestra contento con la repuesta de la gente. “Estos 100 años se festejan con todos los que son y han sido parte de El Banderín”, concluye.
J.M.C.