En el teatro del oprimido el público tiene el poder de torcer el desenlace de una obra. La propuesta se hace luego de un largo debate entre los espectadores, quienes pasan a ser espectactores o espectactrices. Los actores sobre el escenario se amoldan ante el nuevo guión. La escena se repite las veces necesarias para reflexionar sobre una problemática social común.
Todas estas nociones quedaron expuestas el primer sábado de junio cuando el Grupo Casonero de Teatro del Oprimido de la Casona Cultural Humahuaca hizo el cierre de unos talleres introductorios. Una docena de actores interpretaron dos obras llamadas Gente que no y ¿Quién gana este partido?
En ambas piezas se planteaban escenas breves y bien definidas. En la primera exponían como una persona en una plaza le pide a un policía que detenga a dos chicas por besarse en público. Otra persona registra el hecho de violencia institucional en su celular desafiando el pacto impune del “no te metas”.
La segunda obra muestra cómo un padre de familia con su hijo mira el partido del mundial mientras la madre y las hermanas tienen que preparar la comida. Para peor, una de las hijas se resiste y el padre amenaza con echarla de la casa.
Ese es el planteo básico. Una vez terminada cada obra, de cinco minutos, los miembros del Grupo Casonero invitan al público a opinar sobre los personajes. Surgen las primeras definiciones: violencia policial, discriminación, misoginia, poder. El público empieza a ponerle palabras a aquello que los actores hicieron con el cuerpo.
En forma colectiva se identifica la problemática y al oprimido de cada pieza. ¿Qué hacer para que deje de estar oprimido? Con esta dinámica hay espectadores que sugieren un nuevo desenlace, una nueva acción. Los que se animan, toman el lugar del personaje oprimido. La obra retoma en un momento determinado y el desenlace es otro.
Una contestación diferente, un portazo, un grito. Puede pasar cualquier cosa. Los otros personajes tendrán reacciones distintas o similares al primer cierre. Esto servirá para generar nuevos debates. Las intervenciones de los espectactores y espectactrices van modificando a la obra. Al final del encuentro muchas veces es más significativo lo charlado por el público que la pieza original.
El Teatro del Oprimido es una tendencia teatral sistematizada por el dramaturgo, actor, director y pedagogo teatral brasileño Augusto Boal (1931-2009) en la década de 1960. Durante la jornada se habló sobre su legado al reinventar el teatro, dotando al espectador de una voz potente, esa que marca injusticias en piezas basadas en nuestra vida cotidiana.
J.M.C.