En la sala de Lavalle 3177 hay espectáculos integrales con monólogos y música en vivo. Está ligado a una bodega mendocina, creadora de Wine Rock.
Drama y música en el escenario, vino en las mesas. El Teatro Monteviejo está frente al Viejo Mercado de Abasto, en una de las casas más antiguas del barrio. Desde hace dos años funciona bajo la conexión con una bodega homónima de Mendoza.
La sala es sede del Festival Internacional de Tango de la Ciudad y participó en enero de la Maratón Abasto del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Este año, dicen sus hacedores, buscan “redoblar la apuesta” con su presencia en el barrio y su oferta de propuestas artísticas. Hay ciclos con monólogos y música en vivo, aparte de clases de formación integral de actores.
La casa negra de una planta en Lavalle 3177, donde anteriormente funcionó el Teatro del Viejo Mercado (y previo eso, para los memoriosos, El Club del Bufón), se abre en una puerta que va directo a una sala principal. El claroscuro rebota contra los ladrillos picados de los muros, que hacen juego con la madera de las mesas y sillas. El ambiente es entre lúgubre y cálido, da lugar al silencio profundo y lo intimista. El corazón del lugar es una bodega de vidrio con toneles y botellas.
Francisco Suárez es vecino del Abasto, actor, director y docente. Forma parte del equipo del teatro liderado por Rano Sarbach y Ezequiel Losada creadores del teatro. En una recorrida que invita a este medio, explica: “El teatro se llama Monteviejo porque está conectado con la bodega homónima en Mendoza, donde se hace año a año el evento Wine Rock. Está gestado por Marcelo Pelleritti, que es enólogo y rockero”.
En los muros de ladrillo hay montada una exposición fotográfica con retratos de Pedro Aznar, Fernando Ruiz Díaz, entre otros. Todos ellos diseñaron vinos para Monteviejo.
Al dúo vino-rock, se le sumó una pata lúdica a través de Gabriela Nafissi, esposa y socia de Pelleritti. Ella creó Plus + Arte. “Era una previa a Wine Rock. Allí se empezó a integrar disciplinas, entre ellas, teatro”, evoca Suárez, quien se vinculó a Monteviejo al vivir unos años en Mendoza. Ya mudado al Abasto, empezó a trabajar en el área teatral de la sala de la calle Lavalle.
El escenario de Monteviejo está al fondo, en una sala para 130 personas a la que se accede por un breve pasillo. El piso en forma de damero, otra vez los muros de ladrillo y un breve balconcito de madera pintan un espacio diseñado antaño, pero renovado por los nuevos gestores del lugar. “Lo inauguró Lito Cruz un mes antes de morir”, agrega Suárez. Nos cuenta además que hay un subsuelo (a la usanza antigua, tal como se aprecia en calles linderas como Guardia Vieja) que a futuro se usará como sala teatral.
“La zona del Abasto está en efervescencia cultural, la cultura está pasando acá. El teatro tiene un germen muy rockero, tenemos un criterio de espectáculo integral con monólogos, escenas cortas con música en el medio. La gente tiene intervalos para tomar algo y disfrutar de la carta gastronómica que es de primera”, suma.
“Eso por un lado, por el otro somos conscientes que la cultura y la vida en general atraviesan un momento delicado por la situación del país. Todo el tiempo buscamos estrategias para atraer nuevo público en este contexto. No todas las actividades son pagas, hay actividades gratuitas, la idea es acercarnos a más gente”.
Con respecto a las clases de teatro, para adultos y niños, iniciantes y avanzados, Suárez resume: “Tratamos de dar una impronta especial. Que sea un estudio con formación integral: improvisación, trabajo corporal, trabajo con textos clásicos y argentinos, canto, trabajo rítmico, trabajo frente a cámara”.
“Es un espacio constante durante el año. Hay un ciclo de escenas llamado “Escénica” donde los alumnos cada dos meses tienen un espacio para mostrar escenas y trabajos escénicos que van desarrollando (escenas de textos clásicos así como creaciones propias). El 14 de marzo hacemos una función. El trabajo del actor es todo el tiempo. El conocimiento se completa en escena. Sin público, la experiencia del oficio del actor no se completa. Por eso nos interesa que los alumnos se conecten con el escenario. Crecer en actuación repercute en otras cosas de tu vida, te sentís distinto, te transformas, potencias tu propia naturaleza, es un viaje de ida”, suma.
La experiencia de Monteviejo va directo al paladar, a los sentidos. Por dentro, uno viaja en el tiempo a través de los muros antiguos y techos altos y se retroalimenta con la escena vigente del rock y el teatro.
J.M.C.