Estamos viviendo efectos de causas anteriores, podemos elegir entre seguir del mismo modo o enfocarnos y buscar resplandecer como seres humanos creativos que buscan su semejanza con la principal fuerza creadora, esa que irradia desde lo más profundo de nuestro corazón.
Escuchamos o leemos noticias que nos pueden llamar la atención, preocuparnos y en algunos casos hasta pretenden asustarnos. Encima la situación económica puede estar complicada para muchos, y sabemos que lo que aprobaron tiene intenciones de ayudar a los fondos extranjeros (RIGI) y a los servicios monopólicos. La incertidumbre con el consumo puede generar estrés nocivo en nosotros. Otras noticias no dejan de ser cortinas de humo, lo que no quita su seriedad, ni veracidad, solo que sirven para quitar el foco de atención de ciertas cuestiones mientras la vida continúa.
Si lográramos concentrarnos en lo positivo nuestra vida sería mucho más agradable. Eso no quita que no tratemos de entender lo que está en boca de todos y que a algunos no les interesa que entendamos. Solo que si nuestra mayor energía está enfocada en el afuera, para creer que tenemos derecho de estar juzgando, no estamos realmente aportando demasiado. Alcanza con saber lo suficiente para ayudar a que lo negativo no se profundice y mientras ir en pos del mejor futuro común. Pero siempre con mayor enfoque en las cuestiones que nosotros mismos hacemos, porque esas son las cosas que nosotros mismo podemos corregir.
Ya los sabios nos vienen enseñando hace milenios que lo material es una ilusión. El pecado está como tentación para desviarnos de nuestro verdadero propósito y esta sociedad nos invita continuamente a profundizar en ellos. Es sabido que ese camino no enriquece el alma y que el placer mundano es muy pasajero y que por lo general hasta deja malos resabios. Por eso tantas tendencias (estoicos, yoguis, budistas, taoístas, cristianos y un largo etcétera) de tantos lugares del mundo nos invitan a vivir la vida desde otro lugar.
La propuesta de los virtuosos es que en lugar de permitir que nuestra vida sea conducida por nuestra mente egocéntrica cotidiana (esa que se deja influenciar por los sentidos) le demos la dirección a nuestra consciencia superior, aquella con el compromiso de dar lo mejor. Si lográramos eso estaríamos trabajando para un mundo mejor.
Percibiríamos la vida de otro modo si fuésemos frugaces al momento de comer, diligentes en nuestros quehaceres, prudentes dónde enfocamos nuestra intimidad; mientras logramos mantener la serenidad en situaciones que históricamente nos enojaban. Deberíamos lograr sentirnos más conformes con nuestros logros, humildes con nuestras opiniones y generosos en nuestros actos.
Si lo analizamos no es tan difícil. Solo se trata de reeducarnos en tantos hábitos nocivos que simplemente nos desgastan mientras generamos hábitos saludables. Paso a paso, cada cual, rearmándose hacia un mundo mejor. Lo otro caerá por la ley de causa y efecto.
Rafael Sabini