Miro asombrado los cambios que vienen sucediendo desde la asunción del nuevo presidente y me pregunto si esta gestión podrá sostenerse cuatro años con este rumbo. Pero en lugar de analizar sus actos y discursos optaré por analizar mis reacciones, emociones y reflexiones.
Estupefacto recorro el barrio que noto con gente cabizbaja y hasta desesperanzada, salvo alguno que otro que vocifera con bronca. Como si levantándome el tono a mí don Pedro pudiera impedir que venga Elon Musk a quitarle el litio a Jujuy.
Pienso que hemos pasado por cosas increíbles, presididos por personajes fuera de serie. Que gracias a la riqueza de este país no paran de esquilmarnos con deudas nuevas, leyes aterradoras, atropellos por cambios en las reglas de juego y un largo etcétera… pero que, sin embargo, seguimos acá, de pie, trabajando, confiando en que mañana la cosa estará mejor. Recuerdo hace apenas un año festejamos la alegría de que la selección ganara la tercera copa de la FIFA. Y pienso, si se lograra movilizar esa gente para enderezar el rumbo del país estaríamos de maravilla. Pero la bandera pareciera limitarse al fútbol. ¿Cuántos llevan su escarapela en el saco y su bandera en su corazón… mientras venden la patria?
Sigo caminando por la vereda de la calle Billinghurst y al cruzar la avenida Corrientes internalizo que la situación está muy difícil para mucha gente. Y yo, que soy tan flexible y tolerante, me hago consciente de mi rigidez. Me cuesta el cambio. Me gustan las rutinas. Sin embargo, ahora toca otra cosa. El gobierno anterior nos quitó gran parte del comercio barrial con el encierro. Éste nos quita la pauta oficial. Será cuestión nuestra reacomodarnos buscando nuevos anunciantes zonales, más empresas y pymes que quieran acompañarnos. Será cuestión de encontrarle la vuelta.
Y deseo de todo corazón que todos vayan pudiendo encontrarle la vuelta para que en “el granero del mundo” no le falte un plato de comida a nadie en la mesa.
Rafael Sabini
Imagen: Madison Inouye (Pexels)